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El último voto gana: Análisis electoral sobre el fin de la coyuntura constitucional 2019-2023

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 In Memoriam de Antonio Negri.

Revolucionario y teórico marxista italiano

(1933-2023)

 

Una vez más, aunque no será la última, las ciudadanías nacionales concurrirán a las urnas para definir el “asunto constitucional” abierto en octubre de 2019 cuando se demandó desde las calles y espacios públicos de las distintas ciudades del país la realización de una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución Política impuesta en 1980 por la dictadura cívico-militar del capital nacional como internacional. A cuatro años de esa demanda el “asunto constitucional” sigue enmarañado y encerrado en un laberinto político-institucional sin resolución. Puesto que el Plebiscito de Salida, este 17 de diciembre, no abre la puerta hacia el futuro sino todo lo contrario cualquiera de las dos opciones, el A Favor o el En Contra, lleva a la sociedad chilena de regreso al pasado. Ambas implican iniciar un proceso de involución política e histórica, pero con diferencias sustantivas.




En efecto, el A Favor, supone aprobar el Proyecto Constitucional elaborado y redactado por los Consejeros del Partido Republicano y de la Derecha Tradicional (P. Renovación Nacional, Unión Demócrata Independiente y Evopoli) que tenían el control total del Consejo Constitucional con 39 consejeros de 50, tuvieron la oportunidad política de escribir una Carta Magna que reflejó y expresó ampliamente, en su articulado, los principales principios y valores tanto ideológicos como políticos, económicos, sociales, religiosos, morales y éticos, de dicho sector social y político del país. El texto constitucional republicano propuesto es una expresión de la profunda hibridez barroca latinoamericana que poseen los sectores dominantes nacionales. Expresa una visión de mundo premoderna entrelazada con elementos modernos del orden liberal-capitalista. Amaneradamente se entretejen las instituciones políticas de orden autoritario con las frágiles instituciones democráticas liberales. Es, por ello, un texto constitucional oscuro que no tiene comparación con otros textos constitucionales escritos en distintos momentos de la historia nacional. Más oscuro y peligroso que el texto de Mariano Egaña e incluso a la propia Constitución vigente, o sea, es un retroceso total.

Ahora bien, la opción En Contra es eso, nada más que eso. En este momento, a escasos días del evento electoral plebiscitario, da la impresión de que todos, todas y todes están por el En Contra. Eso quiere decir que el Proyecto Constitucional de las derechas sería rechazado por una amplia y categórica mayoría ciudadana, de la misma forma, y casi con los mismos guarismos electorales con que fue rechazada el proyecto elaborado por la Convención Constitucional el 4 de septiembre de 2022.

Sin embargo, al igual que en aquella ocasión, el triunfo real y concreto, la victoria política e histórica, será de la Constitución Política de 1980, o sea, del orden político-constitucional que ha regido a la sociedad chilena en los últimos 43 años (1980-2023). Tengamos presente que este orden constitucional ha sufrido cambios superficiales y algunos relativamente profundos a lo largo de esas cuatro décadas, tales como: en 1989, cuando se flexibilizó el texto para dar inicio a la institucionalización de la “democracia protegida” luego de la derrota del dictador en el plebiscito sucesorio de 1988; en 2005; cuando el acuerdo político entre la derecha y el gobierno de Ricardo Lagos puso fin a algunos de los denominados “enclaves autoritarios” y cambió la firma del dictador por la del presidente Lagos; en 2012, la reforma electoral que estableció el voto voluntario y la inscripción automática; en 2015; fin del sistema electoral binominal luego de 25 años de vigencia; en 2019, con la Ley 21.200 se establece el proceso constitucional para modificar la Constitución de 1980/2005; y en 2022; la reforma que modifica los quórums constitucionales para reformar la Constitución Política vigente, solo por nombrar aquellas que han afectado a dimensiones específicas del sistema político.

Estas reformas constitucionales como otras realizadas durante las últimos años tenían como objetivo perfeccionar el funcionamiento de la democracia protegida existente desde 1990, para evitar cualquier obstrucción o empantanamiento en su movimiento interno, o sea, que dejara de cumplir con su objetivo central de “protegerse” de la actividad de sus ciudadanías. No obstante, ninguna de esas reformas políticas e institucionales pudieron frenar el desgaste del régimen y menos reducir el descontento, indiferencia o el vaciamiento de las ciudadanías tanto de la política como de los procesos electorales. Por esa razón, la “democracia protegida” hacia el año 2019, al momento de la Revuelta popular y ciudadana. La actividad política democrática solo le interesaba o le importaba al 48% de la ciudadanía electoral del país.

A pesar de que desde el año 2011, como producto de las movilizaciones de las y los estudiantes universitarios y secundarios y otros sectores ciudadanos, diferentes analistas sociales plantearon que la sociedad había entrado en un fuerte proceso de politización. No obstante, y, de acuerdo, a los datos de la participación política en el Plebiscito de Entrada del 25 de octubre de 2020, solo concurrió a sufragar el 50,98% (7.573.914) de la población electoral activa (PEA). Obviamente, en el contexto de la presencia en el país de la pandemia de Covid-19 influyó en que un 49,02% de la PEA, especialmente de adultos y adultos mayores, no concurriera a sufragar. En las elecciones comunales, de concejales, gobernadores y de convencionalistas, en mayo de 2021, la abstención volvió a superar el 50% del padrón electoral. Solo la segundo vuelta de presidencial de diciembre de 2021 logró quebrar la tendencia al abstencionismo de la ciudadanía nacional.

Las masivas manifestaciones ciudadanas que se hacen presente en el año 2017 y 2018 protagonizada esencialmente por las mujeres y las diversas expresiones del movimiento feminista nacional, como por las protestas constantes de las y los estudiantes secundarios, de los trabajadores portuarios, el Movimiento No + AFP, entre otros, parecían confirmar la tesis de la “politización” de las ciudadanías. Al mismo tiempo, la sociedad neoliberal experimenta, desde 2011, una fuerte exacerbación política, social y económica de la conflictividad entre Mercado-Estado-Sociedad civil. Cuya mayor expresión será la movilización estudiantil secundaria contra el alza del precio del pasaje del Metro de la Ciudad de Santiago en octubre de 2019.

Como es ampliamente conocido ese conflicto dio lugar a una de las insurrecciones populares y ciudadanas más multitudinarias y violentas en contra de la dominación neoliberal experimentada en la sociedad chilena desde 1990. Durante cuatro semanas (18 de octubre al 15 de noviembre 2019 las principales estructuras y formas societales, económicas, políticas y culturales del neoliberalismo fueron estremecidas por el rabioso grito popular y ciudadano: “el neoliberalismo nace y muere en Chile”. Al cual se les sumo: “fuera Piñera”, “no son 30 pesos sino 30 años”; entre otros tantos, gritos que expresaban la rabia y la ira ciudadana contra un sistema que engendra desigualdad, segregación, explotación, abusos, miserias, etcétera, y que había segmentado a la población en dos grandes conglomerados sociales: los ganadores (winners) y los perdedores (losers), o sea, los integrados y los condenados por el neoliberalismo.

Estos últimos salieron masivamente a las calles y a los espacios públicos a demandar y exigir el fin del neoliberalismo, la renuncia del presidente Piñera y la realización de una Asamblea Constituyente que “abriera las grandes Alamedas”. Las acciones colectivas realizadas por los “protestantes y manifestantes antineoliberales” abrieron diversas estructuras políticas de oportunidades para impulsar el cambio político e histórico en la sociedad chilena.

Sin embargo, producto del Pacto por la Paz Social y Nueva Constitución, 15 de noviembre de 2019, las demandas sociales y políticas fueron reducidas, jibarizadas, por parte del poder constituido como también de los partidos del orden tanto opositores como oficialistas, y concentraron el cambio político en impulsar la modificación de las estructuras jurídica-política del Estado, es decir, de la Constitución Política del Estado como fórmula de resolución de la crisis política provocada por la revuelta popular y ciudadana de Octubre de 2019. (O19).

Instalándose de esa forma en la sociedad chilena la “cuestión constitucional” como el principal y, casi único, instrumento político para resolver las diversas contradicciones y problemas sociales, económicos y políticos que presentaba el patrón de acumulación neoliberal desde fines de la primera década del siglo XXI. La solución constitucional fue asumida, fundamentalmente, por la mayoría de las ciudadanías como el mecanismo más idóneo para evitar y alejar las formas políticas violentas que se habían manifestado durante la Revuelta de O19; por lo tanto, serían los procedimientos democráticos, especialmente, los electorales, los encargados de ir construyendo y resolviendo la solución política e institucional de las diversas problemáticas que dieron origen a la crisis política de O19.

La “cuestión constitucional” a pesar del apoyo tanto de actores políticos y sociales como ciudadano no ha logrado aun dar con la solución política satisfactoria que permitan a la sociedad chilena salir de ella, ni tampoco, encontrar luego de cuatro años las soluciones a las problemáticas que explican el denominado “estallido social” de O19. Y, como afirmamos más arriba el segundo proceso constitucional que cierra el próximo 17 de diciembre, dado que cualquiera de las dos opciones que gane se pone fin a la coyuntura constitucional abierta en O19 e institucionalizada en noviembre de 2019, al mismo tiempo gira en 360°, y el país regresa al punto de partida inicial. Pues de ganar el En Contra deja y fortalece el actual orden constitucional establecido en tanto en 1980 como en el 2005.

Cómo explicar esta situación en lo que sigue:

Lo primero que debemos constatar es que la “cuestión constitucional” ha permitido a las distintas ciudadanías políticas reconocibles en la sociedad neoliberal entrar en un vertiginoso y desordenado proceso de politización y socialización política-electoral. Especialmente, aquellas que conformaban el gigantesco “partido de las y los no electores”, principalmente, de las y los ciudadanos neoliberales “no políticos” y, por cierto, de las y los “ciudadanos subpolíticos”.

Así lo prueban categóricamente los resultados electorales: (a) en el Plebiscito de Entrada de octubre de 2020, se bien la abstención fue del 49% del padrón electoral, la participación electoral de cerca de 1.300.000 nuevos electores provenientes, fundamentalmente, del sector de ciudadanos subpolíticos, muchos de las y los cuales por primera asistieron a sufragar, hicieron posible en el gran triunfo de la opción Apruebo. El 79% de los sufragantes apoyaron el cambio constitucional. Esta elección fue realizada con voto voluntario.

En el Plebiscito de Salida del 4 de septiembre de 2022, con una participación del 85% de la PEA, con voto obligatorio, un 61,9% de las y los electores tomaron la decisión de Rechazar la propuesta constitucional. Un porcentaje muy significativo de esos votantes por el Rechazo eran “no electores” de larga data e integraban masivamente el grupo de las y los ciudadanos neoliberales “no políticos”. Estos “nuevos votantes” por diversas motivaciones y razones tomaron una decisión políticamente trascendente que alteró y modificó completamente el escenario político e histórico que las y los ciudadanos activos electorales habían construido tanto en los octubres del 2019 como del 2020.

Las y los ciudadanos “no políticos”, transformadores en electores, supuestamente despolitizados, volvieron a alterar y trastornar el orden político en la elección de Consejeros Constitucionales del 7 de mayo de 2023, cuando el 61% de la ciudadanía apoyó la postura de los candidatos a Consejeros de las derechas: extrema, derecha y centro derecha. Colocando al novel Partido Republicano como el primer partido de la “democracia protegida”, en su fase decadente, en cruzar el 30% de las preferencias ciudadanas. Hasta ese proceso electoral ningún partido lo había conseguido. Los Republicanos de José Antonio Kast, obtuvieron, nada menos que el 35,41% de los votos válidamente emitidos descontados los votos nulos y blancos, obtuvieron 23 consejeros, o sea, el 46% de los Consejo Constitucional. Nuevamente, las y los sufragantes del Partido Republicano fueron las y los ciudadanos neoliberales “no políticos” transformados en un corto proceso político de menos de un año, en activos electores republicanos. Tengamos presente que los Republicanos en la elección parlamentaria de 2021 habían obtenido tan solo el 11,18% de las preferencias ciudadanas, no alcanzaron el millón de votos, solo 707.595 electores votaron en esa ocasión por un candidato o una candidata republicana. En mayo de 2023 saltaron a 3.468.258, o sea, registraron un crecimiento espectacular de 2.760.663. La mayoría de ellos o si no todos son ciudadanos neoliberales abstencionistas “no políticos”. Se trato de una verdadera “revuelta electoral” neo conservadora.

La votación registrada en mayo de 2023 por la otra derecha, la tradicional, si bien, venia en baja, obtuvo una mayor votación absoluta que la registrada en las parlamentarias del 2021, pero una caída en sus porcentajes de adhesión ciudadana como efecto del aumento de la participación electoral. La UDI, cuya mejor votación la obtuvo el año 2001 con un 25, 18% de las preferencias electorales cayó en el 2021 al 10,62% y en mayo del 2023, registró solo el 8,86%. Similar evolución experimentó Renovación Nacional; su mejor resultado electoral lo tuvo el año 1989, cuando registró un 18,29% de las preferencias para caer en el año 2021 al 10,96% y en el año 2023, al 7.1%. Mientras que Evopoli registraba un pequeño crecimiento, pasó de un 3,50 % obtenido en las elecciones parlamentarias del 2021 a 4,81% en el 2023. Con todo la derecha tradicional logró un 20,77% de las preferencias ciudadanas eligiendo a 16 Consejeros estableciendo una alianza de cooperación política con las y los Consejeros Republicanos, lo que les permitió controlar y hegemonizar totalmente el Consejo Constitucional con 39 consejeros, o sea, con el 78% del control del Consejo. Esta votación fue muy similar a la obtenida por la derecha tradicional en el Plebiscito de Entrada en 2020, cuando lograron el 20,82%; el 20,57% en la elección de Convencionales, y en la elección de Diputados de noviembre de 2021, logran el 25, 44%. Cabe señalar que todas estas elecciones se realizaron con voto voluntario y registraron una abstención superior al 50% de la PEA.

En consecuencia, el crecimiento electoral explosivo de la extrema derecha se explica fundamentalmente por el ingreso de las y los ciudadanos que hasta el 4 de septiembre masivamente se abstenían de votar y aparentemente no les interesaba “la política”, ni la “cuestión constitucional”, etcétera.

Incluso en la polarizada elección presidencial de 2021 entre el representante de la izquierda neoliberal con el representante de la extrema derecha neoliberal, los sectores ciudadanos no políticos, no se movilizaron para ir votar por uno u otro candidato.  Si bien, en aquella oportunidad la abstención fue una de las menores de las registradas en torneos electorales presidenciales desde el año 2012 con un 44,97%, o sea, 6.666,493 electores no concurrieron a votar. El aumento experimentado en la participación fue de 7,7 puntos, o sea, de 1.250.163 “nuevos” electores en relación a la primera vuelta. Los cuales volcaron masivamente sus preferencias por el candidato de la Izquierda neoliberal, Gabriel Boric, quién no solo obtuvo estadísticamente todos los votos de la candidata de la Democracia Cristiana, del candidato del PRO, Marco Enrique Ominami e incluso, tal vez, del candidato de la extrema izquierda Eduardo Artes. Todos los votos de las y los nuevos electores y algo más, así como 103.204 votos de electores que habrían votado por otros candidatos de la primera vuelta, Sichel o Franco Parisi. Dado que en esta oportunidad el candidato Kast no logró retener a su favor todos los votos de las candidaturas afines, o sea, de Sichel y Parisi. Por último, si bien la candidatura de la extrema derecha logró sumar el 44,33% de las preferencias ciudadanas, la masiva concurrencia electoral no le fue beneficiosa.

El candidato del progresismo neoliberal, Gabriel Boric, fue apoyado electoralmente fundamentalmente por el “voto” de las y los ciudadanos subpolíticos tanto populares como de importantes sectores de las capas medias, los cuales se movilizaron masivamente para impedir el triunfo del candidato de la extrema derecha neoliberal José Antonio Kast.

La masiva y contundente votación obtenida por Gabriel Boric de 4.621.231 electores en la 2°V presidencial levemente superior en el Plebiscito de Salida del 4 de septiembre de 2023, en aquella oportunidad la opción Apruebo obtuvo 4.823.059 votos, pero con voto obligatorio, el 55,87% obtenido en la 2°VP se reduce a un 38,11. En otras palabras, la opción Apruebo tuvo un bajo nivel de apoyo de parte de los “nuevos electores” que prefirieron votar por la opción Rechazo.

En la elección del 7 de mayo de 2023 para elegir a los Consejeros constitucionales la votación de los sectores progresistas pro-cambio constitucional se desplomó, se fragmentó, haciendo del triunfo de la derecha muy poderoso y generando una nueva correlación de fuerzas que ha favorecido ampliamente a dicho sector. La coalición de gobierno se presentó dividida en dos listas Unidad por Chile, integrada por el Frente Amplio y el Partido Comunista de Chile y Todo por Chile, integrados por el Partido Por la Democracia, el Demócrata Cristiano y el Radical. La votación obtenida por ambas coaliciones fue magra, un 28,60% y un 8,95%, respectivamente. Un 1.138.905 de electores dejaron de votar por la opción progresista.

Estos “votantes”, tengo la impresión de que fueron esencialmente las y los ciudadanos subpolíticos que volvieron a su condición ya sea de abstencionistas o prefirieron votar Nulo o dejar el Voto en Blanco. Muchos analistas destacan la alta participación registrada en esta elección, de un 82,55%; sin embargo, un análisis más fino y detallado nos indica que las y los ciudadanos que no “eligieron” ni votaron por ninguna de los pactos y candidatos en competencias fue de un 35,5%, tomando en cuenta tanto los votos nulos (14,3%), los votos blancos (3,7%) y la abstención (17,5%). De tal manera, que el voto abstencionista, especialmente, de los sectores subpolíticos se volvió a manifestar en la elección de los consejeros constitucionales. El 35,5% significa que cerca de 5.387.359 ciudadanas y ciudadanos rechazaron, no le interesaba y/o eran indiferentes al nuevo proceso constitucional.

Es en este nuevo contexto electoral donde se explica el crecimiento electoral de la extrema derecha y cómo la derecha tradicional logra recuperar su fuerza política que poseía antes de O19. El peso electoral de las fuerzas políticas en competencia adquiere una dimensión mucho más real, aunque no cambia las consecuencias sobre la representación obtenida en el Consejo Constitucional. Pero sí nos proyectan lo que podría pasar el 17 de diciembre. El cuadro siguiente muestra la fuerza real de cada uno de los pactos políticos poseen al interior de la sociedad.

 

PACTOS POLITICOS

 

VOTOS OBTENIDOS

 

% SOBRE

EL TOTAL DE LA PEA

 

%

SERVEL

Partido de la Gente 537.424 3,54 5,48
Todo por Chile 877.824 5,79 8,95
Partido Republicano de Chile 3.476.333 22,94 35,43
Unidad para Chile 2.806.330 18,52 28,60
Chile Seguro 2.066.681 13,64 21,06
Independientes 48.520 0,32 0,50

Fuente SERVEL, elaboración propia.

En resumen, el cuadro anterior, nos señala que las derechas poseen un 40,02% de la adhesión ciudadana. Mientras que el progresismo neoliberal un 24,31%. Y, los sectores antineoliberales que se expresaron, fundamentalmente, en el voto Nulo, son el 14,3%. Y, tal vez, un porcentaje imposible de determinar estadísticamente entre los “abstencionistas”. Ya que al interior del 17,5% están las y los ciudadanos que por razones técnicas no pudieron ir a votar, las y los electores antisistemas como también los “no políticos”, etcétera.

En definitiva, en mayo de 2023 la ciudadanía especialmente la subpolítica que habían participado activamente en los Octubres del 2019 y del 2020 como también en septiembre del 23, se abstuvieron de participar en este segundo proceso constitucional por considerar que iba en dirección contraria a lo demandado en los octubres, y que había apoyado resueltamente la Constitución redactada por los Convencionalistas. La ausencia de esos votantes favoreció a la derecha extrema.

 

Proyecciones para el 17 de diciembre

Con este panorama electoral concreto qué podría pasar el domingo 17 de diciembre. Dada la proyección que se hace en base de las encuestas opinión de los resultados posibles el En Contra, obtendría entre un 54 a un 55% de las preferencias ciudadanas, rechazando nuevamente el texto constitucional propuesto. Una conclusión posible es que la ciudadanía en un porcentaje muy significativo y relevante de aproximadamente el 60%, estaría por mantener el orden político, económico, social, cultural y constitucional que se desprende de la Constitución Política de 1980. Una segunda conclusión podría ser que el 60% de la ciudadanía prefiere otro texto constitucional, tal vez, elaborado por una Asamblea Constituyente como fue demandado en Octubre de 2019. Una tercera conclusión sería que el 60% de la ciudadanía rechaza a la “clase política” tanto de derechas, de centro y de izquierdas.

En realidad, cualquiera de las tres hipotéticas conclusiones tiene un cúmulo de argumentaciones para justificarlas, hacerlas factibles o viables. No podemos atenderlas a todas, pero algo diremos sobre ellas en forma indirecta.

De producirse el triunfo de la opción En Contra, de manera holgada, categóricamente todos los sectores políticos que han profitado del orden Constitucional neoliberal de las últimas cinco décadas habrán triunfado. Tan solo los sectores sociales y políticos que desde 1980 se han opuesto acérrima y constantemente a la Constitución de 1980 y que han levantado, una y otra vez, la demanda por una Asamblea Constituyente serán triunfadores derrotados.

Actualmente el voto “En Contra” es un voto ciudadano extremadamente heterogéneo que va desde los sectores de la extrema derecha a la izquierda antineoliberal. Está compuesto por cuatro sectores: (a) los sectores que apoyan y respaldan a los partidos del gobierno del presidente Boric; (b) los sectores de centro derecha, derecha tradicional como también de extrema derecha descontentos con el texto constitucional elaborado y que prefieren el actual texto; (c) sectores de la izquierda no institucional que votaron Nulo o se abstuvieron, el 7 de mayo 2023; y, por último, (d) nuevos electores, especialmente, jóvenes rebeldes que provienen de la Revuelta que recién entran al régimen electoral. Estadísticamente, estos sectores se distribuyen, más menos de la siguiente forma:

Por el En Contra % posible sobre el total de la PEA % posible de acuerdo a la Votación del 7 de Mayo
Partidos de Gobierno 24,31% 37,55
Derechas 5,00% 5.00
Votantes x el NULO 14,30% 14,30
TOTAL 43,51% 56,85

 

Este porcentaje se calcula manteniendo constante la participación electoral sobre el 85%, aunque en esta oportunidad la abstención electoral podría ser mayor que la registrada en los dos últimos torneos electorales. Fundamentalmente, por dos razones, 1.- el bajo nivel de interés ciudadano que ha generado el actual proceso constitucional y 2.- la percepción de la ciudadanía que de no asistir a sufragar: no provoca ninguna sanción entre los que no asisten ni justifican su ausencia. Combinadas ambas razones podría elevar la abstención sobre el 20%.

La abstención podría ser algo mayor por el hecho ya asimilado por las ciudadanías: que de perder la propuesta constitucional de los Consejeros, todo queda igual y nada se ve alterado, pues el orden político constitucional de la democracia protegida continuará sin ninguna alteración. Y, la sociedad se encaminará a celebrar las fiestas de fin de año sin que penda sobre sus hombros un nuevo y tortuoso proceso constitucional, dada la promesa tanto del gobierno como de los actores sociales y políticos opositores de cerrar la cuestión constitucional.

Queda claro entonces que el triunfo del En Contra cierra, por ahora, el proceso constitucional y pone fin a la coyuntura política abierta por la Revuelta de Octubre de 2019 institucionalizada en noviembre de ese mismo año, aunque, las causas y factores como las demandas que ella expresó no han sido tocadas ni solucionadas. Todo sigue igual.

Para las, les y los votantes de los partidos del orden neoliberal hoy en el gobierno como también para muchos de las, los y les ciudadanos rebeldes y populares que protagonizaron la Revuelta del 2019 que votaron tanto en el plebiscito de entrada del 2020, en mayo del 2021, para elegir convencionales que votaron Apruebo el 4 de septiembre del 2022 y en el 7 de mayo de 2023, de producirse el triunfo del En Contra, este será amargo y repugnante.  Pues, este triunfo no abrirá de ninguna manera las “grandes alamedas”, ni tampoco será la derrota de las derechas. Todo lo contrario, el orden político como las principales estructuras de la sociedad neoliberal se mantendrán agrietadas, pero en reparación.

El resultado del 17 de diciembre podría ser leído, también, como que existe una significativa mayoría de la ciudadanía que estaría por apoyar un cambio constitucional. Esa lectura puede ser engañosa. Tomemos los datos duros para explicar esto: el 4 de septiembre 2023, el Apruebo obtuvo el 38,11% con el apoyo de 4.859.103, o sea con un 1,040.580 electores menos de los que apoyaron el apruebo en plebiscito de entrada de octubre del 2020. En este los sectores a favor del cambio constitucional fueron 5.879.683 que representaban el 39,71% de la ciudadanía políticamente activa. En mayo de 2023, ese mismo sector, logró tan solo el 29,45%, o sea, con el apoyo de 3.680.317 electores, o sea, 1.178.756 menos de electores en relación al 4 de septiembre del 2023, y 2.219.366 menos de los votantes que votaron Apruebo en octubre de 2020.

En otras palabras, el apoyo ciudadano al cambio constitucional se desmoronó desde adentro y no solo por el ingreso de los “sectores ciudadanos no electores” en el plebiscito de salida 2022 y en la elección de Consejeros del 7 de mayo de 2023.

Ahora si en el plebiscito de hoy triunfa el En Contra, ¿puede ser leído como que la ciudadanía busca un nuevo proceso constitucional? La suma de los electores que votaron en esa dirección el 7 de mayo de 2023, fueron 3.680.317 a los cuales el sumarle los 2.064,454 de los votos nulos que rechazaban el nuevo proceso constitucional, pero que no se oponían al cambio constitucional, llegan, a 5,744,771, o sea, recién este sector estaría pellizcando la votación obtenida en el plebiscito de entrada de 2020. Pero, el voto En Contra estaría recogiendo un porcentaje de sectores de la centro derecha como de la extrema derecha (los exrepublicanos de Rojo Edwards) que se han vuelto díscolos y sus votos podrían elevar esa cifra por encima de la votación obtenida en octubre 2020, pero también de los “no electores abstencionistas” subpolíticos que de volver a votar podrían elevar el voto En Contra al guarismo por sobre el 55%.

Pero, todo ello no implica, de ninguna manera, que sea leído como apostar nuevamente por el cambio constitucional. Puesto que tan sólo aproximadamente el 20% del En Contra estaría dispuesto por pugnar por un nuevo proceso constitucional exigiendo una vez más la realización de una Asamblea Constituyente. Lo más probable que los partidos conformes con el orden político neoliberal tanto de gobierno y de oposición como las ciudadanías, o sea, aproximadamente el 80%, estarían por cerrar el proceso constitucional. Y, tan sólo las izquierdas no institucionales como las y los ciudadanos subpolíticos seguirán bregando por el cambio político e histórico. A pesar de que pueda producirse el triunfo de la opción En Contra, es el cierre del cambio constitucional y una vuelta a la gobernabilidad neoliberal establecida hace 33 años. Para que ello no ocurra es necesario que el voto nulo, el voto en blanco como la abstención no sea mayor de la registrada el 7 de mayo.

Obviamente, de ganar la opción A favor será la consolidación de la restauración reforzada del orden neoliberal. La vuelta al pasado será nefasta para la sociedad chilena.

Interesante es observar brevemente o plantear hipotéticamente como saldrán las diversas fuerzas políticas del plebiscito del 17 de diciembre.

Las fuerzas de las derechas perdiendo habrán ganado. Se van a posicionar en el sistema político con una base electoral entre un 40 a 42% de las preferencias ciudadanas. Además, esa derecha tiene el control del poder legislativo actual, lo que les permite dirigir, frenar, acelerar y obstaculizar el cambio político en los dos años que le restan al gobierno del presidente Boric. Ella posee el poder de veto. Por eso, podrán proyectarse, como futuros ganadores de las próximas elecciones comunales y de gobernadores y de esa forma, seguir pavimentando la ruta política hacia las presidenciales de 2025.

Las derechas cuentan con líderes políticos duros como son José Antonio Kast, de los Republicanos, Evelyn Matthei, de la UDI, y ahora, por los palos y a tropezones, pero con una sólida plataforma política, el senador Rojo Edwards, exrepublicano. Cualquiera de ellos podría llegar a La Moneda, si saben administrar el capital electoral y político legado por el fallido proceso constitucional e incluso y, a pesar del quiebre de republicanos con la salida del senador Rojo Edwards y las concebidas y conocidas querellas internas del sector. Su fortaleza se asienta en que el proceso de cambio constitucional resultó fallido. Ese es su triunfo político e histórico.

Mientras que las fuerzas políticas que convergerán en el voto En Contra son como he dicho más arriba un abigarrado y heterogéneo grupo altamente fragmentado que solo los une una intención: evitar el triunfo del proyecto constitucional republicano. Pero, cada grupo, cada colectivo u organización social, partido político u otros que hoy llaman a votar por el En Contra poseen su propio y particular proyecto político, carecen de un proyecto común o unitario que los pueda proyectar en el futuro. No tienen nada. Por esa razón, aunque triunfen el 17 de diciembre, el día después, o sea, el 18 de diciembre no existirá como actor político. Y, lo más probable es que aparezcan diversos grupos desde los exrepublicanos de Rojo Edwards al profesor Artés asumiendo el triunfo del En Contra como un triunfo de su sector. Pero, lo cierto es que el En Contra no tuvo uno o más rostros que lo identifique. El En Contra no tiene líderes ni lideresas, en otras palabras no tiene rostro sino una multitud.

Obviamente que cada sector que hemos identificado sacará cuentas alegres del supuesto triunfo. Los partidos gubernamentales buscarán un segundo aire para proyectar el gobierno de Boric y su labor para poder lograr buenos resultados electorales en los comicios del próximo año y, tal vez, conseguir una mayor colaboración de la oposición para salir adelante con los diversos proyectos gubernamentales.

Los díscolos de derecha buscarán capitalizar el triunfo para fortalecer sus aspiraciones políticas y electorales y, sobre todo, cicatrizar lo más rápido posible las heridas provocadas con su accionar político que será leído como una contribución a la derrota republicana. La conflictividad interna será feroz, pero contenida por la proyección de las derechas de obtener en el futuro cercano la presidencia.

Puede ganar el A Favor, sí, puede ganar, pero eso va a depender, una vez más, de las y los ciudadanos que hasta el 4 de septiembre eran parte de ese partido que he denominado “el partido de las y los No electores” que en un 35,5% de esa masa electoral volvió a esa condición el 7 de mayo. Tal vez, en esta oportunidad dichos sectores molestos e iracundos con el mal gobierno del Presidente Boric y con la clase política no voten. Haciendo disminuir la votación del En Contra.

Por último, cerremos este análisis diciendo como lo he sostenido en diversos momentos la sociedad chilena está encerrada en un presente eterno que no se define con el plebiscito de este domingo. Este es un camino con una doble vía: una, nos hace ingresar a un túnel oscuro y extremadamente peligroso para las ciudadanías democráticas y, sobre todo, para todas, todos y todes los rebeldes de O19. Y, la otra nos hace ingresar a una nueva Jaula de Hierro como ocurrió en 1988, cuando se derrotó al dictador, también, en otro octubre. Estamos atrapados en la institucionalidad política ideada y proyectada por los autoritarios comandados por Pinochet y Jaime Guzmán, respaldada y expandida por los neoliberales de la exConcertación, exNueva Mayoría como por el Gobierno de Gabriel Boric.

El triunfo será del capital. Chile no tiene futuro. Ese es nuestro drama. Solo queda seguir luchando.

 

Juan Carlos Gómez Leyton

Director Académico CIPPSAL

Dr. en Ciencias Sociales y Política

 

San Joaquín, 16 de diciembre de 2023

®JCGL/jcgl

 

 

 

 

 

 

 

 



Director Académico CIPPSAL Dr. en Ciencias Sociales y Política

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  1. Patricio Serendero says:

    El triunfo del En Contra sí es positivo. La Derecha ha fracasado en su intento de ponerle al país una camisa de fuerza todavía más apretada que la actual durante las próximas décadas. Y eso que contó con todo el dinero y propaganda del gran empresariado. Lo que no es menor. Positivo también porque el Partido Republicano ya no es el dueño de la situación ni la vedette de la Derecha. Esta luchará por la Sra. Mattei en las presidenciales del 2025. De modo que Kast no las tiene todas consigo hoy, algo que era verdad hasta ayer.
    Claro que nada de fondo ha cambiado para los intereses populares. No podría serlo. No tiene un Partido Político ni Movimiento organizado con un Proyecto que pueda dar lucha e intentar cambiar la sociedad neoliberal. No queda otra que seguir luchando para que esto sea realidad algún día.

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