
No es el triunfo de una nación, sino la aceptación de su decadencia. No fue elegido en el apogeo de su gloria, sino en el crepúsculo tranquilo de su confianza imperial. La elección del Papa León XIV nos habla menos de la grandeza estadounidense que de su repliegue. Que la Iglesia católica, una de las instituciones políticas más antiguas del mundo, haya estado dispuesta a







