Debate

¿Un acuerdo provechoso en el pueblo? Hacia el ‘Apruebo’ y la ‘Huelga total’

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Propuesta: Luego de que disminuya esta pandemia que ha ocasionado miles de muertes evitables en nuestra gente –la cual tampoco logramos enfrentar de la manera más organizada–, la mejor estrategia política decidida a futuro (es decir, solo si es “asumida” por los viejos y resistentes “dos extremos” de la izquierda chilena en el pueblo: institucionalistas y poder popular) pareciera ser: Primero, la realización de movilizaciones ascendentes hacia el “Apruebo” fechado en Octubre y, Segundo, continuar el ascenso hacia la realización de una “Huelga total”, que se venga construyendo desde ya, para solucionar demandas populares urgentes.

¿Por qué? Por una parte, el Proceso Constituyente será un ejercicio inédito en nuestra historia, aunque sumamente entrampado y que durará años en desarrollarse, mostrando tanto sus beneficios como sus engaños, poco a poco, a lo largo de toda la década. Por otra parte, las demandas populares y sentidas gritadas desde octubre, más urgentes ahora después de este costoso invierno, buscarán salir nuevamente a las calles (un Estallido social 2.0 latente). ¿Por qué el problema entonces? Primero, la derecha ha instalado el plebiscito justo después del 18 de octubre del 2020, día de protesta histórica. Segundo, los estallidos sociales son inevitables. No obstante, pueden ser re-dirigidos hacia un potencial mucho mayor. De hecho, no consiguen dar su golpe de gracia si no son potenciados con un paro general.

Como se aprecia, entonces, la derecha quiere desorganizar el estallido social latente, así como actualmente promueve una nueva ola de contagios, y quizás todavía tiene una tercera y cuarta táctica guardada, para poner el plebiscito de Octubre en entredicho; en última instancia, vía reanimación de los militares, probablemente no para un auto-golpe, pero sí para que el plebiscito se vaya entorpeciendo, limitando y posponiendo aún más en el tiempo. Más específicamente: la derecha está buscando que las resistentes estrategias de izquierda en el pueblo chileno choquen o se estrellen entre sí; que la gente comience a pelearse en el cotidiano; y, finalmente, que surja el escenario de mayores costos para las mayorías. Ante esto, sin embargo, el escenario inverso de mayores beneficios pareciera ser que las dos estrategias identificadas estén más ordenadas y coordinadas en el tiempo, paradójicamente, de forma inversa a sus alcances: primero Apruebo, para problemáticas a largo plazo; y luego Paro General, para problemáticas del corto plazo.

En efecto, entremedio de esta propuesta y la buscada por la derecha, los escenarios probables y restantes son: a) “estallido social antes del plebiscito”; pero ello, en la actual correlación de fuerzas, no parece indicar nada promisorio de nuevos alcances (para ser diferente, los/as revolucionarios/as tendrían que unirse con un canal común); y b) “plebiscito sin una posterior movilización”; pero ello mantendría intactas las demandas populares por años y, además, iniciaría el proceso constituyente entrando con la cabeza gacha. Así, con las condiciones vigentes: no tiene sentido ni solo votar ni solo protestar.




Al respecto, en este texto no interesa cuál es exactamente la “estrategia más beneficiosa” en un “escenario pre-visualizado” (es imposible saberlo a ciencia cierta), pero sí que las estrategias y energías actualmente sobre el escenario tengan, al menos, un mínimo de entendimiento mutuo y que esto comience a debatirse públicamente, en tanto el escenario lo apremia. Pues el pueblo (el conjunto de familias trabajadoras precarizadas), el único responsable de que haya cambiado al fin el ciclo político, ha esperado larga y costosamente una mayor unidad, o al menos coordinación, entre las organizaciones políticas y sociales, sea para que al fin existan votaciones útiles más allá de la escala local (JJVV, CCEE, sindicatos) y/o para que las protestas sean victoriosas. Al parecer, la mecánica era la inversa, y solo la protesta del pueblo es la que ha podido crear y hasta forzar la unidad en la política.

Y justamente, el tiempo venidero parece presentar la mejor coyuntura para que las fuerzas políticas de izquierda le respondan al pueblo, esta vez, por la unidad y dignidad concedidas al país gracias a nuestro Octubre. En específico, para el año actual, pareciera ser que los “extremos izquierdos” históricos del pueblo chileno, que podrían asumir de forma más o menos implícita este –o al menos cualquier otro– “acuerdo” de acción, están materializados, por un lado, en el Comando Apruebo Chile Digno (con mayor estabilidad y convergencia de pronunciamiento) y, por otro, en las organizaciones que encarnaron el Paro del 2 y 3 de Julio (con mayor extensión y raigambre pero fragmentación); así como en las dos almas internas dentro de múltiples trabajador@s.

Vale preguntarse: ¿Cuánto puede desplazarse y ralentizarse el plebiscito? ¿Cuánto afectaría al proceso de este año una nueva ola de pandemia u otra coyuntura inesperada, social o natural? ¿Qué otras coyunturas el próximo año pueden interrumpir el proceso constituyente y cuántas trampas tendrá? En este sentido, y más aún si es algo paralelo, ¿por qué no resolver problemas urgentes en el corto plazo con huelgas generales, al menos después del plebiscito, si ya hemos visto parte de nuestro poder cuando este converge en el tiempo y en el espacio? ¿Por qué no, ahora, preparar una protesta popular, y no solo recibirla? ¿Por qué no hacer algo con toda esta energía que igualmente está latente, tanto para el ahora, como también para prepararse ante coyunturas problemáticas futuras? En última instancia, esto lleva a preguntarse, ¿por qué demandas podría convocarse una “huelga general” este año?

Ciertamente, no tiene sentido pragmático en una columna de opinión o de crítica plantear los objetivos de algo tan colectivo e importante como una huelga general, en tanto esta cobra forma y sustancia en las fuerzas sociales involucradas. No obstante, si fuese necesario plantear al menos una razón –en tanto existen múltiples– para predicar con algo de ejemplo en el debate aquí planteado, considero que una huelga que demande la libertad de los/as presos/as políticos caídos en la revuelta es la demanda específica, concreta y actualmente sentida que más nos permitiría recuperar y crear Dignidad para los años próximos. No solo porque estos pueden ser duros, sino porque nos ayudaría a seguir protestando en el corto y mediano plazo en miras de más demandas urgentes. En versión corta: Libertad para la Primera Línea. Pues un proceso que no libere a estos caídos habrá comenzado el nuevo ciclo político con su propia sombra interna; en tanto cancelaría desde el inicio, paradójicamente, la dignidad y unidad que nos devolvió nuestra propia protesta popular. Ello sí sería problemático para nuestro propio proceso constituyente interno –más allá del proceso constituyente impuestos por los sectores dominantes.

El pueblo ha demostrado estar listo para protestar por diversas demandas. Pero falta coordinación entre los que han alcanzado un poder organizativo a lo largo de la historia para avanzar, ahora, en el corto plazo.

En este marco, el objetivo de esta columna es, simplemente, que más trabajador@s comencemos a dar nuestra opinión de qué deberíamos hacer, políticamente, en los meses venideros. En tanto esta cultura política interesada en el quehacer, debería ser el nuevo piso en nuestro nuevo pueblo.

Aprobar y Protestar

Domingo Pérez

Trabajador del sector científico

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Trabajador del sector científico

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