Economía y Mercados en Marcha

Los cambios en la estructura laboral del país

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El Instituto Nacional de Estadísticas, INE, hizo público recientemente su informe sobre empleo y desempleo correspondiente al trimestre octubre-diciembre de 2020, lo cual permite hacer un balance respecto a la evolución de dichas variables en el país durante el  transcurso del todo el año recién pasado.

En el transcurso  del año la población en edad de trabajar, es decir, la población de 15 años o más,  aumentó en Chile de 15 millones 515.850 personas, a 15 millones 799.930 personas. Un incremento de aproximadamente 280 mil habitantes. Eso es natural que suceda, tanto por el crecimiento demografico de la población como por efectos de la inmigracion que se presenta en el Chile de hoy.

Sin embargo, la fuerza de trabajo, conformada por los ocupados más los desocupados, disminuyó de 9 millones 972.750 personas  a solo 8 millones 946.480 personas. Una disminución de 826.270 habitantes.  ¿Cómo se explica que habiendo aumentado la cantidad de habitantes de más de 15 años, haya menos gente integrada de alguna forma al mercado laboral ?  Muy sencillo: hay más personas  fuera de la fuerza de trabajo porque están estudiando, porque estan jubilados, porque están muy viejos para trabajar, porque están enfermos, porque hacen labores domésticas, o porque aun cuando quieran trabajar no encuentran como ni donde y tienen que quedarse en sus casas, sin estudiar ni trabajar, pateando piedras. Por eso la cantidad de personas que están en edad de trabajar, pero están fuera de la fuerza de trabajo, aumentó de 5 millones 738.100 personas a 6 millones 853.450 personas.

También aumentó la cantidad de personas que se ubican en la categoría de “inactivos potencialmente activos”, que son los que manifiestan que están disponibles para trabajar, aun cuando no han buscado activamente trabajo al momento de la encuesta. Esa categoría aumentó de 1 millón 33.220 personas, a fines del 2019, a 1 millón 334.270 a fines del 2020.




Los ocupados, que son los que han trabajado una hora o más en la semana anterior a la encuesta, bajaron en el transcurso del 2020 de 9 millones 87.130 habitantes, a 8 millones 26.220 personas. 826.270 personas menos trabajando, aun cuando sea una hora a la semana.

De esos ocupados a fines del 2020, los “ocupados presentes” fueron solo de 7 millones 381.920 personas, mientras que los “ocupados ausentes” fueron 644.290 personas.

Y de los ocupados, 2 millones 165.310 personas lo son en el sector informal.

Los desocupados, a su vez, que son los que no están ocupados pero buscan estarlo, pasaron de 690.620 personas a 920.260  personas. Los ocupados disminuyeron en 826 mil, aproximadamente, pero los desocupados aumentaron solo en 230 mil personas, pues hay una cantidad importante de personas sin trabajo que se quedaron en sus casas, que no buscan trabajo, se aburrieron de hacerlo, no le encuentran sentido, pues ya se enfrentaron con muchas negativas. Esos quedan fuera de la fuerza de trabajo, segun los criterio estadísticos que se utilizan.

Estos son los datos cuantitativos del problema del empleo y el desempleo. Hay aspectos cualitativos o estructurales que son igual de importantes pero no alcanzan a  ser analizados en un artículo breve como este. Pero dicen relación, en todo caso, con la cantidad de empresas, sobre todo pequeñas, que se han cerrado, que se calculan en más de 15 mil, y que no serán por lo tanto faciles de reinsertar en un proceso de recuperación económica. También hay muchas empresas medianas o grandes que han disminuido su plantilla de trabajadores y que no la aumentarán nuevamente en los mismos números y modalidades que antes, en caso de  de un eventual proceso de reactivación. Por lo tanto, no es facil plantearse, en materia de empleos, una vuelta pura y simple a la situación anterior a la crisis, que por lo demás tampoco era ninguna maravilla. Utilizar en forma digna y productiva la capacidad productiva de los trabajadores chilenos pasará, entre otros elementos, por grandes procesos de inversion pública y privada, de reconversión productiva y de recalificación de los propios trabajadores, cosas todas que tienen que enfrentarse con programas específicos orientados a dichos fines, y no con una mera confianza en que el mercado lo agrega todo.

 

Por Sergio Arancibia

 

 

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Economista

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