Crónicas de un país anormal

Bolsonaro se está convirtiendo en cómplice del asesinato del pueblo brasilero

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El Presidente de Brasil, siguiendo a sus modelos, Donald Trump y Boris Johnson, que han tenido que dar giro a su posición de neoliberalismo descarnado, el primero, y después de dos largas semanas de constatar in situ que Estados Unidos ocupa el primer lugar entre los países de mayores contagios del COVID-19, y, el segundo, (hoy en la UCI de un hospital de Londres a causa del virus), sostenía que la mayoría de los ingleses desarrollarían anticuerpos que impedirían el contagio de la peste. Por su parte, Bolsonaro, hoy por hoy, es el único Presidente del mundo que sigue sosteniendo que el famoso Coronavirus es un “gripita” o un leve resfriado, cuando ya se ha extendido por todo el mundo, (incluido Brasil), con el costo de miles de contagiados y de más de 75.000 muertos.

Bolsonaro, un ultraderechista, y militar por añadidura, sigue insistiendo en su campaña en contra de la adopción de medidas para frenar la expansión de la actual pandemia, que ocupa el primer lugar de contagiados y muertos en América Latina.

Este fascista sigue contando con el apoyo de los fanáticos canutos, como también de unos pocos empresarios que se empeñan en salvar, a toda costa, sus empresas. Antes de la pandemia, Brasil ostentaba el récord de una recesión prolongada principalmente por las políticas neoliberales del ministro de Hacienda, Pablo Guedes, (un Chicago Boys y admirador de Augusto Pinochet).

Bolsonaro, en su lucha fanática contra las medidas que impliquen prevención contra la peste, no ha ahorrado esfuerzos para convocar a manifestaciones en su favor, a donde concurren fanáticos derechistas y evangélicos, (a estas alturas, no sabemos si predican sobre la vida o la muerte).




El pueblo brasileño, en su mayoría rechaza las políticas de Bolsonaro, y todas las noches se producen cacerolazos en Río de Janeiro y Sao Pablo, en que muchos de los participantes que votaron por Bolsonaro para su elección como Presidente, esta vez se han dado vuelta la chaqueta.

Brasil es un país federal – no una monarquía absoluta como lo es Chile – en este sentido los gobernadores de los estados, como de Río de Janeiro o de Sao Pablo (Wilson Witzer y Joao Doria) tienen más poder que el mismo Presidente de la República, y ambos han hecho caso omiso de las órdenes de Bolsonaro manteniendo en cuarentena las dos principales ciudades del país. El ministro de Salud del gobierno de Bolsonaro Luis Enrique Mandettta se ha opuesto permanentemente a sus políticas negacionstas con respecto a la implementación de medidas para detener la expansión del Coronavirus.

El vicepresidente del Gobierno Hamilton Moureau  es un militar que ha manifestado también la oposición de gran parte del ejército a la conducción de las políticas de Bolsonaro respecto a la pandemia, impidiendo la posibilidad de un autogolpe militar por parte del Jefe de Estado. El ejército, en múltiples ocasiones, se ha opuesto a esta y a otras políticas del fracasado Capitán en el poder, cuyos informes sobre su labor cuando era militar activo no le son favorables.

En cuanto a las autoridades políticas, (miembros del gobierno, gobernadores, parlamentarios y poder judicial), buscan la forma de deshacerse del Presidente Bolsonaro; al parecer, hay tres caminos posibles para lograr una desestabilizar a Bolsonaro: el primero, el forzar su renuncia, pues actualmente ya no gobierna; el segundo, entablar un juicio político, pero sería largo en el tiempo y bastante engorroso; el tercero, que los militares tomen el poder y convoquen a elecciones. Cualquiera de estos caminos provocaría una crisis de proporciones en el este país-continente, que repercutiría en todos los demás países de América Latina, con el agravante de la aniquilación de la población brasileña a causa de la pandemia.

El neoliberalismo se ha convertido en una doctrina criminal, que debería ser declarada, de inmediato, como una concepción asesina de las relaciones sociales, exaltando el individualismo y ahondando la brecha enorme de desigualdad entre ricos y pobres. Si la pandemia de la Edad Media dio inicio al culto del individuo, esperemos que la actual, ocasionada por el Coronavirus, abra la vía a la solidaridad y al verdadero sentido del humanismo social. Algo de esto está pasando en la forma como enfrentan los países de Asia y de Occidente europeo la crisis sanitaria actual.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

07/04/2020

 

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