Debate Poder y Política

El ciudadanismo en Valparaíso es cosa del pasado: en la lucha hemos de forjar una nueva dirección política de trabajadores

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Anteayer se reunió por segunda vez el Encuentro Nacional por una Asamblea Constituyente ciudadana. Saludamos la realización de esta instancia y la proyección nacional que se propone, en tanto estamos convencidos de la necesidad de la unificación de todos los sectores que se reclaman de la Asamblea Constituyente. Por lo mismo, entendemos que tal reivindicación de poder, asumida por quienes nos levantamos en contra del régimen el pasado gran 18 de Octubre, debe proyectarse como unidad de los explotados, como frente unitario de trabajadores y como Gobierno de la clase trabajadora.

En este sentido creemos que, más allá de lo valioso del espacio creado, la declaración de conclusiones de la referida reunión arrastra un conjunto de afirmaciones políticas que lejos de acercar la perspectiva de una Asamblea Constituyente, originarialibresoberana y autónoma de los poderes económicos y sin limitaciones de ninguna índole, señala un camino que la hace inviable. Ello no sólo por señalar un intinerario meramente declamativo, sino que por repetir -en Valparaíso- los mismos alegatos ciudadanistas que originaron el Pacto Urbano de La Matriz (Ciudadanos por Valparaíso) y la elección de Sharp como alcalde. Sabemos en qué terminaron tales experiencias.

Compañeros, compañeras, no somos nosotros los aguafiestas. Ha sido el propio proceso revolucionario —abierto el 18 de Octubre— el que sepultó con total claridad tales concepciones. Sobre ellas queremos precisar tres cuestiones fundamentales.

1.- Primero, que no hay tal camino ciudadano, porque nuestro país, organizado sobre bases capitalistas,  se encuentra escindido en clases sociales y tal escisión ha condicionado todo proceso político en nuestra historia y hoy, particularmente. La sola idea de que todos los ciudadanos tengamos intereses comunes —base del razonamiento en que se apoya la declaración que criticamos— repugna a la realidad. El ciudadano Piñera y los ciudadanos Luksic, Matte, Angelini y Paulmann, por señalar a los más destacados, tienen intereses antagónicos con los de la mayoría nacional y muy especialmente con la mayoría trabajadora, de la que son sus explotadores. La afirmación constitucional burguesa, contenida en la Carta Fundamental que nos rige, y que señala que los hombres nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, no es más que una aspiración liberal cuyo único objetivo es negar la existencia de las clases sociales y legitimar —consecuencialmente— el orden de explotación burgués.




Esta cuestión, teórica si se quiere, tiene consecuencias prácticas que vivimos diariamente y que caracterizan al régimen patronal vigente en Chile no como una democracia, sino que como una abierta y despiadada dictadura del gran capital.

Frente a ella el discurso ciudadanista se revela como una completa y monumental impotencia, prioritariamente porque su único camino es el de acumular fuerza electoral para ganar espacios en la institucionalidad patronal de la que depende como del oxígeno y —como consecuencia— mientras la mayoría trabajadora se levantaba en todas las ciudades del país, enfrentando en las calles a las FFAA y FFEE de Carabineros, ganando los espacios de libertad que el régimen nos sigue escamoteando y atacando los símbolos físicos del régimen, frente a este levantamiento histórico la única voz del ciudadanismo —la del “ciudadano” y alcalde Sharp— fue para desmovilizar, llamar a la calma y decir que “queremos vivir en paz”.

¿A quién contribuyó ese discurso pacifista y desmovilizador?, pues al régimen, que se apoyó en tales declaraciones para aislar a los sectores movilizados y desatar la más feroz represión sobre nuestro pueblo desde el regreso a la democracia. En realidad Sharp sí tuvo otra política, luego del levantamiento y estuvo muy lejos del cinismo democrático: llamó al Gobierno a poner orden en la ciudad y se coordinó con Carabineros para poner freno a las movilizaciones a las que calificó como “saqueos y delincuencia”. Luego prestó apoyo a la iniciativa legislativa de la llamada ley antisaqueos.

En este contexto, que el ciudadanismo o un sector de él como Sharp, se haya sustraído del Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre en nada empequeñece su papel desmovilizador en momentos claves y su orientación meramente electoral en el día de hoy. Esto es el ciudadanismo en lo concreto y no sus palabras de buena crianza.

2.- En segundo lugar, es necesario poner de relieve —como quedó demostrado en las gestas desde el 18 de Octubre— que la protagonista de todo este proceso fue la clase trabajadora, tras la cual se encolumnó el conjunto de la nación oprimida (estudiantes, cuentapropistas, pequeños comerciantes, campesinos, etc.). Si hay una conclusión que se debe extraer de las portentosas huelgas del 22 y 23 de octubre, la histórica Concentración del 25 en las plazas del país y la fenomenal huelga general del 12 de noviembre, es que  son los métodos de lucha y las organizaciones de trabajadores las que terminaron no sólo tumbando a Piñera, sino que haciendo temblar al conjunto del régimen. Las asambleas populares y cabildos, como órganos de base asumieron no solo el debate político, sino que las tareas prácticas de profundizar la movilización.

Sólo en este escenario se hace viable una auténtica Asamblea Constituyente, en tanto se proponga acabar con las bases materiales de la dominación capitalista, con sus formas de propiedad, con su aparato militar y con su podrida democracia patronal representativa. Es cierto, la tarea de una Asamblea Constituyente es una tarea nacional, pero sólo en cuanto ataque al capitalismo, en cuanto persiga el poder y se exprese como Gobierno de Trabajadores, sólo en esa perspectiva podrá llevarse acabo. Mientras esté Piñera en La Moneda, mientras él y sus asesinos sigan libres, mientras los grandes grupos económicos sigan detentando el poder, no hay Asamblea Constituyente posible. Plantear una Asamblea Constituyente fuera de estas tareas, como una simple cuestión «ciudadana», es simple demagogia.

3.- Finalmente, debemos disentir respecto del antipartidismo planteado en esta declaración. Como señalamos más arriba, Piñera fue tumbado por la movilización, o más bien quedó en K.O. técnico. Si no cayó fue precisamente porque la burguesía, con sus partidos, logró articular un Acuerdo por la Paz que reviviera al Gobierno asesino. Pero esta es una parte de la verdad, la otra es que los trabajadores carecimos en aquél momento de una dirección política unificada, un verdadero partido de trabajadores que fuera capaz de sortear la maniobra patronal y avanzar hacia una verdadera Asamblea Constituyente y un Gobierno de Trabajadores. Porque la lucha política la protagonizan las clases sociales, pero la definen sus direcciones y mientras los trabajadores no tengamos nuestra propia dirección, seguiremos empantanados y atrapados en el discurso reformista.

Compañeros, compañeras, durante la década de los 90 ya vivimos los efectos del discurso antipartido, ya sabemos que no conduce a ningún lado. Es cierto, necesitamos organizaciones y direcciones políticas independientes, pero independientes de los patrones, de sus partidos y de su Estado. No creemos en el discurso de que la política «la vamos construyendo entre todos» como dice la declaración porque aquello conduce al caudillismo. Es, textual, el discurso que catapultó a Sharp a la alcaldía y tras cuatro años, sabemos perfectamente que no logró resolver los problemas fundamentales de los trabajadores, porque no se lo planteó y porque todo su discurso político se limita a culpar a la derecha por lo que pudo o no haber hecho desde el municipio. A eso nos lleva no tener direcciones propias, a diluirse todo en la presencia del caudillo.

Los trabajadores necesitamos esa nueva dirección y la misma la habremos de construir en todos los espacios de movilización. Codo a codo con el resto de los trabajadores. Aunque estos trabajadores sigan al reformismo o las propias categorías ciudadanistas, con ellos habremos de dar la lucha por la auténtica unidad que el movimiento demanda.

Las direcciones tradicionales del movimiento obrero han fracasado porque se sumaron a la componenda patronal, y sus dirigencias sindicales se convirtieron en burócratas apoltronados dejando sin representación a los trabajadores. Necesitamos recuperarlas o construir nuevas organizaciones, necesitamos fortalecer las asambleas poblacionales y los cordones, en fin necesitamos a los organismos de base en todos lados.

En el plebiscito del 25 de octubre llamamos a votar APRUEBO y a trabajar por la Asamblea Constituyente autoconvocada con delegados electos en cada barrio y comuna para poner en pie una nueva Constitución Política para Chile y un Gobierno de la clase trabajadora. Llamamos a organizar la lucha a protestar a preparar una nueva huelga general que acabe con Piñera y su régimen de asesinos.

¡No habrá Constituyente sin movilización popular!; ¡Que la soberanía pase a manos del pueblo trabajador!; ¡Que la verdadera democracia, la democracia directa, se exprese desde los órganos de base y asambleas territoriales!; ¡Que gobiernen los trabajadores!

 

Por Gustavo Burgos

 

Fuente: El Porteño

Publicado en El Clarín de Chile con la autorización del autor



Abogado

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  1. Felipe Portales says:

    ¡Sorprende que en el artículo no haya NINGUNA MENCIÓN del elemento central del fraude constituyente concordado entre la derecha y la ex Concertación!: El quórum antidemocrático, aberrante e inmodificable de dos tercios para que en la Convención pueda aprobarse una nueva Constitución. Esto, dado que en todas las elecciones desde 1990 la derecha ha logrado, lejos (con o sin sistema binominal), más de un tercio de los congresales electos; significa, lisa y llanamente, que la «nueva» Constitución será lo que la derecha quiera. Y, en este contexto, un resultado a favor del «Apruebo» se vuelve completamente inútil. Además que ya la mayoría de las bases de la derecha -y sus más caracterizados líderes- están por el «Apruebo»; porque entienden que con el mencionado quórum no tienen ninguna posibilidad de ser derrotados en lo esencial: Conservar el «modelo chileno».

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