Poder y Política

El Octubre que cambió a Chile

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Para ubicar ese famoso 18 de octubre de 2019 es preciso recurrir a la historia comparativa, así como al método del largo período: para establecer la época de un acontecimiento hay que distinguir entre el escenario, la coyuntura y el largo período. En el caso del “Octubre” chileno, la rebelión popular viene gestándose desde las “Revolución  Pingüina” de 2006, (de los jóvenes estudiantes), hasta ahora. Si quisiéramos remontar hacia épocas más lejanas en el tiempo, podríamos ubicar el estallido en el debate entre “autocomplacientes” y “autoflagelantes” (hacia el año 2000), que demostró, en la caso de la Concertación, que no estaba satisfecha con su propio poder.

Estos acontecimientos citados abrieron el debate, en ese Chile del sistema binominal y de los “jaguares” de América Latina, sobre el tema de la crisis de representación, de legitimidad y de credibilidad, (la literatura política de la época da cuenta abundantemente de estas crisis). A partir de estas crisis entre la clase dominante, que dejaba su seguridad en sí misma, y el cambio aún no terminaba de nacer, (como decía Antonio Grossi, es en este período en que asoman todos los monstruos, es decir, se abre “la caja de Pandora”), el muro contra el cambio, construido por “el partido del orden”, comienza a desmoronarse y, poco a poco, la misma clase dominante acepta cambios sólo “gatopardistas”, como las reformas educacionales y del sistema impositivo. Posteriormente, con el gobierno de Bachelet 2, el “ galán rural”, (como llamaba el hijo de Michelle Bachelet a Peñailillo, en ese entonces, Ministro del Interior), puso fin al sistema binominal, aprovechando la mayoría en el Congreso, para implementar el sistema proporcional, un verdadero terremoto que cambió, en forma radical, el sistema político electoral de Chile, (el único antecedente similar de este cambio fue el Bloque de Saneamiento Democrático, al final del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, cuya reforma electoral abrió el camino a Eduardo Frei Montalva y a Salvador Allende Gossens).

A partir del segundo gobierno de Michelle Bachelet y del segundo de Sebastián Piñera, ambos elegidos con sendas altas mayorías, y con promesas de cambio en sentido contrario, (una, a izquierda, y el otro, a la derecha), dejaron a Chile, en la práctica, sin gobierno, y demostraron que la casta dominante no era capaz de auto-reformarse, (en este caso, ni siquiera en forma “gatopardista”).

¡Y llegó “el octubre chileno” demostrando que el Chile injusto, racista, clasista y xenófobo no podía continuar!. En política, analizar las mareas es fundamental y, en este caso, el 18-0 es expresión de la llegada de una ola incontrolable, que ha terminado por arrasar la forma de subsistencia de la clase dominante. Basta el recuerdo de frases fundamentales del inicio del período del “estallido social”: el Presidente Piñera, ante su impotencia y miedo, declaró la guerra al pueblo chileno, y su esposa agregó que el gobierno estaba superado por “los alienígenas”. Pocas veces en Chile un general, en este caso, Iturriaga, a cargo del “estado de excepción”, corrigió al Presidente-monarca, expresando que él “era un hombre feliz y que no estaba en guerra con nadie”.




En el proceso del “estallido social” el Presidente dejó de gobernar, convirtiéndose  en un cadáver político muy incómodo, incluso para sus partidarios: no sólo impuso un parlamentarismo de facto, (lo sostienen los derechistas), sino que los dirigentes políticos de los distintos partidos, (incluido el actual candidato a la presidencia, Gabriel Boric), terminaron por rescatar de las cuerdas al Presidente Piñera, ofreciendo un Acuerdo constitucional, que se definiría en un plebiscito en que la derecha terminó por hundirse con sólo un 20% de rechazo a la nueva Constituyente.

La salvación para Piñera llegó de la mano de una pandemia inesperada, que le permitió al Presidente confinar a los chilenos en sus casas, y a la fácil aceptación del estado de excepción y toque de queda, al tiempo que negociada, a través de distintas empresas, las vacunas para inocular a la población.

Podría ser posible que Piñera fuera el único Presidente de Chile a quien el senado destituya en una acusación constitucional, (ya ostenta el récord de ser acusado constitucionalmente dos veces; otros Presidentes lo han sido, pero ya en el exilio, y rechazada en la cuestión previa, que es el caso de don Arturo Alessandri Palma).

La visión de un Chile, dominado por “el peso de la noche portaliano”, y tranquilo y ordenado, es falso: durante el siglo XIX hubo dos guerras exteriores, (con Perú y Bolivia), y cuatro guerras civiles. El siglo XX también estuvo marcado por una fuerte conflictividad, y algunos analistas tienden a comparar el estallido del 18-0 con la crisis del Centenario, que se extendió por varios decenios y culminó en los años 30 con el Frente Popular. Otros, con el año 20, del siglo pasado, con el triunfo de Alessandri, es decir, “la época de los caudillos”, según Mario Góngora.

Todo acontecimiento que anuncia un cambio radical en el modelo social y político de una país siempre se da en una mezcla de marchas masivas, no-violentas, (baste recordar que en algún momento del “Estallido social”, el 25 de octubre de 2019, se congregó cerca de un millón y medio de santiaguinos  en la Plaza de La Dignidad”, y un número considerable en las distintas ciudades de las provincias del país), sin embargo, siempre existe un lumpen proletariado que sólo le importa esconderse en la marcha, que emplea métodos no-violentos, para recurrir a la violencia, destrucción y el saqueo, (Carlos Marx analizó con profundidad el rol de este lumpen proletariado).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

19/10/2021

 

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Historiador y cronista

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