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Embajadora de México en Chile: “Los derechos humanos no pueden sacrificarse, ni siquiera por la seguridad”

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Alicia Bárcena, embajadora de México en Chile, mantuvo una conversación con estudiantes de la Universidad Alberto Hurtado hacia finales de abril en conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.

La embajadora, nombrada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha vivido en Santiago durante largos años como secretaria ejecutiva de la Cepal además de ocupar con anterioridad varios cargos en las Naciones Unidas.

En su discurso por los 50 años y ante un auditorio lleno de jóvenes, Alicia Bárcena dijo que “Chile tiene una realidad ineludible, que es conmemorar el golpe de estado. No es un asunto de izquierda, es un asunto de toda la nación. Porque el golpe de 1973 no le pasó a Salvador Allende y a sus partidarios, le pasó a toda la sociedad chilena. Por eso hoy a 50 años tenemos que reflexionar sobre el 11 de septiembre. El golpe militar produjo la herida más amarga al pueblo chileno, bombardearon la casa de gobierno y sometieron a este querido pueblo a 17 años de terror, abusos y a la demolición por la fuerza de conquistas sociales, políticas y económicas”.

 

La embajadora agregó: “Lo que ocurrió en Chile ese día fue un golpe para todo el país, para todas y todos los chilenos. Se produjo una ruptura institucional, se violentaron años de una de las democracias más sólidas de América Latina que despertaba admiración a nivel mundial. Se impuso el miedo, la tortura, la desconfianza, sin libertades, la violación a los derechos humanos de los que pensaban distinto. Se castigó duramente a los disidentes, se les acusó de violentistas, de comunistas, de guerrilleros. Y aún en los casos donde las acusaciones de violencia pudieran ser ciertas, no se les otorgó la oportunidad de un juicio justo ni un castigo merecido bajo la ley y el derecho. En cambio, con plena impunidad se les detuvo para humillarlos y torturarlos; se les asesinó y desapareció de las formas más crueles y despiadadas para ellos y sus familiares”.




 

Una división entre chilenos que persiste

 

Alicia Bárcena reflexionó sobre la división que persiste en Chile. “Mientras, prevalecía el discurso del dictador como salvador y padre de la patria que afirmaba que en Chile no pasaba nada, que lo que pasó fue para salvar a Chile. Y todavía una parte de la sociedad cree esto. Gente convencida de una obscena negación de la existencia de detenidos desaparecidos, presos, ejecutados. Esta violencia, esta injusticia no es aceptable por más diferencias políticas o ideológicas que existan. Nunca entre parientes, nunca entre hermanos, nunca desde un estado a sus ciudadanos. Este es el nunca más, este es el mensaje de esta conmemoración”.

 

La exsecretaria ejecutiva de la Cepal dijo más adelante. “A 50 años debemos entender que Chile se ha negado a la posibilidad de una reconciliación a partir de la verdad plena del reconocimiento en la justicia. Y sobre todo de confrontar como nación su propia historia. Porque los derechos humanos no son monopolio de la izquierda, pertenecen a todos. Por eso es muy importante afirmar el respeto transversal a los derechos humanos. Porque nada, independientemente de tu ideología, justifica la violación a los derechos humanos”.

 

“Esta profunda herida aún no cicatriza, produce una ruptura entre sus ciudadanos. Es una tragedia para todo el pueblo de Chile, es una grieta que sigue presente porque hay una parte de la sociedad que piensa que el golpe salvó al país. Pero eso no puede ser. Por eso tenemos que reconocer que el golpe dividió a todos y todas. Lo que faltó fue justicia a través de un proceso pacífico”, dijo.

 

 

Democracia e igualdad

 

Alicia Bárcena ha realizado trabajos e investigaciones sobre temas de desigualdad en América Latina, además de otra línea en temáticas de género y medioambientales. Al respecto, dijo que “democracia e igualdad son dos caras de la misma moneda. Efectivamente la gran fábrica de la desigualdad en América Latina es la heterogeneidad estructural. Esta heterogeneidad que duele cuando vemos a unos pocos disfrutando todo y a los muchos casi sin nada. Esa desigualdad estructural que se basa en conceptos que la productividad no lleva los beneficios a todos y que el empleo generado para combatir la desigualdad no es un empleo con derechos porque aún estamos con un 50 por ciento de informalidad”.

 

Dijo también: “La experiencia chilena me marcó para trabajar en propuestas para el desarrollo y por la igualdad. Pero la igualdad como titularidad de derechos porque naces con la igualdad en la mano y luego como la ejerces en tu vida. El tema no es equidad, es igualdad. La diferencia es que la equidad es un concepto que se aplica a la equidad tributaria, paga más el que más tiene. Eso es equidad, pero hablamos de igualdad. Titularidad de derechos y porque la desigualdad conspira contra la democracia. Y por eso es también ineficiente”.

 

Más adelante dijo: “Confirmo mi postura de que la concentración del poder distorsiona la política y genera descontento social. Es lo que pasó en Chile. A partir del 1973 Chile fue el mejor alumno de la política neoliberal y, yo diría, de una cultura del privilegio que hoy está saliendo a la luz. Hoy estamos viendo de qué se trata la cultura del privilegio de unos pocos y que está dominada por unas elites políticas y económicas, cuando el poder político se confunde con el poder económico. Creo que es urgente sustituirla por la cultura de la igualdad que construya derechos y garantice ciudadanías. No podemos naturalizar la desigualdad, eso sería un contrasentido y por ello creo que la democracia, las instituciones, un estado representativo fundado en el diálogo y en el acuerdo político es el único camino para lograr el bienestar social. Para lograr eso no podemos dejar de lado la acción colectiva”.

 

 

En esta tremenda desigualdad, que es la peor del mundo, creo que podemos lograr el anhelado desarrollo, pero con la mirada puesta en la igualdad, la justicia, social, la sostenibilidad ambiental, la democracia y la paz. Estoy convencida que esta convivencia es posible. Es posible que la región levante su voz ante los desafíos históricos de este momento, con crisis social, pandemia, conflictos bélicos, crisis climática, aumento de la pobreza y la desigualdad. Sabemos que el contexto no es nada alentador y que corremos el riesgo de aspirar a un horizonte de futuro cuya viabilidad sea desmentida todos los días por los medios de comunicación. Sin embargo, creo que es indispensable renovar nuestros esfuerzos por presionar las democracias, las libertades, cautelar los derechos humanos para no sacrificarlos por nada, ni siquiera por la seguridad. Y en ello, me refiero, ni siquiera frente a la delincuencia”.

 

Por Paul Walder

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Periodista

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