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El Cresta Silva

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Después de escuchar las declaraciones de Luis Silva, secretario de Republicanos de Chile, uno piensa que habló sujeto a la verdad. A su verdad, sostenida desde que empezó a musitar sus primeras palabras. En una entrevista a principios de mayo, se le soltó la lengua y dominado por la soberbia y euforia juvenil, manifestó: “¿Por qué cresta siendo mayoría, tenemos que llegar a acuerdos con la minoría?

Cresta es un vocablo tramposo y de peliagudo significado. Alzar la cresta, por ejemplo, significa mostrar soberbia. Dar en cambio en la cresta a alguien es mortificarlo o humillarlo. En cambio, estar en la cresta de la ola, es hallarse en el apogeo. En este caso, la frase alcanza un grado de poesía y se aleja de la cresta de Silva. Esta semana, como las palabras le queman la boca, manifestó sentir admiración por Pinochet. Al principio, supuse que se refería a Héctor Pinochet Ciudad, escritor chileno cuya obra debe ser conocida. Héctor escribió textos admirables y debió exiliarse, regresando al cabo de los años a Chile, donde murió en Santiago en 1998. Regresemos a la actualidad. Tamaña sorpresa sentí, aunque a esta edad nada me sorprende, pues el Cresta Luis Silva se refería a Augusto Pinochet Ugarte. Este pariente lejano de Héctor, leía sólo libros de historia y se declaraba enemigo de la poesía.  Quizá en su juventud escribió poesía, la cual se la llevó el viento del olvido.

En septiembre, cuando se cumplan 50 años del golpe de estado, dirigido por traidores a la patria, de seguro el Cresta Silva, realizará homenajes a los golpistas. Simposios, recordatorios, desfiles al compás de marchas militares, para desempolvar a quienes se unieron a la traición. Acompañado de admiradores, corifeos y conocidos monaguillos, se dirigirán a donde está enterrado el tirano. Tapizarán de flores la tierra mancillada, que cubre la tumba del dictador. Loas a su memoria de muerte. Loas a quienes no trepidaron en engañar al presidente Salvador Allende, mostrándole lealtad y admiración.

El Cresta Luis Silva, miembro del Partido Republicano, con sus declaraciones, quiere posicionarse como el sucesor de José Antonio Kast. Quizá lo encuentre timorato en sus afirmaciones. Demasiado gentil y bien educado. En corto plazo, quiera desplazarlo y convertirse en el jefe. Agitar las masas, mientras auspicia desenterrar los escorpiones que, aún viven a la espera de ser utilizados. La nueva constitución, entonces, arriesga a ser una copia feliz de la constitución de Jaime Guzmán. Acicalada, metamorfoseada, corregido el estilo militar, por compases de vals, con música de Strauss. En tal caso, se avecina el riesgo que, si no sabemos bailar vals, seamos tildados de traidores a la patria. Recién se empieza a escribir un nuevo capítulo de la historia trágica de Chile. El tiempo, que no es más que una invención humana, hablará dentro de poco.




 

Por Walter Garib

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