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Sin fuerza política organizada no habrá cambios profundos

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A pesar del estado cívico-militar de hoy y la dura represión del Gobierno como única arma política de Piñera, la situación incluso bajo cuarentena obligada se presenta favorable al cambio social. Pese a todas las limitaciones de desplazamiento y reunión la gente continúa en la calle reclamando cambios profundos: en la calle física ya nuevamente en algunos focos poblacionales, como lo que vemos en estos días en El Bosque, Lo Hermida y otros lugares; y continua masivamente en la “calle digital” de las redes sociales, donde ni los movimientos sociales, poblacionales, feministas, sindicales, trabajadores informales, estudiantiles, pueblos originarios y muchos independientes no han dejado un minuto de recordar que la tarea de un Chile libre de explotación sigue pendiente.

Los movimientos sociales, que obligaron al Gobierno a prometer una nueva Constitución y mejores condiciones económicas, han podido constatar desde el levantamiento del 18-O que los dueños de Chile mantienen la explotación de siempre. Han aprovechado la oportunidad en la tragedia  para enriquecerse aún más. Particularmente los banqueros, la fracción dominante del poder económico. Casi toda la ayuda del Gobierno para los bancos y empresas, con el falso objetivo de defender puestos de trabajo, ha servido para transferir dinero de todos los contribuyentes a la clase dominante[i].

Los trabajadores tienen que pagar solas y solos el costo de la pandemia. En vidas y en dinero. La cesantía es el presente y aún más el futuro para miles de trabajadoras(es). Las ollas comunes se multiplican. Hay hambre en este país.

El reciente anuncio de un préstamo a Chile por casi 24.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI)[ii], uno de los tridentes del capitalismo mundial deja muy claro que este sistema es para los más ricos. Las(os) trabajadores pagarán así no solo la factura de la epidemia. Quedarán igualmente deudores del FMI para “salvar” la banca nacional, la “estabilidad financiera” y la “imagen-país” que permita al capital foráneo continuar tranquilamente a lucrar de nuestros recursos naturales.




El sistema y su modelo están agotados. No tiene soluciones a los problemas de las grandes mayorías. Los “de arriba” tienen el poder económico pero su gobierno ya no dirige; su discurso ideológico del Dios Mercado,  del no-Estado como agente económico, de la no existencia de la sociedad sino el individualismo más rampante no convence ya a nadie. Los dirigidos tampoco obedecen. Una mayoría de chilenas(os) perdió la confianza en todos los poderes del Estado, particularmente los jóvenes que ven negro su futuro. Mayoritariamente “los de abajo” se están convenciendo en un proceso que el actual sistema y modelo son simple y definitivamente inaceptables como propuesta de vida. Y crece la idea que otra realidad es posible y necesaria.

El virus ha hecho tomar conciencia a la gente. Se da cuenta que el actual modelo de democracia representativa no funciona para la mayoría[iii] y que solo luchando se conseguirán los anhelados cambios por una vida mejor.  Los elementos más concientizados del pueblo saben ahora que no se trata de obtener  solamente mejoras reivindicativas y terminar con la inequidad y el abuso. De que no se trata de pedir a la clase dominante que abra un poco la mano, dejándolos continuar con la explotación. Constatan como es verdadera la afirmación de que: “El 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo que hagan, el 90% de los que nacen ricos mueren ricos independientemente de que hagan o no mérito para ello[iv]. Están cansados de no ser respetados como personas de igual a igual por los ricos chilenos. De que les golpeen cada día su dignidad. Los ricos hoy incluso le dicen a los pobres quienes, cuanto, qué y cuando pueden comer; tenemos las mismas “canastas populares” de la cuales la Derecha abominaba durante el gobierno de la Unidad Popular (UP) en el siglo pasado a pesar de ser ella misma quien había creado el desabastecimiento para ayudar a derrocar el Gobierno.

Es justamente todo esto lo que ven, sienten y sufren hoy miles y miles de chilenas y chilenos. Y sin solución a la vista.

¿Cómo aprovechar estas condiciones de creciente conciencia en las personas? Como convertir este salto de conciencia reivindicativa en conciencia política?

Se trata de terminar con la explotación misma. Ella la causa estructural de todos los males. Para esto es necesario que la lucha pase desde una manifestación más o menos espontánea y reivindicativa a una lucha política organizada con un proyecto para conquistar el Poder Político. Este es el  necesario salto en las conciencias que necesitamos.

Muchos  concuerdan que es necesaria una fuerza política organizada capaz de conducir el proceso de cambios. Ahora bien, la izquierda chilena – entendiendo aquellos declaradamente anticapitalistas – grosso modo-  nunca ha tenido un solo Partido que la represente. Esta es la realidad de nuestra historia política. En el tiempo de la UP no solo el PC y el PS se definían por la vía chilena al Socialismo “con empanadas y vino tinto” sino además el MAPU y fuera de la UP el MIR y otros grupos más pequeños. En las centrales sindicales mayores existentes también está la izquierda  donde existen dirigentes sindicales del PC, PS, MIR, FA y otros grupos[v]. De entre ellas la CUT se declara “una organización de clase”; sus propuestas abarcan todos los aspectos de la vida social y económica más allá de los temas estrictamente sindicales[vi].  Igual diversidad observamos en la recientemente formada Mesa de Unidad Social (Agosto 2019) que agrupa no menos de 180 organizaciones y que hace ahora preparativos para el Plebiscito de Octubre y organiza hoy mismo tareas de ollas populares. Lo mismo se observa en el potente Movimiento Feminista donde está presente todo el espectro político incluyendo el anarquismo.

Esta diversidad de la izquierda y movimientos sociales no debe considerarse un problema insuperable en sí mismo para los efectos de crear una fuerza única que actúe derechamente en el ámbito de la política.

Muchas de estas organizaciones se declaran anticapitalistas aunque no especifican qué sistema social debería reemplazarlo. La opción socialdemócrata que defienden algunos partidos no es alternativa, pues no se propone la substitución del Capitalismo. Cualquier país europeo donde ha gobernado la socialdemocracia durante largos períodos después de la 2a Guerra Mundial no ha eliminado ni la explotación ni la pobreza. Y muchas de ellas han transitado desde el Estado del Bienestar al neoliberalismo que conocemos. En Europa en 2017 un 22,4% de la población vivía en riesgo de exclusión social[vii] , en Marzo el desempleo era del 7.4%[viii]. Antes del ataque del virus, Alemania, el país más rico de la UE tenía 5% de cesantía, Francia 8,1%. En España era del 14,5% y 35% entre los menores de 25 años. En Italia era del 8.5% y 28% entre los menores de 25 años.[ix].  ¿Qué modelo es este que no es capaz de asegurar pleno empleo ni siquiera en los países considerados ejemplos como modelo? Hoy, menos de 3 meses después de comenzado el virus, el desempleo se cuenta por millones a pesar que es el dinero de los contribuyentes que paga los salarios en las empresas. Un modelo de desarrollo con pies de barro. Parar 3 meses el consumo desenfrenado y el edificio se viene al suelo.  E igual que en Chile, las y los trabajadores pagan la crisis.

 

Pensamos que el agotamiento del modelo y sus sistema en Chile crea hoy condiciones para poner legítimamente un sistema socialista democrático y pluralista como objetivo de sociedad. ¿Hacia dónde entonces mirar buscando en las organizaciones existentes el objetivo socialista?

A nivel de los partidos tanto el Partido Comunista (PC) como del Partido Socialista (PS), ejes históricos de la izquierda chilena, se definen como organizaciones revolucionarias cuya lucha es por el Socialismo. Está escrito claramente en sus Estatutos.  Desde la creación de estos partidos, primero el PC en 1912[x] y más tarde el PS en 1933 confirmaron con su práctica sus principios teóricos. Estuvieron en la lucha en la fábrica, la mina, el campo y la población. Y también en el Parlamento. El Gobierno de la UP está ahí como prueba. Se había comenzado en la práctica a desmantelar el Capitalismo en Chile. Sin embargo el accionar de estos mismos partidos en los últimos 35 años, particularmente el PS[xi], ha demostrado un divorcio entre sus declaraciones de principios y su práctica política. Ambos Partidos han participado en gobiernos que fortalecieron y profundizaron el Capitalismo en nuestro país. Un hecho difícil de refutar. Otras organizaciones de izquierda revolucionaria como el MIR que se ha mantenido fuera de la lucha parlamentaria, ha sido consecuente con sus principios en su acción desde la Dictadura para acá. Con todo, no tiene aún una raigambre popular importante. El Frente Amplio (FA) se declara por “superar el actual modelo económico neoliberal”. Su principal partido Revolución Democrática (RD) nos dice que pretende una sociedad del buen vivir[xii]. El FA no tiene mayor historia en la política chilena y su opción de conjunto, dado el peso mayoritario de RD no es claramente socialista.

Si la unidad de las fuerzas populares ha sido siempre en Chile la clave de sus triunfos políticos, entonces hay que destacar la Mesa de Unidad Social, la mayor unión de movimientos sociales, sindicales, estudiantiles, feministas, profesores, ambientalistas y muchos otros que nunca existió en Chile. Mantiene una firme oposición al Gobierno y anima las manifestaciones declarando repetidas veces que esta democracia cada vez menos favorece los intereses populares. Sus voceros más destacados son militantes del PS, PC, PH, FA, y otros, que muchas veces van al frente de las direcciones de sus partidos. Desde que surgió en 2019 ha venido radicalizando sus posiciones por la fuerza de la gente en la calle. Sus múltiples reivindicaciones nos dicen lo que no quiere como sociedad. Pero no explicita cual sería una sociedad alternativa.

En cuanto al movimiento sindical, fue desmantelado por la Dictadura[xiii]. Y luego siguió a los partidos de la Concertación perdiendo capacidad de lucha. Hoy el nuevo sistema de tercerización de la economía lo ha convertido en una fuerza pequeña y por lo tanto sin capacidad de negociación favorable a sus intereses.

Estos son los partidos y movimientos existentes. A ellos debemos subrayar la presencia de miles de trabajadores informales y emigrantes que no pertenecen formalmente a ninguna organización, como es el caso también de un largo segmento de la juventud quienes han dejado muchos mártires fatales e incapacitados en la presente lucha contra las fuerzas policiales. La “primera línea” en la lucha callejera.

Ellos son de la mayor importancia, no solo porque representan el futuro sino porque son justamente aquellos que no votan, o sea, el 60% del electorado.

El hecho que los movimientos sociales, la expresión más masiva y contundente hoy contra el modelo, estén divorciados de los partidos de izquierda da cuenta que estos no los representan. La corrupción y el  hecho comprobado que muchos de ellos legislan para las empresas que les pagan sus campañas les ha quitado toda legitimidad no solo frente a estos sino al conjunto de la sociedad.

Contradictorio es constatar que la Mesa de Unidad Social, que coordina los movimientos sociales que en la calle rechazan a los partidos políticos sea al mismo tiempo dirigida por militantes de algunos partidos políticos[xiv]. La resolución de esta contradicción mucho tendrá que ver en el futuro con la radicalización o no de la postura de Unidad Social y de su accionar. Y dado su peso hoy, de ella depende en parte el destino de la lucha popular en esta etapa.

La gente en la calle pareciera esperar más conducción de los movimientos sociales que han estado en la lucha callejera desde el 18-O. Si esto es así, entonces es justo preguntarse si estos movimientos no debieran hacerce cargo de la necesaria construcción de una fuerza política con objetivos que fueran más allá de sus reivindicaciones, por más importantes que estas sean. De proponerse cambiar el sistema y el modelo que ha permitido las injusticias, robos e inequidades que se reclaman. Porque los objetivos apenas reivindicativos no resuelven el problema de sociedad.

Los movimientos sociales y partidos que estén dispuestos definitivamente a asumir su legado histórico pueden unirse en un Frente unitario social[xv]. Uno que nazca con el objetivo declarado terminar con el Capitalismo y su modelo neoliberal estampándolo en una nueva Constitución. Uno que tenga como tarea central la lucha por el Poder Político, enarbolando un proyecto de sociedad y de democracia ya no para servir a los dueños del capital sino a los trabajadores; mas cercana a la democracia directa que a su forma representativa de hoy; con representantes electos con un programa del cual deben rendir cuenta periódicamente a sus electores como condición del cargo; una que efectivamente democratice la fuerza última defensora del sistema: las FFAA; que defina un modelo económico y un modelo de desarrollo que imagine Chile de aquí a los próximos 50 años; que se apoye en la ciencia y la tecnología para terminar con el modelo extractivista, formándonos en la Inteligencia Artificial aumentando la productividad y creando la necesaria riqueza para el beneficio de todos; que ponga a las personas en la primera prioridad de las tareas del nuevo Estado, un Estado descentralizado en estructuras cerca de donde viven las personas. Un modelo de sociedad que no sea la copia de ningún otro y donde no se tenga en su elaboración la peregrina idea de comenzar de zero. Ni refundacional ni perfecto. Ni de pensamiento único ni excluyente de nadie ni de nada. Ateo, cristiano o masón. Feminista y defensor de todas las minorías. Que reconoce los derechos y demandas de los pueblos originarios. Que cuida a sus mayores y no espera que estos simplemente mueran. Sin cualquier pretensión de controlar ni la Naturaleza ni las personas como hoy ya se hace. Sin cualquier purismo ideológico ni de una supuesta superioridad moral de sus miembros sobre el resto de la sociedad. Simplemente humano, con todos los errores y desaciertos que comete el caminante al caminar. Su única restricción sería servir los intereses de la Clase Trabajadora en primerísima prioridad, pues esta es la clase que produce la riqueza nacional.

Muchas de estas propuestas ya están en la mesa de reivindicaciones del movimiento social. Se trata de colocarlas en un proyecto de sociedad factible y unitario social, política y económicamente. Considerando el contexto internacional, nuestro lugar en A. Latina y nuestras posibilidades de éxito en la tarea.

 

Un Referendo de la Izquierda organizado por representantes de las organizaciones política y sociales de acuerdos con los principios indicados arriba, es una entre otras posibilidades para la formación de este Frente, que puede estrenarse en el Plebiscito de Octubre próximo. Referendo, porque el acuerdo de unidad en la lucha tiene que ser hecho de cara al pueblo que pretende representar. Limpio, simple y transparente, donde los intereses partidarios, sindicales, personales o de cualquier otro tipo no pueden ni deben sobreponerse a aquellos del conjunto de los trabajadores. Este referendo  elegiría mediante voto electrónico una mesa coordinadora  cuya tarea inmediata sería concretrizar la constitución de este Frente político dispuesto a combatir también en la arena parlamentaria, pero donde la presión popular en la población, en el sindicato, en la escuela y la Universidad, en los campos, la mina y el puerto, en cada movimiento social sería su mejor arma de lucha, tal como se ha demostrado desde el 18 de Octubre de 2019. No más lucha apenas parlamentaria. Los ricos no abdicarán de sus prebendas sin que sean obligados a ello. Y esto solo será posible por la fuerza de la unidad férrea del conjunto de las y los trabajadores.

La conducción política unitaria de la lucha actual es tarea insoslayable. Este es el único “pacto social” que favorece al pueblo y no aquel que propone Piñera estos días. Porque no nos engañemos, sin ella no habrá cambio ni profundo ni mucho menos duradero de la sociedad que vivimos. Las organizaciones que se declaren a favor de estos cambios profundos que den un paso al frente.

[i]          Véase dinero final atribuído a la banca para créditos a empresas. El Mostrador, “Como se peló el chancho”, 13/5/20

[ii]         Patética ha resultado la “aclaración” hecho por el Ministro Briones de que el préstamo NO era a Chile sino al Banco Central. Como si las deudas del Banco Central no tuviesen que pagarlas los contribuyentes.

[iii]        Manifiesto, Mesa de Unidad Social: “Es evidente que la actual democracia se muestra cada vez más insuficiente y no sirve a los intereses populares”

[iv]         “El Precio de la Desigualdad”, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001.

[v]          Central Unica de Trabajadores (CUT), Central Autónoma de Trabajadores (CAT), Unión Nacional de Trabajadores de Chile (UNT) y  Confederación General de Trabajadores de Chile (CGT). No más del 6-8% de los trabajadores estaban sindicalizados en 2019.

[vi]         Ver por ejemplo Construir Poder Social para cambiar Chile, Plataforma de Lucha 2017 -2020 en el portal web de CUT

[vii]        Según EUROSTAT, grupo de la Unión Europea para las estadísticas.

[viii]       Eurostat, 20/4/2020

[ix]         Consultado el 22/5/2020 en www.Datosmacro.com.

[x]          El PC fue fundado en 1912 con el nombre de Partido Socialista Obrero. En 1922 cambió a Partido Comunista

[xi]         Desde 1970-1980 creando la llamada Convergencia Socialista el PS enterró definitivamente su opción revolucionaria  socialista.

[xii]        En la declaración ideológica de RD se lee que: “Deseamos construir una sociedad que busque el buen vivir y, por lo tanto, la felicidad y la libre autodeterminación de los pueblos.” .

[xiii]       Una cifra dada por cualquier fuente indica que no más que el 8-10% de los trabajadores están sindicalizados.

[xiv]       Esta fué justamente una de las razones Unidad Social no haya apoyado el FA publicamente en las elecciones de 2017.

[xv]          La forma no hace el contenido, pero es muy importante. Serían las propias organizaciones a darse el nombre que sea más unitariamente aceptable para todos.

 

 

Por Patricio Serendero

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