“La muñeca bielorrusa” (Ópera bufa en tres actos de autor anónimo)
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Para ingresar a la modernidad, Chile adhirió a aquellos países, donde impera el desparpajo. Nada de medias tintas. O si se quiere, la vida salvaje, licenciosa, entre guerra y guerra, auspiciadas por los fabricantes de armas. Adiós a las buenas costumbres, heredadas de la colonia y la España imperial que, de buenas costumbres, sólo tiene el nombre. Nuestra sobriedad provinciana en el diario vivir, admirada en el vecindario, de golpe ha desaparecido. De la noche a la mañana se oscureció el cielo. Se hizo humo, pues ahora venderlo, está de moda. Es así, cómo intérpretes de una ópera bufa, emergieron de pronto en el escenario de los teatros del país, para ejecutar, quizá, el montaje más audaz, nunca antes representado por estos andurriales.
Extrema audacia, de quien dirige la obra, cuyo nombre nadie conoce. Ni él mismo. Se oculta, temeroso de ser linchado por lenguaraz y auspiciar intrigas. Desnudar aún más a los infelices, desde hace años, entregados al estriptis. En medio de esta vaguedad y suposiciones a granel, entran y salen de la cárcel, actores y muy pronto actrices, que han sido incluidos en el montaje. Fiesta a la diversidad cultural a una obra, escrita por un compositor brillante y un libretista, no menos talentoso. Esta ópera bufa, la cual transcurre en nuestro país, aunque no se precisa el lugar, sus representaciones se realizarán hasta el 2025, para hacerla coincidir con el festival de Viña del Mar. Acierto a la divulgación de la cultura teatral y operática.
¿Y quiénes son los tenores, sopranos, barítonos y castrati del elenco? Vienen de distintos escenarios, incluido el circo, y a modo de fortalecer la obra, se contrataron a varios extranjeros. La ópera bufa se empezó a escribir hace años, en medio del silencio cómplice, pero no había un lugar adecuado donde montarla. El teatro Municipal de una ciudad “de cuyo nombre no me quiero acordar”, el primero en conocerla, se negó a facilitar el recinto. Temía que lo incendiaran. Se argumentó: “No está en nuestro ánimo, prohibir la divulgación de la cultura. Es nuestro norte, aunque estamos más bien en el centro del país, arriesgar el teatro y verlo convertido en cenizas, como el Metro de Santiago. Si se eliminaran algunas escenas, que nos parecen escabrosas y chocarreras, quizá en la próxima temporada, se revise la solicitud. La obra, en síntesis, se ha escrito con audacia, desparpajo y sentido estético”.
Ante semejante negativa, el autor de la obra guardó por unos años la partitura. Incluso, pensó presentarla en otros escenarios del mundo. Hizo algunos cabildeos, aunque permanecieron en las sombras. Aquella mañana, al ver las noticias en la televisión, dio un brinco. De no creerlo. Su ópera bufa, surgía de hechos reales y desempolvó la obra, guardada en un baúl, donde se esconden las impertinencias. Nacían nuevos antecedentes, historias no contadas y singularidades novedosas, jamás sospechados. La ficción, mundo de paradojas que había imaginado, mientras soñaba, surgía por arte de magia y se aproximaba a lo escrito en su ópera bufa. Suerte de coincidencias, que entusiasmaron al autor y a una tía, que a menudo socorre sus quebrantos.
Ahora, sí pudo sentir la seguridad de haber encontrado la hebra, el camino hacia dónde dirigir, por momentos, sus vacilantes pasos. “Muñeca bielorrusa”, adquiría nuevas formas y encantos, donde lo bufonesco se destaca. Si al comienzo, nadie quería poner la obra en escena, empezaron a surgir los interesados. Infinidad de teatros del país, dedicados al vodevil y la farándula, abrieron sus puertas a un autor que, pese a su anonimato, se ha convertido en celebridad. Quienes saben de ópera bufa, dicen que se mantendrá en cartelera, por mucho tiempo. La inclusión de gallinas cluecas, acólitos, cagatintas, alcahuetas y bufones, se garantiza.
Walter Garib