Gastronomía y Turismo Placeres Culminantes

“Marina mar de tapas”: la expresión del mar

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Como una proa de barco que cumplió el tiempo de sus idas al mar, en una esquina que mantiene la impronta original del Barrio Italia aparece “Marina mar de tapas”, un lugar donde los frutos de mar juegan entre su expresión original y sus posibilidades más allá de los límites dogmáticos que regulan ciertos paradigmas culinarios que no ven lo exquisito ni lo delirante de esos manjares que nos regala el mar único que constituye al Pacífico nutriendo nuestras costas.

 

La cocina de este lugar, que ha sido crucial en la recuperación de volvernos a los sabores variados del mar que estuvieron tan presentes en nuestras infancias, tiene esa luz propia de los faros que sirven de punto de orientación en la navegaciones nocturnas. Esta imagen sirve como descripción de ese encanto que posee este lugar que acerca a la cultura de las caletas descubriendo sabores genuinos que expresan el arte del buen comer, a partir de estos productos de alimentación provenientes de esas costas extendidas en el territorio, por eso es que una visita a este templo marítimo es un viaje a los sabores de antes sin desconocer que habitamos un tiempo presente que determina parte de nuestro futuro. Una cocina consciente de la importancia de la sustentabilidad alimentaria que demanda acciones responsables para orientar una buena práctica alejada del extractivismo radical y de visiones comerciales deshonestas.

 

Una de las particularidades de este restaurante es que llama a vivir una auténtica vivencia restauradora que nutra al cuerpo y al espíritu sacándolo de ese cotidiano vertiginoso que se apropia de las ciudades, esta hermosa esquina entrega una tranquilidad semejante a esas que podemos experimentar en las provincias en ciudades que tienen otra calidad de vida. De esta forma se disfruta mejor el placer de la comida, asegurados de la calidad de los productos y de una atención especial que se preocupa de los detalles hasta cuando el plato llega a la mesa, esto es parte de la visión que le da el profesionalismo de Francisco Hraste apoyado en un equipo que comparte la vocación por el buen servicio.

 

La invitación de este lugar, como indica su nombre, es a ir de tapas, compartir los alimentos es un acto de intimidad que permite una cercanía con el prójimo que le concedemos la participación en nuestra vida, dándonos ese momento de donación de gozo que se comparte con reciprocidad en un festín abierto a los sabores. Así es como se da inicio con las bandejas que traen almejas, choros maltones, ostras y ostiones crudos que vienen con distintas preparaciones ofreciendo una diversidad de sabores al paladar que tributan a nuestra cocina doméstica junto con la apertura a preparaciones nuevas que elevan la degustación. Los distintos tipos de empanadas pueden aumentar los sabores para una contundente entrada. Un clásico del lugar son las tostadas con una desmenuzada sierra ahumada que trae  a la memoria el recuerdo de esos vendedores con su pregón del “ahumaito” que fue un alimento tan propio de “las onces” caseras entre nuestras abuelas y madres. Algo novedoso que asume gustos de nuestros tiempos es la oferta de hamburguesas que en este caso se luce con una jibia al estilo de una mechada. Los postres no abandonan la invitación al mar, notable es esa preparación de helado de cochayuyo que es una exquisitez.




 

Los vinos merecen un comentario a parte dado que este lugar cuenta con una carta sofisticada de vinos nobles que suelen ser desconocidos aún por muchos y que son un aporte a la gastronomía. Vinos que aportan a la experiencia culinaria, cargados de historias que transportan en viajes a sus territorios. Aquí la experiencia de comer es un rito, por eso que el acompañamiento de los maridajes ofrece posibilidades que están determinadas para una mejor experiencia de los sabores. La carta de vinos invita a ir explorando un viaje alimentario entre mar y tierra, en esa búsqueda de expresión entre los frutos del mar y esos jugos fermentados que son frutos de la vid entregándonos sensaciones en la nariz y en la boca.

 

“Marina mar de tapas” logra la armonía de los sabores, ofrece un espacio que nos abstrae del ritmo de la ciudad, donando una forma de sentir otros ritmos y otras pulsiones, en donde el servir los alimentos es un rito que permite un goce de esa perfección pitagórica que invita a hacernos partícipes de la belleza. La cocina es un acto creativo que permite ese regocijo del ser que busca una restauración de la vida cotidiana que es parte de un misterio que sigue latiendo en la palabra, como habitantes de otro tiempo en esta casona que rememora a ese barco que descansa a las orillas de una playa.

 

Alex Ibarra Peña.

Dr. En Estudios Americanos.

@apatrimoniovivo_alexibarra

 



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