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Brasil ad portas de la definición de su futuro

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El lamentable espectáculo del Bicentenario

 

Las manifestaciones convocadas por el presidente para la conmemoración del día de la Independencia tuvieron como palco principal las ciudades de Brasilia y Rio de Janeiro. Era una fecha importante, considerando que en esa oportunidad se celebraba el Bicentenario de Brasil. Sin embargo, nadie se hubiera imaginado que al final de la jornada lo que quedara en la memoria de millones de brasileños fue la sucesiva declaración -a los gritos- del jefe del Ejecutivo de que es un “imbrochável” (traduciendo, es algo así como que tiene siempre el miembro erecto).

Brasil no se merece la ignominia y el vejamen de tener un gobernante que en el día de su Bicentenario debe soportar las demostraciones de virilidad de un espécimen cavernario que por los azares de la historia llegó a ser electo presidente de esta nación. Me arriesgo a sostener que ningún mandatario en el mundo se atrevería a afirmar -en un acto cívico y multitudinario- que es un ser dotado de cualidades de hombría y de potencia sexual dignas de ser divulgadas y reconocidas urbi et orbi.

Y ello no es lo más bizarro. Lo peor es que esta exaltación de la masculinidad del mandatario, ha generado un largo e intenso debate sobre la supuesta imbrochadura del ex capitán. No es gratuito que la instalación del tema en la agenda noticiosa surge precisamente cuando Bolsonaro y su clan están siendo investigados por la compra de 107 inmuebles en los últimos 30 años, de los cuales 51 fueron adquiridos parcial o totalmente en efectivo con dinero vivo. La maniobra distractora es tan evidente que cuesta entender las causas por las que la prensa y muchos especialistas han destinado enormes cantidades de tiempo a reproducir un debate irrelevante y patético.




 

El ajedrez electoral comienza a decantarse

 

Esta temática absurda también pretende encubrir los resultados obtenidos por las recientes encuestas sobre las preferencias de los votantes en las próximas elecciones de octubre. En efecto, con los resultados arrojados por las diversas encuestas realizadas por Datafolha, IPEC, Quaest y otros institutos de estudios electorales, queda cada vez más claro que, de no suceder algo realmente extraordinario, el ex presidente Lula da Silva será el próximo ganador de las elecciones del próximo mes. Aunque ha tenido leves oscilaciones en las últimas mediciones, el candidato del Partido de los Trabajadores cuenta con un apoyo que fluctúa entre el 48 y el 44 por ciento del electorado y su nivel de rechazo se mantiene en torno del 30 por ciento.

Por su parte, Bolsonaro ha experimentado un leve aumento en las intenciones de voto (en torno del 31%), aunque tiene un nivel de rechazo superior al 50 por ciento, es decir, no tiene como alcanzar la mayoría en la próxima contienda electoral. Son personas que señalan que no votarían de ninguna manera en el ex capitán, ni en primera ni en segunda ronda. Entonces, la cuestión que se coloca en debate en este momento no es si Lula va a ganar o no las elecciones, pues debería ganarlas, el tema es si podrá hacerlo ya en la primera vuelta.

Configurando un tablero complejo, con 11 candidatos en la disputa por la presidencia, las próximas jugadas del candidato Lula da Silva deberían orientarse preferencialmente en avanzar hacia una aproximación con las iglesias pentecostales que representan una parcela significativa del voto popular. Lula es preferencia entre las poblaciones más pobres que ganan hasta 2 salarios mínimos, entre los negros, pardos y entre las mujeres. Es necesario consolidar y aumentar estos apoyos para liquidar el triunfo en la primera concurrencia a las urnas. Con la violencia política desatada en muchas localidades del país, es muy importante intentar detener la escalada de agresiones y muertes que se producirán en una magnitud superior, en el caso de que las elecciones se decidan entre Lula y Bolsonaro en una segunda instancia marcada para el día 30 de octubre.

A partir de un escenario que se propone la conformación de un amplio bloque democrático, Lula ha tenido un reencuentro con su ex correligionaria y ex Ministra de Medioambiente, Marina Silva (Rede), prometiendo incorporar las pautas ambientales que la actual candidata a diputada federal le ha entregado en un documento que contiene propuestas para “un Brasil más sustentable, más justo y que vuelva a proteger el medioambiente”, según las palabras del propio Lula. Ello se suma a la cuestionada incorporación de Geraldo Alckmin (PSB) como vicepresidente de la chapa, buscando con esta decisión “tranquilizar al mercado y los empresarios” y de paso levantar la imagen de que se está construyendo un gran pacto de unidad nacional para derrotar a la extrema derecha.

Faltan menos de tres semanas para que los brasileños decidan quién va a gobernar por los próximos cuatro años y el clima de hostilidades se viene profundizando, a pesar de las declaraciones “oportunistas” del resto de los candidatos que claman por el fin de la radicalización de los extremos y la urgente pacificación del país. Todos estos llamados a la cordura y al diálogo entre los grupos polarizados no pasa de un embuste, pues en los hechos es solo la extrema derecha que ha estado utilizando el recurso de la violencia, la descalificación mentirosa y el asesinato. De hecho, muchos candidatos de oposición no están consiguiendo llevar adelante sus campañas en algunas zonas de Rio de Janeiro dominadas por las milicias, la mayoría de ellas vinculadas a los hijos, parientes y amigos del presidente.

Para contrarrestar el impacto del uso exacerbado del aparato de gobierno desplegado por el Ejecutivo, el candidato Lula da Silva va a tener que manejarse con mucho criterio y analizar detenidamente los próximos pasos que necesita efectuar para ampliar su base de apoyo electoral. Hay sectores en los cuales ciertamente no debería hacer muchos esfuerzos, como son las asociaciones de caza y tiro, el agronegocio –especialmente el de origen ganadero- las Fuerzas Armadas y las denominaciones evangélicas controladas por pastores corruptos que han conseguido exenciones tributarias de la actual administración.

Fuera de ellos, Lula puede lograr la adhesión de vastos sectores que ya lo consagraron como el mandatario con el mayor apoyo popular de las últimas décadas, llegando a alcanzar más del 80 por ciento de aprobación al final de su segundo mandato en 2010. Lula, el obrero metalúrgico del ABC paulista que lideró las huelgas contra la dictadura a fines de los años setenta y que comandó por 8 años los destinos de Brasil (2003-2010), es la esperanza de millones de ciudadanos que desean ver renacer las oportunidades de mayor bienestar y de movilidad social a partir de políticas inclusivas y de la concretización del Estado Social de Derecho contemplado en la Carta Constitucional de 1988. Ese Brasil más justo, democrático y ambientalmente sustentable deberá luchar paralelamente para desmontar los efectos deletéreos de la pesadilla neofascista que destruye el país y contamina el alma nacional.

 

Por Fernando de la Cuadra

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Doctor en Ciencias Sociales. Editor del Blog Socialismo y Democracia.

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