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Calles sin cesantía ni exclusión

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 En vísperas de otro primero de mayo salta a la vista la necesidad de que la clase trabajadora se decida a resurgir con fuerza y asuma el papel protagónico que le corresponde en la sociedad chilena, de modo de evitar que la vieja casta política contraria a los cambios y la oligarquía todopoderosa que la sustenta sigan tomando determinaciones ajenas a las urgencias de la ciudadanía y entrabando la salida del país de la trampa neoliberal de la que no puede zafar.

                Pareciera que en esta frágil democracia los valores han sido trastocados: el progresismo que triunfó holgadamente en las últimas presidenciales se encuentra arrinconado y al gobierno le cuesta sacar adelante su anunciado programa transformador, lo que desanima a muchos que fueron sus electores, en tanto la oposición gana terreno e intensifica su persistente ofensiva con desprecio por las demandas populares.

                 En su confusión el oficialismo hace suyos los afanes de la derecha que en el fondo buscan soslayar las desigualdades acentuadas durante la dictadura y mantenidas hasta hoy.  Obviamente la seguridad pública es importante pero no puede ser la única prioridad gubernamental porque sería olvidar las promesas de la campaña electoral, las que son esperadas al cabo de un año ya con impaciencia.

                Más que “calles sin violencia”, programa para el que se ha destinado un dineral (1.500 millones de dólares) lo que el pueblo pide – porque lo necesita – es un plan de calles igualitarias, sin cesantía y sin exclusión, con justicia social y solidaridad. Este sería un significativo avance democrático que permitiría a millones de hombres y mujeres sin recursos mejorar sus precarias condiciones de vida.




                 No basta con la actitud temerosa de la CUT, que se acostumbró a vegetar y permanece sumida en un prolongado letargo, sin poder de convocatoria e ignorada por muchos chilenos. La CUT no ha logrado recuperarse tras los horrores de la dictadura que la descabezó, persiguió y exterminó a sus dirigentes e hizo desaparecer la actividad sindical, cuya ausencia se hace sentir.

                Como si hubiera sido borrado del mapa no se advierten señales de sindicalismo, excluido de todo.  Por eso no hubo dirigentes sindicales en la Convención Constitucional que se desarrolló el año pasado ni tampoco en el actual proceso constituyente del que se apropiaron los sectores económicamente poderosos para un maquillaje de la Carta Magna pinochetista todavía vigente.

                Las urgencias de los trabajadores y sus familias son por una estabilidad socioeconómica que solo puede darles una sociedad de bienestar, lo que no es posible por ahora porque en los presupuestos hogareños la plata no alcanza siquiera para llegar a fin de mes. Sin embargo, lo que hoy está sobre la mesa es un gran paquete de leyes y medidas de protección a las policías y contra la inseguridad que está en todos lados, lo que sería innecesario si se atendiera oportuna y adecuadamente el cumplimiento de los principios de equidad que están postergados.

                Millones de chilenos quisieran condiciones equitativas que no se advierten desde la dictadura en adelante. El término de la concentración económica de una minoría y una justa distribución de la riqueza son los objetivos prioritarios de las mayorías, a las que sectores conservadores quieren imponer propósitos alejados de su lucha por evitar el empobrecimiento progresivo que las afecta sin que nadie atine a proponer disposiciones que las protejan.

                Chile, uno de los países más desiguales del mundo, atraviesa por una de las peores crisis de su historia. En la práctica esta se traduce en falta de oportunidades para estudiar y trabajar, elevados índices de deserción escolar y desempleo al tope, jubilaciones de hambre, ausencia de derechos sociales como la salud y la vivienda, todo lo cual deriva en lacras indeseables como la delincuencia y el narcotráfico que son subproductos del modelo neoliberal legado por la dictadura.

                Las cifras oficiales no ayudan en nada: la cesantía llegó a 8,4% en el trimestre de diciembre a febrero últimos, esto es, un aumento de 0,9 puntos porcentuales en 12 meses y la inflación descontrolada ya está en 1,8% en los primeros tres meses del año. Se anuncia un alza en el servicio de energía eléctrica que llegará hasta un 16,5% y como guinda de la torta fue fijado el salario mínimo desde julio del próximo año en 500 mil pesos, suma que no era buena para ayer ni anteayer, sino que para el año pasado.

                No todos se preocupan por este oscuro panorama que llama a generar con prontitud puestos de trabajo formal y a mejorar sustancialmente los salarios. En cambio, hay dinero a raudales – un significativo porcentaje del presupuesto nacional – para otorgar a las policías más recursos, armamentos, vehículos, camionetas blindadas, tecnología, chalecos antibalas, etc., más garantías y atribuciones, lo que ha sido reconocido por el propio general director de Carabineros.

                Con una osadía que merecería una mejor causa hay políticos pinochetistas que pretenden que el presidente de la República pida perdón y se disculpe ante Carabineros por tanta “desprotección”. Mientras esperan, mandan a mujeres y familiares de funcionarios policiales a manifestaciones callejeras de protesta y hasta “exigen” impunidad para los violadores de derechos humanos que cegaron total o parcialmente a centenares de personas durante el estallido social.

                Cualquiera se da cuenta que lo que corresponde es dar solución hoy a problemas que esperan largo tiempo. Allí está la desesperación de los cesantes, de los despedidos, los que se encuentran de brazos cruzados y tienen que hacer algo por cuenta propia y los que buscan trabajo por primera vez, sin encontrarlo. De este abandono de muchos parten en gran medida las consecuencias que luego se lamentan.

                Aunque pasiva por años, sabe que debe repuntar cuanto antes: la clase trabajadora que se esfuerza a diario por progresar y hacer grande a Chile, su rol relevante, sus derechos, necesidades, demandas y aspiraciones, serán sin duda tema central este primero de mayo en la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores.

 

 

Por Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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  1. Gino Vallega says:

    El ejército de semi cesantes ambulantes también van a celebrar el 1 de mayo? El desempleo es sólo de 9% y los empleos formales, con contrato, son más del 9%? Si los ministros de Piñera proponían «bingos» para acarrear fondos……no hay algún don francisco para que organice teletones para los pensionados y salarios mínimos miserables de Chile? Las dádivas estatales tapan un poco la falta de solidaridad y generosidad de que se auto congratulan los «dueños» de la embarcación, que luchan contra el Estado………las amplias alamedas…llenas de manteros, ahora perseguidos por los mismos que los crearon……No vamos a ningún lado y damos vueltas y vueltas, como sorete en el estero!

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