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América Latina, las botas y las balas (El  estallido peruano)

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La derecha latinoamericana desprecia la democracia liberal: la estrategia de usar el poder judicial y los medios de comunicación de masas, (propiedad de millonarios conservadores cavernarios), en Perú, los Miro Quezada, propietarios del diario El Comercio; en Chile, los Edwards, con El Mercurio; en Argentina, el Grupo Clarín; en Brasil, La Hoja de Sao Pablo. Todos estos diarios animan la campaña para acusar de corruptos a los líderes progresistas latinoamericanos, (el Poder Judicial está pronto a sentenciar a la cárcel a cualquiera de ellos que se oponga a los intereses económico-políticos que ponga en peligro la hegemonía plutocrática).

La derecha extrema no se hace ningún problema en su intento de llamar a las botas y a la balas cuando el método judicial y mediático fracase. En Brasil, pidiendo la intervención militar para imponer al capitán Jair Bolsonaro; en Perú, la derecha fujimorista está dirigida por almirantes y generales, quienes destacan en los partidos políticos de derecha: el almirante Jorge Montoya, por ejemplo, llama a utilizar las balas para eliminar el movimiento social que se desarrolla actualmente en el sur del país, y mientras mueran más provincianos, campesinos y quechua-hablantes, importa poco a la aristocracia limeña, que se ha mantenido en el poder durante gran parte de los doscientos años de independencia; su colega, José Cueto,  se opone a todo proyecto de convocar a elecciones, (como lo solicita la Presidenta, Dina Boluarte), sea para el presente año o para el 2024. En Ecuador, Colombia y Chile, ocurre algo similar, especialmente con los pueblos originarios.

El estallido peruano no es más que un anuncio de esa nueva estrategia de la derecha latinoamericana que, incluso promueve, en su “miedo” al comunismo, la vuelta a las dictaduras cívico-militares.

A 53 días de la rebelión de los pueblos andinos del sur de Perú, el estallido social alcanza su culmen: un muerto vale más que los sesenta asesinados en Ayacucho, Puno y los demás pueblos del Perú profundo.




La historiadora peruana Carmen Mc Evoy, en su libro Guerreros civilizadores. Política, cultura y sociedad en Chile durante la Guerra del Pacífico, retrata, a través de una serie de testimonios, la idea de que el gobierno y la Prensa, sumada a la sociedad chilena, definían esta Guerra como “civilizadora”, pues se trataba de un pueblo culto y liberal contra otro decadente, enfermizo e ignorante. En el capítulo de su libro sobre la ocupación de Lima o los dilemas permanentes,  y citando al historiador chileno, Gonzalo Bulnes, pinta la superioridad chilena: “Tres años y medio en que el ejército chileno formado por montañeses de clima templado montaba guardia en un país enfermizo enemigo, y casi  tropical…”, al referirse a la ocupación de la Guerra de la Sierra.

Por otra parte, el ex Ministro de  Relaciones Exteriores del Presidente Pedro Castillo, Héctor Béjar, alaba el período de las guerrillas en la sierra, que lograron – según él- triunfar contra la ocupación chilena, contrastándolo contra la actitud y servilismo de la alta sociedad virreinal limeña, y en forma más radical el militar Antauro Humala, líder de la etno-cacerista, exalta el valor de las guerrillas, dirigidas por el general Avelino Cáceres, en la sierra peruana en contra del ejército ocupante; Antauro Humala, recién liberado de la cárcel, pretende, nada menos, que ocupar Arica y Tarapacá, a fin de recuperarlas para los peruanos, y, además, amenaza con aplicar la pena de muerte a todos los ex Presidentes corruptos peruanos, incluido su hermano, Ollanta Humala.

El historiador tacneño, Jorge Basadre, es un ícono en la historiografía peruana, principalmente de la época republicana, (una especie del historiador chileno Francisco Encina para la crítica histórica peruana), define las características de su país durante el período republicano como “persistencia de un abismo social y un Estado empírico”, (pensamos que no puede ser más clara esta definición del historiador peruano con respecto a su país).

Unos pocos ricos, establecidos en Lima y el Callao, y una gran mayoría de pobres, sobre todo, en los distritos del sur del país, y por otro lado, un Estado empírico, corroído por la corrupción y una oligarquía política mediocre, clasista y racista, es el panorama que presente el Perú, en la actualidad.

El historiador de la Universidad Católica de Perú, Antonio Zapata, recorre, en sus obras los distintos hitos de la historia peruana durante el siglo XX, colmada de golpes de Estado, y en su primera mitad, hegemonizado por el pacto aristocrático-militar. Los 11 años  del gobierno de Augusto Leguía; la generación de los años 20 y 30, antes heredera de González Prada, (ideólogo del anarco-sindicalismo peruano), estuvo dominado en la izquierda por José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre: el primero, fundador del Partido Socialista peruano, (1928), y el segundo, del  APRA, que del anarco sindicalismo de la escuela González Prada paso a   representaba a la clase media, y José Carlos Mariátegui  reclutaba para su Partido a trabajadores e indígenas. El APRA  en su fase anti-imperialista, hegemonizó el sistema de partidos políticos peruanos  de la convulsionada época de los años 30 y hasta 1979, en que Haya de Torre presidió la Asamblea Constituyente, en 1979 en plena dictadura de Francisco Morales Bermúdez; (en el período de Alán García, el APRA se convirtió en un Partido de derecha, aliado al fujimorismo).

Mariátegui, como político, perseguía el poder, pero pagaba el precio con la clandestinidad y el exilio. Políticamente  se formó  en el exilio, en Roma, donde conoció a los principales líderes del socialismo italiano durante el período entre-guerras, además, fue testigo presencial de la Marcha sobre Roma, liderada por el fascista,  Benito Mussolini.

José Carlos Mariátegui fue, además, literato  y ensayista, y son famosos los siete Ensayos sobre la realidad peruana. En solo 10 años este intelectual produjo mucho más obras literarias que toda la izquierda peruana desde 1930 hasta hoy.

Desde la dictadura militar, presidida por Juan Velasco Alvarado, el único aporte en la izquierda en Perú ha sido la Reforma Agraria, de ahí en adelante, la izquierda se ha dividido entre los “caviares” y una izquierda ultra, pro-China y terrorista, antes de Sendero Luminoso y hoy, de la ultra peruana, de Perú Libre, dirigida por Vladimir Cerrón.

La corrupción ha sido el actor principal del Perú de hoy. El historiador peruano, Alfonso Quiroz, en su obra Historia  de la corrupción en Perú, demuestra que el robo al fisco ha significado varios puntos de disminución del PIB en el país. A partir de Fujimori, (1990), no ha habido ningún Presidente que no haya caído en la corrupción,  y, en general, los delitos se han repetido, (cohecho, asociación ilícita, lavado de activos…).

Ni las balas ni las botas van a salvar a la sociedad peruana de la endémica corrupción. Ninguna elección anticipada abrirá el camino a una generación limpia y capaz de gobernar. El nihilismo y la anomia terminarán por devorarse la democracia. A los Mariátegui y Haya de la Torre los ha sucedido el escribidor Mario Vargas Llosa y su hijo, Álvaro, (los valientes intelectuales, hoy han devenido los voceros del neoliberalismo).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

31/01/2023

Bibliografía

Carmen  Mc  Evoy,  Guerreros Civilizadores. Política, sociedad y cultura en Chile durante la Guerra del Pacífico, Edit. U. Diego   Portales, Santiago, 2001

Antonio Zapata, La lucha política y social, Edit. Fondo Ed. bolsillo

Desiguales desde siempre, Instituto de Estudios

Peruanos.

Oligarquía en guerra, Taurus

Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, Ed. Cultura Antártida, 1946.

 

 

 

 

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Historiador y cronista

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  1. Si lo escribe usted, viejito, tiene que ser verdad. Es decir, para el análisis del viejo gumucio, «TODOS» los Peruanos son corruptos.

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