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Vaticano, autoritarismo y antisemitismo (XXVIII)

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 El último episodio de antisemitismo del pontificado de Juan Pablo II fue en diciembre de 2004 cuando el Papa anunció la beatificación del sacerdote francés León Dehon (1843-1925), fundador de la congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos) y que fue muy antisemita. La ceremonia se realizaría el 24 de abril de 2005, pero Juan Pablo falleció el 2 de abril y, mientras tanto se recordaron varios escritos de León Dehon en contra de los judíos. Así, el diario católico La Croix reseñó, en febrero de 2005 algunos de sus pensamientos al respecto. Como que “los judíos ‘tenían sed de oro’ y que ‘la avidez de dinero es un instinto racial en ellos’”; y que “ calificó el Talmud como ‘un manual para el bandido, el corruptor, el destructor social’, y recomendó varias medidas que más tarde adoptaron los nazis, como que los judíos usaran marcas especiales, vivieran en guetos y fueran excluidos de la propiedad de la tierra, la judicatura y cargos educacionales” (El Mercurio; 17-6-2005). ¡Medidas que antes –durante siglos- había adoptado el Vaticano!…

 

Todo ello generó crecientes protestas llevando incluso a que “el gobierno de Francia advirtió que no enviaría un representante a la beatificación y la conferencia de obispos franceses instó al Vaticano a actuar con cautela” (Ibid.). Ante ello, el nuevo Papa, Benedicto XVI, ordenó la suspensión de la beatificación de Dehon, situación que permanece hasta hoy.

Benedicto XVI siguió la línea contradictoria de Juan Pablo II respecto a los judíos. Continuó haciendo una valoración de los judíos como “hermanos” y condenando el antisemitismo; pero, al mismo tiempo, no avanzó en un reconocimiento y en un pedido de perdón por los siglos de feroz y odioso antisemitismo promovido y desarrollado por la Iglesia como institución. Y también durante su pontificado hubo varias declaraciones y hechos lesivos para los judíos que generaron naturales reacciones de dirigentes y organizaciones judías.

 

Es de resaltar que ya en su respuesta a las felicitaciones por su elección que le dirigió el rabino de Roma, Riccardo Di Segni, le aseguró que se empeñaría en “continuar el diálogo y reforzar la colaboración con los hijos e hijas del pueblo judío” (Libertad Digital, Madrid; 22-4-2005). Asimismo, en su primera alocución al ser elegido Papa, Benedicto “pidió a la multitud que orara por él y además tendió la mano a judíos y otros no cristianos, así como a millones de cristianos no católicos” (Radio Martí Noticias, Miami; 24-4-2005). Luego, en agosto de 2005, en una visita a la sinagoga de Colonia (Alemania), Benedicto XVI reiteró que “quiero asegurar que continuaré con toda la fuerza el camino de mejora de las relaciones y la amistad con el pueblo judío en el que el papa Juan Pablo II dio pasos decisivos” y que “es una tarea particularmente importante, ya que hoy tristemente presenciamos el aumento de nuevos signos de antisemitismo y varias formas de hostilidad contra extranjeros” (Ambito Financiero, Buenos Aires; 19-8-2005).




 

Y a lo largo de todo su pontificado, Benedicto XVI hizo frecuentes referencias positivas hacia el judaísmo y los judíos y tuvo amistosos encuentros con rabinos y autoridades judías; incluyendo una visita a Israel en 2009 y al Memorial del Holocausto Yad Vashem, donde dijo: “Roguemos para que los nombres de esas víctimas nunca sean olvidados. ¡Que su sufrimiento nunca sea negado, disminuido u olvidado!” (Yad Vashem, Jerusalén; 11-5- 2009). Además, publicó un libro en esa misma dirección con el rabino vienés Arie Folge en 2011: Judíos y cristianos. En diálogo con el rabino Arie Folge.

 

Los problemas comenzaron cuando el 28 de mayo de 2006, al visitar el campo de concentración de Auschwitz, Benedicto se refirió a los “seis millones de polacos” víctimas de la guerra. El comprensible malestar que aquello provocó en la comunidad judía, lo buscó enmendar cuando tres días después hizo referencia a los “seis millones de judíos” exterminados por los nazis (La Nación; 24-5-2007). Además, su atribución de los crímenes del nazismo a “un grupo de criminales” que “abusaron” del pueblo alemán suscitó fuertes críticas, como las del presidente de la Unión de Comunidades Judías Italianas, Claudio Morpurgo, quien señaló que así trata “al pueblo alemán como víctima y no como verdugo”. Asimismo, “la prensa italiana fue muy severa con las palabras del Papa y estima que la reconciliación entre judíos y católicos tomará aún más tiempo” (Clarín, Buenos Aires; 29-5-2006). También provocaron un comprensible malestar en ese sentido sus declaraciones en septiembre de ese año cuando se refirió a la crucifixión de Jesús como un “escándalo para los judíos” (Gerald Posner.- God’s Bankers. A history of money and power at the Vatican; Simon & Schuster, New York, 2015; p. 433).

 

Aunque también es cierto que las manifestaciones de total falta de empatía de Benedicto con otras religiones no se expresaron sólo con el judaísmo. Así, en septiembre de 2006, en un discurso en una universidad alemana sobre  las diferencias existentes entre el secularismo europeo y la ortodoxia islámica, citó a un emperador bizantino del siglo XIV que dijo: “Muéstrenme qué trajo de nuevo Mahoma, y encontrarán sólo cosas malas e inhumanas, como su mandamiento de difundir a través de la espada la fe que predicaba” (Ibid.; p. 432). Ello provocó furor en muchos países islámicos: “El Papa fue quemado en efigie durante manifestaciones masivas en las principales capitales árabes. Pidió perdón cuatro veces, cada vez más efusivamente. Pero la historia adquirió vida propia. Seis iglesias en los territorios palestinos fueron quemadas, una monja de sesenta y seis años en Somalía fue ejecutada, un sacerdote italiano fue matado a tiros en las escalinatas de su iglesia parroquial en Turquía, y un diplomático estadounidense fue muerto a puñaladas en Marruecos” (Ibid.; pp. 432-3)…

 

Por otro lado,  en 2008 el postulador de la causa de canonización de Pío XII, el jesuita Peter Gumpel hizo públicas las intenciones de Benedicto XVI de no ir a Israel mientras el Museo del Holocausto de Jerusalén no eliminase un epígrafe colocado bajo la fotografía de Pío XII: “Hasta que el epígrafe no se elimine Benedicto XVI no puede acudir a Israel porque sería un escándalo para los católicos” (El País, España; 28-10-2008). En el epígrafe se afirmaba: “Elegido en 1939, el Papa dejó de lado una carta contra el antisemitismo y el racismo preparada por su predecesor. Incluso cuando las noticias sobre el exterminio de los judíos llegaron al Vaticano, no reaccionó con protestas escritas o verbales. En 1942, no se asoció a la condena expresada por los Aliados sobre el asesinato de judíos. Cuando fueron deportados de Roma a Auschwitz, Pío XII no intervino” (Zenith, Roma; 1-7-2012). El epígrafe fue instalado en 2005 y ya en 2006 el Vaticano había solicitado formalmente su eliminación, lo que en 2007 Israel anunció que se modificaría, pero lo que sólo hizo en 2012. No obstante, Benedicto XVI igual viajó a Israel en 2009, aunque en su visita “sólo recorrió la parte memorial del Yad Vashem y no el museo” (La Información, Madrid; 1-7-2012).

 

Con su suavización de 2012, el epígrafe quedó: “En julio de 1933, siendo pontífice Pío XI, Achille Ratti, el Vaticano, representado por el secretario de Estado Eugenio Pacelli, firmó un concordato con la Alemania nazi, a fin de proteger los derechos de la Iglesia Católica en Alemania. La reacción de Pío XII, Eugenio Pacelli, al asesinato de judíos durante el Holocausto es materia de controversia entre los estudiosos. Desde el principio de la II Guerra Mundial, el Vaticano mantuvo una política de neutralidad. El pontífice se abstuvo de firmar la declaración de los Aliados del 17 de diciembre de 1942, que condenaba el exterminio de judíos. No obstante, en su radiomensaje del 24 de diciembre de 1942, se refirió a ‘los cientos de millares de personas que, sin culpa propia alguna, a veces solo por razones de nacionalidad o raza, se ven destinados a la muerte o a un progresivo aniquilamiento’. No mencionó expresamente a los judíos. Cuando se deportó a Auschwitz a judíos de Roma, el pontífice no protestó públicamente. Por otra parte, la Santa Sede apeló a los gobiernos de Hungría y Eslovaquia en favor de los judíos.

 

Los críticos del Papa sostienen que su decisión de no condenar el asesinato de judíos a manos de la Alemania nazi constituye una falta moral: la ausencia de orientaciones claras dio pie a que muchos colaborasen con la Alemania nazi, en la creencia de que no contradecían la doctrina moral de la Iglesia. A la vez dejó el intento de salvar judíos a la iniciativa individual de clérigos y laicos.

 

Los defensores del Papa sostienen que su neutralidad evitó represalias más duras contra el Vaticano y las instituciones de la Iglesia en toda Europa, y así hizo posible que se llevaran a cabo un considerable número de actividades secretas de salvamento en distintos ámbitos de la Iglesia. Además, señalan casos en que el pontífice alentó actividades para salvar judíos. Mientras no esté al alcance de los estudiosos todo el material relevante, la cuestión seguirá abierta a ulteriores investigaciones” (Aceprensa, Madrid; 4-7-2012).

 

Esta conclusión del epígrafe actual del Museo está en línea con las insistentes demandas hechas principalmente por historiadores judíos y católicos de abrir completamente los archivos vaticanos de tiempos de guerra, cuestión que veremos que finalmente se hizo en 2019 por iniciativa de Francisco. Sin embargo, más allá de la pertinencia de aquello, llama la atención un hecho evidente que relativiza bastante la importancia otorgada a dicha apertura. Esto es, que si hubiese en dichos archivos antecedentes relevantes que llevasen a justificar los silencios de Pío XII, parece obvio que ellos hubiesen sido sacados a la luz por las ingentes investigaciones realizadas por un equipo de historiadores jesuitas en los archivos vaticanos desde que en los 60 emergieron las duras críticas a aquél. Investigaciones que llevaron –como hemos visto a la publicación de once volúmenes de documentos en la materia (Actes et Documents du Saint Siege Relatifs a la Seconde Guerre Mondiale) entre 1965 y 1981…

 

Por Felipe Portales

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Historiador

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