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Joaquín Lavín capullo de la SOFOFA

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En ceremonia ex cátedra, Bernardo Larraín Matte, presidente de la SOFOFA se refirió a uno de sus capullos, en los siguientes términos: “A Joaquín Lavín lo vi como “cosista” en el pasado, pero hoy lo veo rompiendo inercias”.

 

El empresario, sentado en el diván otomano, que hace un tiempo se vinculó a espionajes de perversas historias adulterinas, aún no develadas, emplea la palabreja “cosista”, cuyo uso es cuestionado por los lingüistas. Como él no es escritor, ni escribidor, menos aún poeta, puede emplear esas palabras. Su trabajo dista del preciosismo en el hablar. Utiliza el lenguaje directo, donde da órdenes, alejado de metáforas, alegorías, pues cuanto expresa, debe ser entendido por el vasallaje. El cosismo se considera un vicio del lenguaje. Copio una opinión autorizada: “Las personas que abusan del uso de esta palabra, denotan pobreza en el manejo de su idioma. Quien acude al cosismo descuida su banco de memoria lingüística y empieza a perder capacidades en su proceso comunicativo”. Otro lo asegura, no yo, queridas criaturas lectoras de mis crónicas. Lavín, había expresado hace un tiempo, utilizando un lenguaje cursi y amoroso, propio de la novela rosa, lo siguiente: “Que me digan cosista, lo tomo como un piropo”. Se observa, entre el hidalgo Bernardo Larraín Matte y el plebeyo Joaquín Lavín, cómo difieren en la utilización de las imágenes, sean o no idílicas, y nos conducen por encontrados caminos. En uno se advierte la voz del patrón y en el otro, del pichón seducido.

 

A Joaquín Lavín, la oportuna bendición, el beneplácito y la aprobación, le ha llegado de la más alta autoridad del gremio. Espaldarazo categórico, que no se discute. Después de las declaraciones orbi et urbi del mandamás de la SOFOFA, el resto de los candidatos de la derecha, y por qué no de la izquierda fingida, donde figuran los Kast, Andrés Allamand, Evelyn Matthei y aspirantes anónimos, deben desempolvar túnicas de penitentes y lanzarse a predicar en el desierto de Atacama. A la fuerza les impusieron la santa extremaunción. Este paraje idílico ofrece inusual belleza, sobre todo el sector de San Pedro. Ahí se halla el Valle de la Luna y el volcán Licancabur. Región ensalzada para la meditación y el proselitismo político. Con suerte, lograrían ser de nuevo candidatos, después de bañarse en los geiseres para expurgar el pecado de la arrogancia. En el sector, pueden enseñar a leer y escribir a los lugareños y realizar obritas de teatro, bajo la luz de la luna. Leer el Eclesiastés, que dice: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir”. Lavín, autor del museo de cera —donde no figura Pinochet, lo cual se ve como menosprecio a su gestor espiritual— el pichón ungido con los santos óleos, el bien amado descendiente de patipelados de la península ibérica, llegados a fines del siglo XVIII a estas tierras de mapuches, debe organizar su comando. Si Sebastián Piñera utilizó el sabio lema: “Tiempos mejores” y los tiempos han empeorado, entre eclipses, sequías, lluvias torrenciales y metidas de pata, Joaquín Lavín podría emplear, por ejemplo, el siguiente lema —no “eslogan”, porque la palabra es innecesaria— el cual propongo con la modestia de quien apoya ideas de personas nobles de espíritu: “Patipelados al poder, la gente a comer”. Bueno, se trata de una sugerencia de quien también es descendiente de campesinos patipelados y analfabetos, venidos de Palestina, y se dedica a escribir, porque no sabe hacer otra cosa.     

       

También Bernardo Larraín Matte, manifestó en su edicto real, el cual no se critica por tratarse de un dogma, que a Joaquín Lavín lo ve “rompiendo inercias”. Si analizamos sus palabras, la profundidad del mensaje donde hay olor a misticismo, el actual alcalde de Las Condes se ha dedicado a romper la flojedad, la desidia y la inacción del gobierno de los “tiempos mejores”. La gravedad y oportunidad de estas palabras, van dirigidas al capitán del barco, que hasta la fecha no ha logrado esquivar icebergs ni bancos de arena, que dificultan la navegación rumbo al paraíso terrenal. Como si le quisiera decir: Usted, almirante, ha puesto en peligro nuestro trasatlántico y la continuidad de este viaje, donde deseamos navegar sin riesgos, mientras los patipelados, en destartaladas chalupas, sueñan con vernos zozobrar.




 

El 3 de julio, un barco con 244 vacunos encalló en Aysén, donde han muerto hasta la fecha, 32 ejemplares —agradecería no hacer comparaciones tendenciosas— por fatiga y deshidratación. Como los profetas de conventillo abundan en nuestra geografía y se dedican a lanzar vaticinios, teorías de intriga, catástrofes, quieren ver en este casual accidente marítimo, el prólogo de una mayor debacle.  

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