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Todo comienza en los años 20: mi abuelo, Manuel Rivas Vicuña, llamado el “Portalito”, (genio de las combinaciones parlamentarias), fue el responsable de que Arturo Alessandri, hombre demagogo y muy amigo del dinero que procedía del norte de Chile, después de la guerra del salitre, fuera elegido Presidente de la República. Además, Portalito fue el causante para que “El Paco Ibáñez” se instalara en el poder, (en esa época el sentido del honor y de la palabra tenían un apreciado valor). En el Hotel O´Higgins, en Viña del Mar, un militar había olvidado un fajo de papeles, entre los cuales se encontraba un plan para destruir la Marina como tal y anexarla al Ejército. Rivas, por ese entonces ministro del Interior, convocó a  su oficina al ministro de Guerra, Carlos Ibáñez del Campo, y preguntó si él era el responsable de la redacción de esos documentos, e Ibáñez le respondió: ¿ya los leyó, don Manuel? – e, inmediatamente, abrió su bocaza y se los comió -.

Mi otro abuelo, Rafael Luis Gumucio Vergara, diputado en la época, (había sido director de varios periódicos de la Iglesia Católica y del Partido Conservador, y solía recurrir al sacramento de la penitencia para confesar pecados que no tenía), ocupó la presidencia de la Cámara de Diputados, desde donde se permitía insultar a destajo a Carlos Ibáñez del Campo,  ministro de la Guerra, quien buscó, por todos los medios, llegar a un pacto con el Congreso, pidiendo perdón a su presidente Gumucio, quien escuchó de espaldas el discurso del ministro Ibáñez.

Carlos Ibáñez, que odiaba a los políticos, (y mucho más a los obreros y los maricas como se les calificaba en la época), decidió mandar a la policía al lugar de residencia de los Rivas y Gumucio, a fin de expulsarlos del país: el primero tuvo más suerte que el segundo, pues fue nombrado árbitro diplomático en el conflicto entre Turquía y Grecia. (Una tía cuenta que tuvo encuentros, en los pasillos del hotel, con ´el rey de los exiliados´, Leon Trotski), mientras que el segundo, el conservador Gumucio, carecía de dinero y tuvo que exiliarse en el país más barato de la época, en Bélgica, en Lovaina – sede universitaria del catolicismo -, donde sobrevivía casi sin apoyo monetario, salvó las donaciones y oraciones de beatas católicas chilenas. Mi abuela, Amalia Vives Vives, murió muy joven y  repentinamente de un infarto al miocardio. (la mayoría de las veces, los verdaderos amigos valen más que el dinero, y mi abuelo admiraba y quería al gran líder conservador, don Abdón Cifuentes, quien abogó ante Ibáñez para su regreso al país, gracia que le fue concedida a condición de que no hablara una sola palabra de política. Ya viudo y con nueve hijos, Gumucio aceptó el trato.

En religión y política Gumucio Vergara era muy reaccionario. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: era medio pariente del sacerdote Fernando Vives Solar, (líder y formador de Alberto Hurtado Cruchaga), y se cuenta que en una visita a este pariente, Gumucio salió golpeando con su bastón, al tiempo que gritaba al padre Vives “usted es un comunista”.




Mis padres, aunque se conocían y existía amistad recíproca entre estas dos familias, pero  no había un interés romántico entre ellos , y mi madre recordaba que sus hermanas querían “adoptar a un niño Gumucio”, también beato pobretón como su padre.  En 1937, en una de las elecciones para concejales, mi madre fue vocal de mesa y también votó por mi padre (en ese tiempo  robar no  era una costumbre política).

Mis padres se casaron en 1939, en la Iglesia de Los Sagrados Corazones. El nuevo recién casado era muy malo para los negocios, y terminó en la ruina, (mi padre me contaba que estuvo a punto de suicidarse, pero mi abuelo, a quien mi madre no quería mucho, repetía la frase “no hay beato bueno”; uno de mis tíos Rivas, Manuel, se suicidó y, en su carta de despedida, recordó una frase de mi abuelo: “aún no he visto los calzoncillos del Cirineo”).

Nací el 31 de marzo de 1941, en época en que la ciudad de París estaba en manos del gobierno de Philippe Pétain (la mayoría de los parisienses eran colaboracionistas) , y Hitler avanzaba con miras al dominio total de Europa. Para la derecha chilena los nazis, eran los grandes enemigos del comunismo, y el político Ramón Gutiérrez pedía se implementara en Chile un régimen similar al de Mussolini, y que los trenes llegaran a la hora que correspondía, (poco importaba que muchos ciudadanos murieran por ese avance técnico).

Durante la guerra la gasolina escaseaba, por consiguiente, muchos de los jóvenes chilenos andaban en bicicleta. Yo tenía apenas un año de vida y mi madre me llevaba en el canasto de su bicicleta, que ostentaba la bandera británica, (en manos de la Albión estaba el camino de la democracia).

La situación económica en mi casa comenzó a mejorar: mi padre, seguramente con cuña, fue nombrado como director de Estadísticas y Precios, que fue el comienzo para hacerse conocer. ( en ese tiempo  se podían  contar el número de chilenos)

Durante el gobierno de Juan Antonio Ríos, que gozaba en ese entonces de buena fama, pues el mundo venía de ganar la guerra, Chile marchaba al unísono de las nuevas democracias latinoamericanas, y sólo nos quedaba en Chile un grupo minoritario de japoneses, que fueron desterrados una vez declarada la guerra a Japón, (según uno de ellos, “en Chile lo pasaron regio”, alimentándose con charqui, ´claro que esa vez, a finales de la guerra, no se realizaban actos en los a los autoridades no se les llamaba el señor alcalde, el señor intendente, el señor relegado, tratamiento propio de la época de Augusto Pinochet´).

Todos los niños, por esencia, son conservadores, y se arriman al más poderoso y amoroso, y en mi caso, mi abuelo Gumucio Vergara, era mi predilecto. Mis tías desempeñaban todos los quehaceres que un niño exige, y mi madre se reía de la situación diciendo que mi abuelito era el zar, y yo, el zarévich. Mi padre, que siempre le había gustado situarse en la izquierda, junto con Eduardo Frei Montalva y Bernardo Leigthon, eran partidarios de apoyar a Gabriel González Videla, y así lo hicieron, durante el congreso llamado de “los peluqueros”, (acto realizado en el Sindicato de los cortadores de pelo), menos la juventud, encabezada por Radomiro Tomic, que más pretendían apoyar al doctor Eduardo Cruz-Coke, (quien, junto con Salvador Allende y Juan Noé, se consideran los fundadores de la medicina social chilena).

Mi abuelo, que había vuelto a militar en el Partido Conservador, era partidario de Eduardo Cruz-Coke, y yo, aún niño, era su ayudante, y nos encantaba contradecir a mi padre, que estaba con el candidato de los comunistas, Gabriel González Videla,  (nada  más parecido a los fanáticos monoteístas que los comunistas, pues ambos tienen una fe incluso de carbonero, y sólo Papas muy cortos de mente, pueden decir que los comunistas son ateos).

Manuela y Juan, mis hermanos, eran mis protectores de infancia, pues apenas ingresé al colegio de curas, mi vida comenzó a ser un infierno, y mis compañeros de curso, en su mayoría hijos de dueños de fundos, ganaban siempre en “la campaña del kilo”, supuestamente destinada a dar de comer a los pobres. Nosotros éramos de la ciudad y nuestra madre sólo   podía comprar en el almacén de al frente.

A los curas les encantaba que asistiéramos a ver películas sobre la “historia sagrada”, de muy mala calidad, y para ganarse el cielo, nos invitaban a apadrinar a niñitos de los “ojos rasgados” (Los cánticos católicos, en algunas ocasiones, propagaban el odio, por ejemplo, el que decía “que murió Garibaldi pum”, y a veces a rezar para  que llegara luego la muerte de Juan Domingo Perón).

(En la próxima entrega continuaré con esta historia)

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

 

01/04/2021

Bibliografía

Manuel Rivas Vicuña

Historia Política y Parlamentaria

De Chile

Administración  de 1891-1910

La administración Barros Luco (1910-1915)

La administración Juan Luis Sanfuente (1915-1920)

Tomo II

Ediciones Biblioteca Nacional

Santiago, Chile 1964

Rivas y Alessandri eran los hijos políticos de Fernando Lazcano y se elegían los dos

Rivas se decidió a conspirar contra Alessandri cuando Arturo Olavarría Bravo Chile entre dos Alessandri

Arturo Alessandri Recuerdos  de Gobierno

Nacimento 1957

 

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Historiador y cronista

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  1. Yo, este pecho, ya pasó los ochenta hace rato. Todavía
    queda aliento y las ganas de comer no faltan. Pero solo
    comida sana, lo otro, eso feo y reservado ya no cuenta.
    Pasó de «moda»; pero para mí, se entiende.
    Dos años en Buenos Aires, en casa de mi hermana A.
    Ya muerta. Ciudad Moreno, calle Chile 1180.
    De Baires a Europa en el Cristoforo Colombo.
    B. Aires, Montevideo, Santos, Rio do Janeiro,
    Lisboa, Barcelona,parada tecnica en Canes donde bajaron
    4 personas en bote, y luego Genova. Nada más
    Muchas veces pienso, cuántos años más viviré. No es broma.

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