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Esto sería todo amigos

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No es cuestión de todos los días que el líder más importante de un partido anuncie su entierro. Así quedó expresado por su propio líder Gabriel el día que su partido cumplía el cuarto aniversario. Duró cuatro años solamente.

CS se construye desde diferentes vertientes, toda muy válidas, pero en que su recorrido también ha dejado muchos heridos en su recorrido. Un sector importante de militantes abandonó sus filas donde uno de sus principales es quien conduce la comuna de Valparaíso.

Se debe saludar sin duda alguna que su origen venga desde el movimiento estudiantil y desafiando el mercantilismo en la educación. Así fue como millones de chilenos se dieron por enterados que la derecha política y económica lucraba con todos aquellos que se esforzaban para dar algunos pasos mayores en el conocimiento.

Notable aquello de lograr aunar fuerzas políticas en una izquierda dispersa y fragmentada que en ciertos momentos escucha canto de sirenas. Un alto valor que se instaló también para denunciar la corrupción y la deplorable participación del dinero en el financiamiento ilegal de la política. Basta de corruptos se escuchó decir en el congreso.




Inevitablemente el desencanto de miles de chilenos le dieron sentido y razón. La corrupción, tutelaje y abuso de lo público se viene arrastrando desde mucho tiempo. Muchas en las campañas políticas fueron apoyadas por sectores del empresariado. Eso lo denunciaron los nuevos líderes que entraban a ser los protagonistas de una nueva época.

Osadía política es manifestar que se debe pensar en un nuevo frente político y que CS será parte para dar batalla a las injusticias de un abominable modelo que provoca miseria y prolonga dolorosamente la desigualdad social.

Lo complejo de esta buena idea es que se genera en momentos cuando se conduce un gobierno que llegó para hacerse cargo justamente de la deficiencias y carencias de las agresiones del neoliberalismo.

El enfrentamiento contra las injusticias tiene y cobra sentido cuando en aquella justa batalla están los agredidos, los maltratados, los pobres, los nuevos esclavos del modelo que los convierten en ricos y pobres al mismo tiempo. Esa cantera a la que para intentar imponer una propuesta hay que ir a sumar voluntades.

Los partidos políticos, los más antiguos y los nuevos se iniciar desafiando al poder y la justa pretensión es alcanzarlo, tan sencillamente porque desde ese peldaño se vislumbran como hacer los cambios o propuestas.

No es el momento adecuado cuando se canta el cumpleaños feliz para que entre algunos anunciar que una parte desaparece para hacer nacer a otra diferente. Un bloque nuevo, un frente, un partido más grande. Eso lo deciden en los tiempos actuales los elegidos clarividentes que confirman los que por decenios la izquierda a colocado con asuntos fundamentales, desde la pobreza a la alteración de oprobioso modelo económico.

La elite que descubre como hacer del plomo el oro tan deseado.

Sostener antes de cumplir la mitad del periodo presidencial que se conduce la desaparición del partido del presidente deja de manifiesto no sólo falta de criterio y débil análisis de la realidad, sino el abandono casi absoluto al desconocimiento de la historia política de los últimos setenta años. No hay dudas que la calle te entrega  el poder, pero debes gobernar con ese poder, no con las migaja que te deja caer de tarde en tarde la mesa de los acuerdos. La vieja forma de hacer política que tantas veces se cuestionó,

El Frente Amplio no es la Unidad Popular, este no es un gobierno de izquierda, ni chavista, ni guevarista, es sencillamente un sexto gobierno coaptado por la vieja concertación, muchos de ellos empleados de los que financiaron sus campañas para convertirlos en funcionarios del estado en liquidación y oferta permanentes a bajo precio.

El gobierno camina con dos almas y se vislumbra que será justamente la que menos cambios impulsa quien se impone, la que construye su próximo candidato presidencial. El programa ya a estas alturas es asunto del pasado, se olvidó y sus jóvenes impulsores corrieron para que el oso los abrace.

Lamentable es escuchar el anuncio de la desaparición de un proyecto que pretendía irrumpir en la escena política como los continuadores de otros que en sus tiempos hicieron temblar a sus adversarios.

Los tiempos no son buenos en absoluto.

La derecha tiene doblegado al gobierno, un parlamento sin control, un grupo de elegidos redactando una nueva constitución a su antojo, sin la participación ciudadana en su más amplio aspecto y que se pasea con la bota militar 1973-1990.

No son tiempos para gustos políticos personales.

Se hace necesario volver a lo que dieron origen al nacimiento. Anti sistema, batalla dura al adversario y gobernar con el amplio y generoso apoyo del pueblo y sus organizaciones. Los frentes o asunto refundacionales surgen cuando se hace necesaria la fuerza para colocar las demandas exigidas.

Y se cae el telón de la corrupción. Esa batalla que dio en sus momentos ganancia y credibilidad, hoy está en tela de juicio y abonada por el duopolio que no da espacio, que insiste en su proceso de volver a ser gobierno en algunos años más.

Las demandas populares urgentes cada día se hacen más deslavadas.

Los chilenos que esperaban un nuevo sistema de pensiones menos injusto constatan que sencillamente bajo nuevos formatos posibilitará que sean pequeños grupos económicos elegidos también invitados a la mesa de los beneficios. La salud seguirá siendo administrada por empresarios que convencieron a millones de chilenos que ellos entregan más años de vida. Un sistema educativo, sesgado, clasista y mercantilista.

Justamente para dar esta batalla y ganarla se necesitaba una herramienta política que sea sostenida por la izquierda. Y se diluye, el presidente manda a enterrarla y que cada uno de los que fueron parte desde sus inicios salgan a búsqueda de lo que sea, sálvese como pueda.

Finalmente hacer del Frente Amplio un solo partido se desvanece, no es el momento ni están las condiciones. Un congreso entre algunos en CS el partido el presidente y que se aplaude con cinco puntos acordados, no son en absoluto las respuestas a las demandas populares ni el camino a la conquista del poder.

 

Por Pablo Varas

 

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