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Pirañas al aguaite

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Como las alucinaciones cruzan el espectro social, quien fuera presidente dos veces, gracias a los borregos y el apoyo de las pirañas, regresa al circo romano. Circo que jamás cierra y ofrece a diario, funciones para deleitar a los crédulos. Este personaje, que administró el circo durante ocho años, cuya expresión se ve remozada, trae noticias. Claro, pues siempre ha sido su oficio demostrar sus vínculos hacia la burguesía arribista. La cual, se halla al aguaite, empeñada en recoger las migajas que caen de la mesa. Bueno, se justifica diciendo: “Es para dárselas a las palomas”. Desde la universidad, logró trepar en la resbaladiza escala social y dar inicio a su periplo de empresario de la banca. Como escribe mi colega Dionisio Albarrán: “Quiso ser de esos banqueros que no se cortan las uñas; en cambio se las afilan”. Destreza que lo hizo ahuecar el ala y sumergirse en la clandestinidad.

Ahora, rejuvenecido y exultante empieza a caminar, pues como dijo el poeta, “se hace camino al andar”. Propuso una alianza política, desde luego liderada y administrada por él, donde da cabida a los extremos políticos de la derecha. Una especie de bolsa de gatos, tan socorrida por quienes nada saben de la conducta de los gatos. «Creo que Chile Vamos —anunció desde el púlpito— debe aspirar a buscar alianzas desde la derecha republicana hacia el centro, Amarillos, Demócratas y hacia la sociedad civil, los independientes». ¿Y dónde dejó a los borregos, sus aliados incondicionales? Quizá no lo suponía, pero los amarillos, cuyo color recuerda las deposiciones infantiles, y los demócratas somnolientos, se sintieron ofendidos. Esta cofradía de intelectuales que leen libros resumidos y copian cuanto se dice en Internet, se sintieron humillados. Daban chillidos, se mesaban las barbas, clamaban al cielo, mientras recordaban su pasado, vendiendo estampas del dictador. El ex presidente, no decía nada nuevo en boca de quien, a menudo, expresa lo que no debería decir. Se desperfila en su afán de ser gracioso. Se comenta, que lee a diario las defunciones del periódico, para enterase de quienes siguen vivos.

Que sus palabras, otros dirán peroratas a la birulí, llegan en un momento, donde los gallineros de la política se ven zarandeados. El voladero de plumas, picotazos a mansalva, emparejamientos a la diabla, han convertido esta función, en una zafacoca. No es de extrañar, entonces, que quienes se dedican a esta actividad, recurran a palabrotas en sus intervenciones. Desde antiguo el arte de injuriar a alguien, ha sido la tónica, sobre todo en la política. Por algo, quienes se inician en esta gestión u oficio, siempre de moda, lo primero que aprenden a decir es groserías. Denostar al rival, utilizando el rico lenguaje vinculado a la coprolalia, constituye un arte. Los novelistas nacionales Nicomedes Guzmán y Armando Méndez Carrasco, tuvieron tanta acogida en el siglo pasado. Utilizaban el habla del pueblo, enriquecida por el arte de expresarse de una manera distinta, deleitando a sus lectores. Ajeno a la cursilería e insípida verborrea de hoy, que nadie entiende.

Quien fuera presidente, gracias a los sumisos y el apoyo de las pirañas, habló en el momento de los cuchillos largo. Su incontinencia verbal, unido al enfermizo afán de figurar, lo hizo tambalearse en el resbaladizo camino hacia el poder. Referirse a coaliciones en una pieza a oscuras, mientras nadie sabe cuáles son los gatos y las liebres, constituye una suerte de albur. Incluso se vio un zorro en el metro de plaza Egaña y después se fue a la comuna de Las Condes, su natural hábitat. Alianza que bien podría ser una clonación. ¿Y quién gana en este entuerto? Dejemos la respuesta para los próximos días.




 

Por Walter Garib

 

 

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Walter Garib

Escritor

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