Chile al Día Crónicas de un país anormal

¿Cómo obtener un Bono en el país de los huevones?

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En países que carecen de huevones entre sus habitantes, por algo son un imperio, el Presidente de la República, (el caso de Estados Unidos actualmente), con su rúbrica envía mil dólares por persona a cada uno de los ciudadanos del país, que está impreso con el sello de la FED. Ni Donald Trump, tampoco su sucesor, Joe Biden, pierden la ocasión de estampar su firma en el cheque. El dinero proviene del aporte de algunos ricos que, en el imperio del norte no son tan jiles, por lo tanto, saben que desprenderse de unos pocos dólares puede evitar la indignación popular, así como también la ira, que es corolario del hambre.

El país de los huevones, que ahora cuenta con abultadas sumas de dinero debido al buen precio del cobre, hace todo lo posible para que sea más complicado que los ciudadanos puedan tener la suerte de ser aceptados para obtener el Bono a la clase media. El camino se ha hecho tan difícil que, o te mueres, o terminas en el manicomio.

Hasta el momento, (salvo el Presidente Piñera, sus hijos y sus amigos personales) tienen en su poder la ´tonta gallina de los huevos de oro´. Según Jaime Mañalich, el virus del Covid-19 se ha convertido en “buena persona”, pues cada vez que se inocula en las células de la gallina de marras, produce más y más huevos y de excelente valía. Mientras más pobres haya, más se multiplica el capital de los ricos.

Nada más inútil que seguir creyendo en la esperanza: es como hacer dormir a los niños durante todo el día para que el sueño reemplace al hambre. En “tiempos mejores” el hambre era la parafina que provocaba la rebelión de los pobres contra la injusticia, y hoy, como las gallinas, el jefe del reino de los huevones, las tiene encerradas que, según él, les protege su vida, (ni siquiera el gallo las monta).




El primer paso para pretender el logro del Bono de la clase media es pertenecer a esa clase, (en este país de los huevones no existe ningún ciudadano que no se crea perteneciente a la clase media), y nadie acepta el insulto que se le diga “millonario” o bien, “roto”: los primeros no pagan impuestos en razón de la igualdad ante la ley y, los segundos, viven en campamentos, y están “más flacos que los perros del patrón”, si es que ahora lo tienen, y ni siquiera dan para ser el “maestro chasquilla”, o el pequeño empresario a quien otrora se le hacía publicidad por televisión. Ya se ha dado el primer requisito, pues desde el Presidente hacia abajo, todos somos clase media, (algunos más de media que otros).

El segundo paso, luego de hacer cola desde la madrugada, viene la entrevista con un empleado, (muy parecido al de los chistes de Bombo Fica), y ´el ciudadano huevón´ comete la estupidez de preguntar al ´funcionario´ si cumple las condiciones para acceder al Bono de clase media, y la respuesta – como la del Bombo Fica – es no sé, no sé, no sé…El ciudadano, atado de pies y manos rompe en llanto y, entre sollozos, cuenta una historia más triste que las de Charles Dickens, en Navidad, y compadecido el empleado, envía al apesadumbrado ciudadano al Compín, que no paga, ni siquiera, el ataúd.

Superar el segundo paso es una hazaña tan difícil, (como los saltos de César Mendoza cuando era campeón mundial de equitación, y después, como miembro de la Junta Gobierno, convertido en jefe de los ´carniceros´ de los profesores), pero viene una tercera condición: la exigencia de un video del aspirante al Bono que aunque esté postrado, reúna los huevos que ha puesto la gallina.

El cuarto paso se refiere a todos los documentos que debe anexar a su solicitud: en primer lugar, que el postulante esté vivo, y para lograr acreditarlo, otra nueva cola para la solicitud del Certificado de Supervivencia que, bajo juramento, asegura que está vivo, (antes de la pandemia este requisito era fácil de cumplir, hoy, el virus se llevó a los ciudadanos mayores de “Huevolandia” a otro mundo, en que, de seguro, existen funcionarios más lentos e inútiles que los vivos en este mundo).

Al final, llega la entrevistadora, (en este caso particular, de Monserrat Álvarez), para salvar a los condenados de la eterna cola, pero cada entrevista se hace más dramática a medida que se extiende en el tiempo. Los “huevones” de clase media, que tienen medios para adquirir un computador o, incluso, un televisor, además de una alimentación normal, comienzan a sufrir los complejos de culpa ante los desposeídos de bienes materiales por el hecho de contar con más facilidades para diligenciar los documentos exigidos, a fin de contar con suficientes huevos que, previamente, el funcionarios del Presidente Piñera había reservado para ellos, junto a una bien elaborada tarjeta con la foto del Mandatario, su esposa Cecilia, sus hijos y sus nietos. Al final, luego de una odisea, quienes han sido privilegiados con el Bono, no se sienten tan culpables de haberlo recibido, ¿catarsis? (Piñera es un hombre bien agradecido con sus amigos, y sólo cumple con el mandato de la Constitución de “Huevolandia” en el sentido de que el Estado debe proteger sólo a los ricos, salvadores del país y, ojalá, Dios se apiade de los “rotos” para llamarlos a gozar de su reino).

En este país de los “huevones” tenemos un cúmulo de especialistas en finanzas, que dan sus opiniones, pero cada vez más estúpidas, razón por la cual, en el caso particular del Bono, necesariamente, debe ser muy complicado y exclusivo para los “huevones” de la clase media, media y media y alta. ¿Cómo hacerles comprender que la economía es una ciencia social y no aritmética?

No tengo bono por no saber escribir huevón o wuevón o peor guevón

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

20/04/2021

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Historiador y cronista

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