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Desde los golpes blandos a los psico golpes (El poder mediático: ¿enemigo íntimo de la democracia?)

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Un destacado antropólogo colombiano a quien tuve la suerte de conocer me hizo conocer la distinción entre la perspectiva ética y la perspectiva émica. La primera es la de quien observa una realidad desde afuera del fenómeno observado, la segunda es la mirada de quien observa desde adentro, inmerso en esa realidad. Humberto Maturana nos demostró que la renombrada y prestigiosa objetividad es siempre un argumento para obligar. No es posible la objetividad en seres emocionales como lo somos los humanos. A lo más podremos intentar exhibir los prejuicios desde los cuales buscamos interpretar la realidad. Los míos los he exhibido siempre abiertamente y lo que pretendo hacer ahora es conferir o asignar a ciertos hechos conocidos por todos, una interpretación coherente, aunque desde mis propios sesgos cognitivos (mi propia y personal matriz epistémica).

La observación de los procesos que estamos viviendo me permite plantear como hipótesis la existencia de un novedoso proceso de aceleración de las dinámicas históricas que experimenta la humanidad. En menos de medio siglo hemos observado un cambio en el operar de los sectores hegemónicos de nuestras sociedades desde el fomento y uso de estrategias armadas y cruentas para derrocar a sus gobiernos (mediante golpes militares como en Guatemala, Brasil, Chile, Argentina, etc.) a estrategias de deslegitimación y debilitamiento mediante la activación de movilizaciones sociales conducentes a levantamientos populares (Egipto, Libia, Siria, Haití) con altísimos costos en vidas humanas. Pero a partir de entonces se desarrollaron nuevas estrategias, los llamados golpes blandos o institucionales del tipo de lo hecho en Paraguay con Lugo, o en Brasil con Dilma Rousseff y Lula, y lo intentado, sin éxito hasta ahora en Argentina con Cristina Kirchner.

Creo necesario recordar que el impulsor de la destitución de Dilma, quien era el presidente de la Cámara de Diputados de Brasil, Eduardo Cunha, se encuentra cumpliendo una pena de 15 años por corrupción (el “probo acusador” de ese momento transformado por el tiempo transcurrido en “corrupto delincuente”); y que el encarnizado persecutor de Lula como fiscal, Sergio Moro, fue acusado a su vez de su colusión como juez con los fiscales encargados del caso y aunque fue nombrado Ministro de Justicia en cuanto asumió Bolsonaro, fue luego destituido por éste, pero incluso fungió como eventual presidenciable, y actualmente es abogado de una empresa norteamericana. (Sigamos el curso del dinero pues explica muchísimas cosas):

Hoy en nuestro país, reconocido mundialmente por su carácter de conejillo de indias en el campo de la ingeniería social y la experimentación política, se está iniciando una estrategia novedosa, que es desacreditar al actual presidente del país apelando a su salud mental. En una conjunción de un cierto tipo de periodismo y seudociencia. Periodismo amoral, pues aparenta ser imparcial (a quien le interese le recomiendo seguir la pista de la propiedad de los medios de comunicación en Chile) combinado con la actuación de algunos periodistas que presumen de ser serios y objetivos (aunque reiteren como novedad algo que ya no lo es, dejando así de ser información lo que difunden, para pasar a ser una opinión disfrazada de tal, que incluso llega a ser mera propaganda de sus propias ideas o las de aquellos que les pagan). Combinado esto con una mirada seudo científica, pues los entrevistados aunque exhiban competencias o méritos intelectuales y académicos que pueden ser tales, desacreditan dicho quehacer al violar códigos éticos inherentes a sus disciplinas (como es el caso de la realización de diagnósticos públicos de una persona respecto de su salud mental, en vivo y en directo, pero «in absentia», es decir en ausencia del paciente; comportamiento que fue inaugurado en Chile por una médica psiquiatra hoy convertida en parlamentaria). Tipo de conducta muy reprochable entre sus pares, pero obviamente no, para un público sediento de espectacularidad y sangre, al estilo de los circos romanos o de las inagotables series de Netflix. Como en todas las operaciones de «inteligencia política» se ha comenzado sembrando la duda, mediante filtraciones ad hoc de rumores y comentarios de pasillo, maledicencias y la innegable y real existencia de conductas o actuaciones pasadas, propias y consideradas normales, en cualquier adolescente o joven, movido por valores no egoístas y con ausencia del cálculo premeditado. Recogiendo y exhibiendo (papel desempeñado por la prensa hablada y escrita) todo lo que puede haber hecho desde el momento en que nació. De este modo al introducir y seguir incubando la sospecha, se va introduciendo en el público, el agente, la ciudadanía, el electorado, el pueblo, o como queramos llamarlo, la duda respecto a la «normalidad de su operar” en cada momento del despliegue público de su actuación como Presidente de la República de Chile.




¿Tendrá éxito esta novedosa estrategia de debilitamiento de la soberanía popular y de destrucción de la democracia? Sólo el tiempo nos lo dirá.

 

Por Antonio Elizalde Hevia

       

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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