Sebastián Piñera, un gigante egoísta elegido por el «Rey de los Huevones»

Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 35 segundos

Mientras más se empobrece nuestro país, más millonarios aparecen en la Revista Forbes. Las oligarquías latinoamericanas son las más salvajes y mezquinas del mundo, y su lema es “ande yo caliente y ríase la gente”. La oligarquía es ignorante y despiadada, miserable y saturada de codicia y de egoísmo.  A partir de la llegada de extremeños y andaluces, cada expedición traía un cura, que bendecía los crueles asesinatos infringidos a los desprevenidos habitantes de nuestras tierras. Durante la colonia, los religiosos de las distintas Congregaciones se peleaban a palos en la disputa de las tierras y la apropiación de los indígenas, (el drama de “La Quintrala” no es otra cosa que las peleas entre curas, propias de esa época.

Las desgracias naturales – terremotos o las inundaciones del Mapocho –  ni siquiera unían a estos “buenos cristianos” que, una vez superado el miedo a estos fenómenos naturales, volvían a sus disputas miserables y terrenas, y pensaban tal vez que bastaba el rosario cotidiano, al cual asistía también parte del servicio doméstico y campesinos, con la esperanza de que “el Cristo rubio de los ricos” les preparara la llegada al cielo.

Los nuevos plutócratas oligarcas no son sólo los “ochocientos” Larraín, los Yrarrázaval, los Errázuriz, (a estos últimos les faltaban dedos de las manos para contar cuántos Obispos y Presidentes sumaban). Con la Independencia de España, (no fue más que una pelea entre poseedores de mercedes de tierra),  en Chile nada cambió: las tierras pasaron de chapetones a los mal llamados “patriotas”; los argentinos liberaban a los chilenos en Maipú; los peruanos eran independizados por un lord inglés; el argentino San Martín encabezó la liberación de Perú; el caraqueño Bolívar, luchó por la liberación de varias repúblicas en América del Sur, y así sucesivamente.

Perú celebra su Bicentenario este año; Argentina y Chile lo habían hecho en 2010. Estos tres países se caracterizan “por la mala suerte”, como lo decía Edwards Bello: Chile, en su primer Centenario, tuvo tres Presidentes ese mismo año; Perú, va a completar cinco Presidentes en su segundo Centenario; Argentina ha tenido mejor suerte, así hoy se encuentre arruinada económicamente.

A los chapetones se agregaron franceses, ingleses, norteamericanos, indoeuropeos, “turcos”, (árabes), y un sinnúmero de piratas y mercaderes, y todos ellos formaron la actual oligarquía, en la cual quedan muy pocos de la rancia aristocracia colonial española, (tal vez los Larraín venidos a menos, los Errázuriz, que ya no les da ni para clérigos, que se suman a uno que otro Toro o Soto, mirados con cierto desprecio por los nuevos oligarcas.

Según la Revista Forbes, los millonarios de América Latina o son secundarios, (serenenses, como el Presidente Piñera, que antaño eran servidores de los piratas Edwards, o bien, “señores” como los Luksic, y otros de familias similares, ´salvo los Matte, hijos de vendedores de tocuyo, en la Calle Huérfanos´).

Para los criollos, el hambre es el compañero inseparable de todos los días, y la muerte es su amiga íntima y, además, siempre encabezan la lista de las víctimas de terremotos, inundaciones y, sobre todo, de las pestes que asolan la población de tiempo en tiempo: los pobres son las víctimas anónimas y candidatos seguros a los frigoríficos que, luego, portarán sus cadáveres a hoyos preparados con antelación por el Estado; al final, no está claro si tienen alma, si son simples animales o humanos. El “roto” está condenado a la muerte, muchas veces prematura, para encontrarse con el dios que anuncian los ricos.

Chile tiene dinero suficiente que le permite alimentar a quienes obliga a confinarse, para evitar el contagio del Civid-19, con sus variantes inglesas y brasileras, encierro que evitará el contagio de la gente rica y bonita que, desde la conquista española, son los “hijos de Dios” y los favorecidos por la fortuna.

Lutero, más sincero (aunque cruel), que los hipócritas iberos, supo decir muy claramente que “la riqueza era el signo del amor de Dios a quienes acumulan tesoros materiales, producto del esfuerzo y trabajo”, así fuera fruto del trabajo ajeno. Estados Unidos, así como en muchos otros países del mundo, dictaminaron en su época que negros e indios no tenían alma, sólo brazos para trabajar y cuerpo para resistir y, luego, morir.

Las pestes nunca han sido un mal negocio para toda la población: en 1350 nacieron las grandes dinastías – los Medicis y otros -, dueños de Bancos y de ciudades, como Florencia; la iglesia católica, más práctica, dejó la tontería común de que la peste era un castigo de Dios, convirtiendo el papado, ya no en sucesor del pescador Pedro, sino en un reparto entre las grades familias europeas, que mezclaban a la perfección el “doblón” con la Cruz de Cristo, y las reliquias, en equivalente al dólar actual.

No es raro que la lista de millonarios chilenos, empezando por el Presidente actual, se haya enriquecido en forma geométrica gracias a la pandemia ocasionada por el Covid-19, mientras se cuentan diariamente más muertes, y los contagios no dan tregua, lo cual redunda en rentabilidad inesperada para el Mandatario, su familia y sus amigos millonarios.

Es evidente que si los ricos tuvieran corazón, ellos mismos hubieran propuesto, como en algunos países del mundo, un descuento de sus ganancias a favor de los más desposeídos que, en sus respectivas religiones los tratan como “hermanos”; al menos, estos ricos con más sentimientos y cerebro comprenden que nos salvamos todos, o no se salva nadie. La plutocracia chilena y, en general, latinoamericana, es la más repulsiva, insensible, repugnante y avara del mundo, y estos plutócratas son verdaderos “delincuentes” que la justicia envía, como pena de sus delitos, a recibir clases de ética a la universidad, cuando no los condecora por robar tan inteligentemente al Servicio de Impuestos Internos.

El gigante egoísta, Sebastián Piñera, tiene la audacia de recurrir a su empleada, la presidenta del Tribunal Constitucional, para evitar que sus empobrecidos súbditos puedan retirar de su propio dinero el 10% que juega en el “Casino” de la Bolsa de Comercio, pues al fin y al cabo Enjoy  también es parte de su propio negocio.

Por desgracia, esta historia de El gigante egoísta, elegido por el “Rey de los huevones” – los electores chilenos – no terminará con el bello final  que dio a su cuento el escritor Óscar Wilde.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

13/04/2021

El chileno, el “rey de los huevones”

Síguenos:

1

0

20