Crónicas de un país anormal Nuestra Región Latinoamericana

Colombia bajo el peso de las tanquetas del Ejército

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Álvaro Uribe, dueño del Partido Centro Democrático, (agrupa a paramilitares, ganaderos ultraderechistas y fascistas), que tiene varias cuitas con la justicia, entre ellas, usar falsos testigos y, sobre todo, estar involucrado directamente en el affaire “falsos positivos”, ha justificado el asesinato de niños, especialmente en el Valle del Cauca. Uribe, que forma parte de los paramilitares, es tan criminal como Pinochet, en Chile, y Bolsonaro, en Brasil.

Uribe impuso como candidato presidencial a su delfín, Iván Duque, personaje incapaz políticamente, con quien es casi imposible dialogar. Sus ministros de gabinete está conformado por un grupo de bandidos, entre los cuales estaba el ministro de Hacienda, Carrasquilla, (ahora renunciado), que tuvo la mala idea de proponer un proyecto de ley sobre reforma tributaria, que terminaba por aniquilar a la ya miserable clase media. Esta reforma incluía el aumento del IVA a los productos de la canasta básica, como también para los sepelios, aumento del impuesto predial, por tanto, incremento en los arriendos y en los servicios básicos. (¡A quién, con dos dedos de frente, en vez de congelar el pago de servicios básicos, hipotecas, condonación de deudas y conceder bonos a los ciudadanos más vulnerables, se le iba a ocurrir el incremento de los impuestos, especialmente a la clase media, ahora, que Colombia está prácticamente en la ruina como producto de la pésima conducción del gobierno de Iván Duque en plena pandemia por el Covid-19!).

Actualmente, después de la India, América Latina está a la cabeza de las víctimas de la pandemia, y Colombia está entre los primeros países – después de Brasil – y los índices de pobreza se han duplicado, llegando al 50% de la población que ya llega a la miseria, a tal punto que el dinero alcanza para una miserable comida al día. Los nuevos impuestos de la irracional reforma exigían el pago de impuestos a los pobres que antes estaban  exentos, en virtud de algunas reformas sociales.

Álvaro Uribe Vélez y su lacayo, Iván Duque, en su presupuesto privilegiaban la compra de armamento, seguramente para asesinar a su propio pueblo, (siempre se ha estilado en la sufrida Colombia), y creían que la caterva de vencejos seguirían votando como idiotas, a favor de sus amos. A Bogotá se la llamó “Atenas Sudamericana”, pues su cultura abarca, por ejemplo, muy buenas universidades y centros del saber y de las artes.




Los estudiantes, como siempre, están encabezando e involucrándose en el descontento popular, y al paro del 28 de abril, se agregaron los sindicatos y la minga indígena, además de la clase media que, muchas veces vota por la derecha, pero que esta vez, profundamente afectada por el hambre y la miseria, decidió formar un todo con los sectores populares.

El paro, que ya lleva nueve días, ha abarcado a casi todas las Principales ciudades de Colombia: en la Costa, Santa Marta y Barranquilla; en la zona cafetera, sobre todo, Pereira; en Boyacá, departamento agrario, Tunja y Duitama se convirtieron en centro de protestas; en el centro, la Capital, Bogotá, y en el departamento de Antioquia,  Medellín; en cuanto al departamento del Valle de Cauca, Cali se ha convertido en la “capital del paro”.

La policía, ineficiente, se ha visto sobrepasada, y en muchos casos, ha recurrido a la violencia, (ya se completan 28 muertos, varios heridos, entre quienes se cuentan personas con traumas oculares y más de 90 manifestantes declarados desaparecidos; una buena investigadora periodística probó que los desaparecidos estaban presos en los cuarteles de la policía colombiana).

El paramilitar Álvaro Uribe escribió un “trino”, (twiter), en el cual pedía que los militares actuaran contra los manifestantes y participantes en el paro, (nada menos que la declaración del Estado de Sitio, al menos en Cali); en la televisión se han observado tanquetas del ejército, recorriendo las calles de las ciudades.

Los militares, por esencia y formación carecen de la competencia para controlar los conflictos sociales, y la Constitución no les ha entregado el monopolio de las armas para asesinar a sus conciudadanos, sin embargo, en Colombia era muy común, en los largos períodos de Estado de Sitio, desplegar el ejército, adiestrado para matar. Esta acción imprudente y criminal coloca a Colombia fuera del estado de derecho.

La mayoría de los países democráticos del mundo han condenado la militarización de las ciudades en Colombia, incluida la Comisión del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos humanos, (cuya presidenta es Michelle Bachellet), que ha enviado una delegación a Colombia, a fin de observar e investigar los crímenes del dúo Uribe-Duque. Por su parte, Luis Almagro, “el monstruo del pantano”, (así lo llama un periodista peruano), no ha dicho “esta boca es mía”.

La campaña del terror, acusando al Castro-chavismo de todas las desventuras de Colombia ya no asusta, ni siquiera, a los más estúpidos derechistas, y tendrán que buscar otra falacia para tratar de engañar a un pueblo que, cada día, es menos borrego.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

07/05/2021

 

 



Historiador y cronista

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