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Cachagua en Covid: “Me agarré a tres minas y no me arrepiento de nada”

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En pocas horas todo Chile conoce a Pablo Insulza, a la Isi Reinecke, a la Tere Tagle y al Pancho Correa. Las redes sociales se han encargado de colocar como Trending Topic sus nombres junto con #Cachagua, el #Everest, no la montaña, claro, sino el colegio en La Dehesa vinculado a los Legionarios de Cristo, a la UDI, hoy al gobierno y a sus mecenas financieros. Los nombres corresponden a algunos de los chicos que participaron en una, o varias, fiestas en Cachagua y están junto con decenas de amigos contagiados con Covid. Carretes, hay que dejarlo claro desde el comienzo de estas líneas, ilegales y clandestinos bajo la alerta sanitaria.

Anoche las redes sociales hervían de memes y chistes. Nada mejor en un país tan desigual que burlarse un poco de los privilegiados. Aquel evento, una fiesta de adolescentes y jóvenes muy jóvenes, rompe el cerco del chisme y cae con peso de plomo en la crudeza de la realidad social. Los adolescentes, ingenuos ante su función como expresión de su clase, han despertado esta semana con una tremenda resaca de coronavirus y exposición pública.

Qué hemos visto y escuchado. Las intimidades de un grupo de chicas y chicos confesadas a las redes sociales que fueron filtradas para el deleite de todo el país. Pudimos escuchar que Pablo Insulza se agarró en las fiestas a tres minas y no se arrepiente de nada, que la Isi Reinecke llora indignada, que hubo una “misa clandestina” en Cachagua y se contagiaron cuando “se dieron la paz”.  Pero no es eso lo que atendemos y lo que importa. Porque no estamos ante el chisme adolescente de unos niños ricos que se comportan como la chusma, sino ante la expresión más transparente del comportamiento y conciencia de una clase. De las elites que controlan los negocios y la política chilena. Es de cierta manera la oligarquía que no ha cambiado nada en toda la historia de dominación. Si los hijos de ministros y parlamentarios desafían todas las reglas y disposiciones sanitarias de quién han aprendido ese modo de ir por la vida. La reproducción de una ideología de clase es un hecho evidente.

Estos son los jóvenes que se preparan para ser los líderes futuros, por quienes sus padres invierten millones y millones. Y tal como sus padres y antepasados, la conciencia del mundo empieza y termina en ellos. Un mundo anclado en La Dehesa, Vitacura y Las Condes con estaciones en Cachagua, Pucón y Santo Domingo. Una ignorancia supina respecto de dónde están parados, del país y en especial de que existen otros. La conciencia de esta clase en Chile es como la conciencia del colonizador.




Los jóvenes son más transparentes que sus padres en el poder. Son todavía menos hipócritas y actúan sin filtros, como nos demuestran las redes sociales. Porque da lo mismo desafiar las reglas sanitarias sino te contagias, o porque crees y así te enseñaron, que eres intocable, que tus privilegios te protegen siempre, que el estado, que también consideran que les pertenece y está para castigar siempre a los otros. Porque ese estado es una extensión del patrimonio de sus familias y sus patrimonios.

Esta es la conciencia burguesa más clásica. Limitada a ellos mismos. No hay otros verdaderos, sino otros como subalternos, mano de obra en arriendo y su salud poco importa. Por eso Pablo Insulza lo dijo con tanta claridad: me agarré a tres minas y no me arrepiento weón.

 

Por Paul  Walder

 

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Periodista

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  1. Gino Vallega says:

    Los jóvenes ABC1 despiertan con dolor de cabeza ( y covid19 algunos) después de la fiesta en Cachagua , mientras sus padres se entretienen jugando a la guerra atacando con más de mil milicos armados y helicópteros al pueblo Mapuche en la Araucanía , donde los narcotraficantes hacen su agosto , protegidos por esos militares «blancos» que atacan a los «indios» que no tienen como protegerse : son golpeados ,humillados y encarcelados para placer de Piñera y sus adictos.

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