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La reunión de Tohá y Jara: la coalición progresista comienza a borrar su identidad

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El encuentro entre Carolina Tohá y Jeannette Jara no fue solo una imagen de unidad en medio de la recta final de campaña. Representó, sobre todo, un síntoma del momento político que atraviesa la izquierda chilena: la necesidad de ensanchar su base electoral ante el avance de la ultraderecha, aunque el precio de esa ampliación sea diluir el proyecto que la diferencia.

Durante la cena en Providencia, organizada por Sergio Bitar y Víctor Barrueto, confluyeron los viejos rostros de la ex Concertación con la candidata comunista que hoy lidera las encuestas. Un gesto de convergencia que busca enviar una señal de estabilidad, continuidad y gobernabilidad frente a la polarización. Pero el fondo de la reunión deja preguntas más inquietantes que certezas.

El pragmatismo como programa

Desde su triunfo en las primarias, Jeannette Jara ha ido moderando sus planteamientos iniciales. Su discurso, que partió con promesas de transformación estructural y una mirada claramente social, se ha ido desplazando hacia un reformismo contenido, cada vez más cercano al lenguaje tecnocrático de la centroizquierda tradicional.

La reunión con Carolina Tohá consolida esa tendencia. La ministra —figura emblemática del liberalismo concertacionista— fue una de las voces más críticas del comunismo durante las primarias. Ahora, sentada junto a Jara, busca articular un discurso amplio que capture al votante de centro y al electorado liberal que teme los extremos. El problema es que ese movimiento, pensado para enfrentar a la ultraderecha, reproduce las mismas lógicas políticas que la derecha necesita para sostener su hegemonía: el miedo, la moderación, el consenso como punto final.




En el corto plazo, puede servir para evitar una derrota. En el largo, puede aniquilar la posibilidad de un proyecto transformador.

El costo de ampliar el mapa electoral

El argumento es conocido: para ganar la segunda vuelta, la izquierda debe sumar al centro. Pero cada intento de ensanchar la base ha significado en Chile una pérdida de horizonte. Ocurrió con la Concertación, que tras décadas de administración neoliberal dejó un saldo de desafección y hastío ciudadano. Ese mismo ciclo amenaza repetirse.

Si la candidatura de Jara asume el eje que propone Tohá —una alianza de “todo el progresismo” contra la ultraderecha— sin establecer límites ideológicos, el bloque corre el riesgo de perder toda referencia programática. Las señales ya son visibles: retrocesos en materia tributaria, silencios sobre derechos sociales, un discurso más cercano al orden que a la transformación.

En esa búsqueda de un electorado “oculto” —liberal, temeroso, conservador en lo económico— el progresismo puede terminar repitiendo el error que abrió la puerta al auge del populismo de derecha: renunciar a representar la demanda de cambio real.

Una convivencia difícil

El acercamiento entre Tohá y Jara también expone una fractura interna. Mientras la ministra del Interior intenta marcar distancia del Partido Comunista, al que no considera parte natural de una coalición de gobierno, Jara se mantiene firme en su militancia. No hay renuncia, ni simbólica ni política. Pero su programa ya no expresa con claridad las posiciones del PC, ni las expectativas de los sectores que la impulsaron.

El riesgo, entonces, es doble: por un lado, el progresismo podría perder la confianza del electorado popular que exige cambios profundos; por otro, podría no convencer al votante de centro que busca estabilidad, porque ese espacio ya está ocupado por una derecha que promete orden sin ambigüedades.

Tohá perdió por paliza las primarias

El electorado eligió a Jeannette Jara precisamente porque era comunista, porque representaba una promesa de transformación profunda frente al desgaste del reformismo tradicional. Ese voto fue una señal de hartazgo hacia la política de los acuerdos, hacia la tibieza y la falta de coraje del progresismo liberal. Y, sin embargo, apenas meses después, Jara aparece acompañada de quienes simbolizan esa misma etapa que la ciudadanía quiso dejar atrás. ¿Qué se le ofrece hoy a ese electorado? ¿Una moderación que ya fracasó o un nuevo intento por domesticar la esperanza? En la búsqueda del centro, el riesgo es despojar de sentido al mandato que la llevó hasta aquí.

La paradoja del progresismo chileno

La escena de Jara y Tohá compartiendo mesa resume la paradoja actual del progresismo chileno: para sobrevivir electoralmente, necesita parecer menos de izquierda; pero al hacerlo, pierde la razón de ser que le da sentido histórico.

El proyecto que alguna vez buscó superar la lógica neoliberal hoy corre el riesgo de asumirla como marco inevitable. La candidata que encarnaba un horizonte de cambio podría terminar representando una nueva administración del mismo modelo, legitimado por la urgencia de contener al fascismo.

La pregunta, entonces, no es solo si la coalición progresista puede ganar la segunda vuelta. Es si, al hacerlo, todavía podrá reconocerse en el espejo.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista
  1. Felipe Portales says:

    Confirmando las apreciaciones de Serafín Rodríguez, lo del litio, las AFP, las Isapres, la Araucanía, el «Clarín», el TPP11 y el tratado con la UE han demostrado completamente la ninguna voluntad del actual Gobierno -del cual Jara fue su ministra del Trabajo- de haber querido sustituir el modelo económico-social insertado plenamente en la globalización neoliberal. Y el actual programa (¡no el primero!) de Jara revela también, a las claras, su voluntad esencialmente continuista respecto de los ya seis gobiernos de «centro-izquierda» que hemos tenido desde 1990…

  2. Serafín Rodríguez says:

    Cabe recordar que poco después de que Jara ganara la primaria del progrerío y compañía, además de tirar por la borda su programa de gobierno original, habló de «suspender» su militancia, algo con lo cual jugó por varios días o semanas. Sin embargo, el PC terminó por darle un gran portazo en las narices. Sin embargo, ahora viene la guinda de la torta… En entrevista con Radio Cooperativa, Jara ha dicho claramente que de resultar electa, renunciaría al PC. Su argumento es que su intención es «gobernar a los chilenos y las chilenas, no a los militantes de los partidos» —una frase ideológicamente muy reveladora que trae a la memoria las prácticas de las antiguas nomenclaturas en cuanto a eso de «gobernar a los chilenos y las chilenas», gobernar a los ciudadanos…

    Con todo, de lo qie se trata no es más que hacerse del poder a toda costa, en competencia con la derecha en la oposición, básicamente a fin de administrar lo que hay, tal como se ha hecho desde 1990, con algo de vaselina para que no duela tanto y nadie se encabrite. De hecho, hay muchos a los que les ha quedado gustando…

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