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Cambio climático: ¿pataleta planetaria o efecto necesario del capitalismo?

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 58 segundos

De vez en cuando la fuerza de la naturaleza nos recuerda que aún está ahí. Y con una precisión digna de la mejor pedagogía, de pronto arrasa con lo que encuentran a su paso dejando una estela de destrucción y muerte.

Puntual, el sistema de incomunicación social se encarga de poner las cosas en su lugar: el responsable es el cambio climático y/o el calentamiento global, como si tales fenómenos fueran la pataleta de un planeta aburrido.

Pero no es así.

La condición del capitalismo es hacer mierda las dos únicas fuentes de riqueza: la naturaleza y el ser humano, al costo más bajo posible. Y, en efecto, en un par de siglos de dominio del capitalismo la codicia de los poderosos tiene a la humanidad en un peligroso borde.




Al planeta no le va a pasar nada si se considera que durante millones de años ha sorteado eventos mucho más grandes e inimaginables.

Calentamiento global dice el cinismo de los medios de comunicación que son pagados por los que tienen a la especie humana al borde de la extinción, como si tal fenómeno no tuviera un preciso origen humano.

Se habla como si al planeta de pronto le haya dado por elevar su temperatura solo por una mala ocurrencia. Y no, como es realmente, porque la codicia de un puñado de ignaros que dominan al mundo mediante la economía y sus brazos armados, tienen el convencimiento de que se puede obtener ganancias infinitamente, ni ellos mismos saben bien para qué, explotando a seres humanos y al planeta.

Los noticiarios expertos en escándalos y mentiras y que venden miedo tarde, mediodía y noche, informan asombrados que una riada se llevó lo que encontró a su paso dejando una estela de destrucción y pérdidas.

De tarde en tarde lo hace un volcán cuyas laderas construidas por miles de erupciones están ahora colonizadas por mansiones que buscan la mejor vista posible.

Los científicos se apuran a decir que ese río, de agua o lava, ha pasado por ahí mismo desde hace miles de años, mucho tiempo antes de que esos terrenos fueran pasto para la codicia y el especulador, y que va a seguir pasando porque los tiempos de la naturaleza, sus pulsos y frecuencias no alcanzan a ser comprendidas por la estrechez que inocula un sistema que solo busca ganar dinero.

El agua, al optimizar la energía necesaria para bajar desde las alturas, buscará los recovecos que construyó en miles de monumentales avenidas que dejaron valles y deltas, los que la tontera no deja ver en su majestuosa magnitud.

Entonces vendrá el llanto desconsolado del sujeto cuya propiedad fue tragada por el agua que no había pasado por ahí en doscientos o trescientos años.

La irracionalidad de quienes nos han dominado por siglos no ha sido capaz de conocer los pulsos de un planeta que quizás guarda en su atmósfera a la única forma de vida existente en el inexplicablemente cosmos.

Chile es un territorio definido por límites catastróficos que con una frecuencia de espanto avisan que los asentamientos humanos contemporáneos violan a cada rato la imposición planetaria de este rincón a medio hacer. Lo realmente extraño es que jamás en su historia se haya considerado la condición de país a medio terminar para el efecto de discriminar riesgos y posibilidades.

Y luego se quejan.

Y a pesar de las tragedias que la imprevisión y la ignorancia generan solo para que algunos se llenen de dinero, esos irresponsables siguen violando leyes naturales que no saben de negocios o especulaciones.

El capitalismo, sobre todo su forma más extrema e irracional, el neoliberalismo, tiene al ser humano a un tris de la extinción.

Los verdaderos enemigos de la humanidad son los millonarios que crean las plagas, impulsan las guerras, se enriquecen con la enfermedad y la muerte, carcomen a diario lo que queda de útil en el planeta castigado, envenenan el aire y los mares, y por alguna enferma razón creen que su poder los hará escapar del destino que espera al ser humano cuando alcancemos a ver el destello final, o cuando la dosis mortal venga en la más mínima bocanada del aire definitivo.

Es el capitalismo y los extremistas neoliberales quienes tienen a la especie humana al borde de la desaparición. Para estos anormales la existencia se justifica solo por ganar y acumular toda la riqueza posible así sea que para el efecto dejen un reguero de sufrimientos, humillaciones, hambre, enfermedades y muertes.

Se pregunta cuál sería la función trascendente del ser humano sobre la superficie de este pequeño planeta.

El gran George Carlin filosofa riendo y haciendo reír en un teatro de Nueva York. Por el plástico, se responde. El planeta se dio cuenta, según Carlin, que no podía sintetizar esa cosa tan extraña, y lo resolvió por la vía de crear al humano solo porque era la única forma de inteligencia que podría crear algo tan nocivo. Ahora que ya lo tiene y el plástico está en lo que respiramos, bebemos y comemos, es tiempo de deshacerse del humano que ya habría cumplido con su misión.

No solo lo dice George Carlin sino la humanidad más humana: superar el capitalismo es una obligación si la idea es seguir existiendo quizás como la única forma de vida en la extensión inimaginable del infinito.

 

Por Ricardo Candia Cares

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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  1. Rosa Tassara del Castillo says:

    Excelente artículo, coincido 100% con tan preciso e inteligente análisis. No hay peor plaga que la codicia de unos pocos y no existe una vacuna contra ellos, esa es la tragedia.

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