Columnistas

Derrota 

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 7 segundos

La formidable coalición de fuerzas políticas democráticas, progresistas y revolucionarias, de Chile, sufrió ayer una de las mayores derrotas de su larga y honrosa historia, con justicia reconocida y admirada en el mundo entero. Esta derrota resulta tanto más dolorosa por cuanto les fue propinada por su propio pueblo.

El día era cierto pero indeterminado, como tituló el artista Gonzalo Díaz Cuevas —cuyas imponentes y merecidas honras fúnebres con duelo oficial tuvieron lugar el día anterior— una de sus obras referidas al 11 de septiembre de 1973, la mayor derrota de Chile. Misma cuya experiencia y al cabo de un tiempo su triunfal superación en alas de la renovada irrupción de su pueblo en política, templaron para siempre a sus protagonistas. Para enfrentar ésta y otras derrotas seguidas de nuevas resistencias y victorias sostenidas siempre en la siempre actividad política del pueblo, que sin duda sufrirán y podrán saborear en el futuro. Para volver a conducir el continuado progreso de la sociedad y el país como lo han venido haciendo durante un siglo. Ello es inevitable, simplemente porque así es la vida de las personas y los pueblos.

El pueblo de Chile concurrió ayer una vez más a las urnas a manifestar, con su voto, en forma masiva e inapelable, a estas fuerzas políticas, su rechazo. Fue una más de la treintena de elecciones nacionales celebradas en el último quinquenio; pandemia mediante, con el mismo resultado. Todas desarrolladas con la emocionante disciplina, orden, tranquilidad y amabilidad colectivas; mismas cualidades cívicas que permitieron al pueblo derrotar la pandemia. Organizadas ambas de manera impecable por los servicios públicos respectivos, electoral y de salud, los que han logrado mantener y acrecentar así su bien notable legitimidad, en medio de una crisis política nacional.

Es el mismo pueblo que, en forma menos amable, el 18-O irrumpió masivamente en el espacio político, en el Metro, en las calles, plazas y por doquier, a lo largo de todo el territorio; a manifestarle al sistema político su rechazo a la continuación de lo que esta coalición y otra de inspiración derechista pero con programas no muy diferentes, habían venido haciendo por treinta años; desde que el pueblo les confió la administración del Estado, organizado nuevamente como una democracia, tal como ha sido tradicional en Chile después de la Independencia.




La democracia fue reconquistada por la precedente irrupción masiva en política de este mismo pueblo, la Rebelión Popular, conducida brillantemente en forma clandestina por esta misma coalición política formidable, tras casi dos décadas de heroica resistencia primero y ofensiva popular masiva abierta después, desplegada en todos los planos, utilizando todas las formas de lucha, bien aprendidas, practicadas y ciertamente no olvidadas.

Al igual que sucedió desde el mismo día 11 de septiembre de 1973, la experiencia de este nuevo aporreo sufrido en conjunto por esta coalición, debe estrechar aún más, de abajo a arriba, los fuertes lazos de sus protagonistas. Para reforzar así, aún más, el resistente tejido de experiencias conjuntas, buenas y malas, que ha hecho de esta coalición una fuerza política que sus propios adversarios reconocen como formidable.

En primer lugar, por cierto, le corresponde saludar y felicitar a la persona que encabezó con alegre brío esta gran batalla; honroso lugar que le fue adjudicado de manera completamente inesperada, en virtud de una decisión cristalizada, no en los estrechos y oscuros pasadizos del poder sino, en la aireada y multitudinaria atmósfera de una reciente y asimismo contundente elección primaria; dando muchas gracias a Jeannette Jara Román, una auténtica mujer luchadora del pueblo.

Asimismo y al igual que entonces, corresponde a estas fuerzas políticas analizar las causas de su derrota y corregir lo que es de su propia responsabilidad, pero sin permitir que ello altere en lo más mínimo, sino por el contrario, refuerce más aún, la solidez de su tejido. Ello se facilita porque este análisis es ya compartido en buena medida y no sólo por las fuerzas políticas que conforman esta coalición. Como ha advertido en recientes declaraciones a un medio internacional el presidente de uno de los partidos que ayer ganaron la elección, «si la derecha no puede cumplir con las demandas de los chilenos, entraremos en territorio desconocido en términos de frustración», dijo. «Lo que está en juego durante los próximos cuatro años es la fe de la gente en nuestro sistema político».

Estas ciertamente no se reducen a un listado de pequeñas reivindicaciones sino que requieren acabar con los abusos que se originaron el 11 de septiembre de 1973. Mismos que no intentaron siquiera corregir los gobiernos de los “30 años” ni tampoco el que les siguió y que ayer acabó. Todos realizaron sin duda muchas cosas en beneficio del pueblo y el país, pero ninguno se atrevió a enfrentar a los grandes abusadores y acabar con los mayores abusos. Muy por el contrario, todos estos gobiernos buscaron, explícitamente, ponerse de acuerdo con los grandes abusadores y como era de esperar, acabaron gobernando principalmente para ellos.

Mucho menos lo hará el gobierno que viene tras la derrota de ayer. Éste no sólo no tocará a los grandes abusadores ni con el pétalo de una rosa sino que gobernará abiertamente y descaradamente para ellos, puesto que son los mecenas que los han prohijado y a quienes sirven a sueldo. De manera cobarde y canallesca, buscarán en cambio desviar la justa ira del pueblo contra los grandes abusadores y el sistema político en general, hacia los inmigrantes, grupo minoritario muy respetable y necesario que por primera vez en la historia constituye una parte significativa del pueblo trabajador de Chile. Este nuevo abuso miserable contra una parte hermana, diferente y más débil, del pueblo trabajador de nacionalidad chilena, debe ser impedido a todo trance.

Todo lo anterior se agrava por el terremoto geopolítico internacional en curso en estos precisos días. La principal potencia global se ha visto forzada a replegarse tras reconocer la nueva realidad en la correlación de fuerzas mundial, producto del gradual pero inevitable avance del mundo emergente, cuyos principales protagonistas han alcanzado ya un poderío comparable a las potencias que por tres siglos han hegemonizado al mundo entero, simplemente porque accedieron antes al moderno modo de producción. Lamentablemente la principal potencia pretende enfrentarlas de mejor manera afirmando su hegemonía sobre el “hemisferio occidental” que incluye a América Latina, sobre la cual y sus recursos piensan poner en práctica su doctrina de “América para los americanos”, rebautizada oficialmente como “Monroe–Trump”. Han declarado que se proponen asegurar esa hegemonía mediante intervenciones directas, como la que hoy dirigen contra Venezuela y también mediante yanaconas locales como el que inspira y apadrina a quien ha ganado la elección de ayer.

La formidable coalición democrática y progresista ayer derrotada debe asumir rápidamente esta nueva situación y proponer defender asimismo y por sobre todo la soberanía nacional, estableciendo en la región y en el mundo emergente las alianzas sólidas que hoy resultan indispensables para enfrentar el riesgo que este giro de la principal potencia representa para la seguridad nacional de Chile.

Lo que necesita la formidable coalición democrática ayer derrotada es asumir plenamente lo que hace un siglo reclamaba con elocuencia y sin que nadie le hiciera entonces mucho caso, el Presidente Arturo Alessandri Palma: “no hay excepción a la ley de la historia a la ley que conduce a los pueblos a la hecatombe cuando postergan las reformas necesarias”.

 

Manuel Riesco

Vicepresidente CENDA

15 de diciembre de 2025



Foto del avatar

Manuel Riesco

Economista. Vicepresidente de Cenda

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *