
Una Cuenta Pública sin sorpresas y con sabor a despedida
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La última Cuenta Pública del presidente Gabriel Boric, realizada este domingo 1 de junio ante el Congreso Pleno, confirmó lo que ya muchos anticipaban: un cierre de ciclo sin grandes anuncios ni giros inesperados. Con un extenso discurso de casi tres horas y bajo el lema “Chile avanza con hechos”, el mandatario repasó logros, promesas en curso y algunas proyecciones, pero sin lograr disipar la sensación de un mandato que no estuvo a la altura de las expectativas que despertó en sus inicios.
A poco más de cinco meses de la elección presidencial, la intervención de Boric pareció más bien un balance final que una rendición de cuentas con miras de futuro. De hecho, más allá de la retórica de los avances en materias como salud, seguridad social o derechos humanos, el tono fue el de una administración que llega a su fin con una agenda aún inconclusa y una gestión calificada por amplios sectores como mediocre.
Dos anuncios con proyección
Entre las más de 40 medidas enumeradas, solo dos captaron con fuerza la atención de analistas y medios. El primero, de fuerte contenido simbólico y político, fue la decisión de transformar el penal Punta Peuco —donde cumplen condena ex agentes represivos de la dictadura— en una cárcel común. “Ningún violador de derechos humanos debe gozar de privilegios carcelarios”, afirmó Boric, en una señal clara de continuidad con su compromiso con la justicia transicional y los derechos humanos.
El segundo anuncio que generó titulares fue la extensión del Metro de Santiago hasta el Aeropuerto Internacional de Pudahuel. Una medida que, si bien útil para la conectividad urbana, resulta menor para ser destacada en una cuenta pública presidencial, lo que da cuenta del limitado margen de acción con el que llega este gobierno a su recta final.
Logros parciales y promesas incumplidas
El presidente destacó avances en salud, como la reducción de tiempos de espera en consultas y cirugías, la implementación del Copago Cero, y el éxito de la vacunación contra el virus sincicial. También mencionó nuevas prestaciones médicas y una futura Ley de Fertilización Asistida. En seguridad social, volvió sobre la reforma previsional —aún sin consenso en el Congreso— y celebró leyes ya aprobadas como la de 40 horas laborales y la “Papito Corazón”.
Sin embargo, el contraste entre este listado de medidas y el ambicioso programa con que Boric llegó a La Moneda en 2022 es notorio. Promesas clave como una nueva Constitución, una reforma tributaria estructural o transformaciones profundas en educación y salud pública siguen sin concretarse. La brecha entre el proyecto original y los resultados reales ha alimentado una creciente decepción entre sus propios adherentes y en sectores que, sin compartir su ideario, esperaban mayor eficacia política.
Un cierre sin redención
A diferencia de otras cuentas públicas donde se intentó imprimir ritmo o marcar un nuevo rumbo, esta última versión no buscó recomponer apoyos ni construir un legado sólido. Más bien pareció la conclusión de una gestión que asumió con una alta carga simbólica y generacional, pero que se vio rápidamente enfrentada a la realidad de una gobernabilidad compleja, fragmentada y condicionada por derrotas políticas clave.
En síntesis, la última Cuenta Pública de Gabriel Boric no corrige la percepción de un gobierno que, aunque bien intencionado en varios frentes, ha dejado más promesas que transformaciones. Con una baja proyección política para el último tramo del mandato y sin una figura oficialista consolidada de cara a noviembre, el futuro de su proyecto político queda en suspenso. La historia juzgará si esta administración fue solo una pausa progresista o el inicio frustrado de un ciclo de cambios más profundos.





