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Ante el avance autoritario: el llamado de OLCA a reconstruir lo colectivo desde los territorios

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El reciente triunfo de José Antonio Kast, representante de la ultraderecha chilena y heredero político del pinochetismo, ha abierto un nuevo ciclo político marcado por la incertidumbre y la amenaza de retrocesos en derechos sociales, ambientales y democráticos. En este contexto, el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA) difundió una declaración pública que busca alertar sobre los riesgos del escenario que se abre y, al mismo tiempo, convocar a una recomposición del tejido social desde los territorios.

El comunicado parte de una constatación central: el avance autoritario no es un fenómeno espontáneo ni accidental. Es el resultado de décadas de acumulación de frustraciones, desigualdades persistentes y una profunda fragmentación social, incubadas bajo un modelo neoliberal que ha sido administrado por distintos gobiernos, con discursos diversos, pero con resultados estructuralmente similares. En ese largo proceso, advierte OLCA, se fue consolidando una cultura del individualismo —el “ráscate con tus propias uñas”— que erosionó la acción colectiva y debilitó las organizaciones sociales.

Desde esta perspectiva, el triunfo de Kast no aparece como un quiebre súbito, sino como la culminación de un proceso. Tras más de una década de construcción política, el pinochetismo logró llegar nuevamente a La Moneda “por la puerta ancha”, esta vez sin tanques ni estado de sitio, sino mediante elecciones, discursos de orden y seguridad, y el respaldo explícito de sectores empresariales y políticos que han visto en su proyecto una continuidad radicalizada del modelo.

La declaración de OLCA es particularmente crítica del rol desempeñado por los gobiernos autodenominados progresistas y de centroizquierda, incluido el actual. A su juicio, lejos de ofrecer una salida transformadora a la crisis estructural del neoliberalismo chileno, estas administraciones optaron por administrar el modelo, renunciando progresivamente a las consignas que los llevaron al poder. Feminismo, ecologismo y derechos sociales quedaron, según el texto, reducidos a retórica de campaña o a políticas públicas parciales que no alteraron las bases de la desigualdad.




En ese sentido, OLCA sostiene que el gobierno de Gabriel Boric no solo no logró canalizar la energía social abierta por el Estallido de Octubre de 2019, sino que terminó allanando el camino para la ofensiva autoritaria. La ampliación de facultades represivas para policías y fuerzas armadas, impulsada durante este período, aparece como una herencia peligrosa que un gobierno de ultraderecha puede utilizar sin contrapesos para criminalizar la protesta social y la defensa de los territorios.

El análisis se vuelve aún más agudo cuando se aborda el campo socioambiental. Según OLCA, en los últimos años se promovió una despolitización de las luchas ambientales, reduciéndolas a enfoques técnicos, superficiales o compatibles con alianzas público-privadas que profundizan el extractivismo. Esta estrategia —afirman— ha generado miseria social y devastación ecológica, al tiempo que debilitó la capacidad de las comunidades para disputar el sentido del desarrollo.

Con la llegada de Kast al poder, este escenario podría agravarse: aceleración de inversiones cuestionadas, privatización de bienes comunes, regresión ambiental y una intensificación de la criminalización contra quienes defienden sus territorios y denuncian la corrupción. No se trata, advierte el comunicado, de un temor abstracto, sino de una tendencia ya observable en otros países donde la ultraderecha ha gobernado.

Frente a este panorama, OLCA plantea una definición estratégica clara: la resistencia, por sí sola, no basta. El desafío es reconstruir lo colectivo, rearmar espacios de encuentro y fortalecer la organización popular como condición para cualquier proyecto transformador. Esto implica —según el texto— salir de la comodidad de los círculos homogéneos, superar fragmentaciones internas y reconectar con las comunidades desde sus necesidades concretas.

La declaración también asume una autocrítica explícita hacia las propias organizaciones sociales. Reconoce que, tras la pandemia, no se priorizó la construcción de agendas políticas sólidas y articuladas con las comunidades, lo que contribuyó a la dispersión y al debilitamiento de una alternativa popular capaz de disputar hegemonía.

En ese marco, OLCA reafirma su compromiso histórico: acompañar a comunidades locales que enfrentan proyectos extractivos en condiciones de profunda asimetría, promover la participación social y construir alternativas basadas en la justicia social, ecológica y climática. La defensa de la naturaleza, subrayan, no puede separarse de la defensa de la vida digna y de la autodeterminación de los pueblos.

El comunicado cierra con una consigna que resume su orientación política: “Ante un camino pedregoso; debemos cuidarnos, articularnos y seguir”. No se trata solo de enfrentar un gobierno adverso, sino de comprender que el ciclo político que se abre exige más organización, más comunidad y una lectura crítica de los errores del pasado reciente.

En un escenario marcado por el avance autoritario, la declaración de OLCA se inscribe como una de las primeras voces que buscan reordenar el campo popular desde abajo, poniendo en el centro la memoria de las luchas, la autocrítica y la necesidad urgente de reconstruir un proyecto colectivo capaz de disputar el futuro.



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