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Volver desde la soberanía popular

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Todos los de la foto del día 15 de noviembre estaban asustados.

No fue casualidad que la precaria clase política chilena que no lo viera venir, que no alcanzara a entender que no eran los treinta pesos y que durante treinta años se regalaron un país para jugárselos a los acuerdos. Esos tiempos mentirosos de las políticas concertacionistas y juegos con las cartas marcadas.

Tantos largos abrazos en CasaPiedra, donde las cuentas se solucionaban en las oficinas de la CPC

Hay tiempos que se hacen visibles los derechos y demandas cuando la voluntad popular con sus urgencias históricas se expresa para que sucedan cambios por largos periodos postergados. Cuando los tiempos son buenos no es necesario cambiarlos dicen, y si los tiempos son malos entonces se debe esperar a que todo mejore.




Esas frases mentirosas tocaron fondo.

Desde 1980 se sabía de aquel engendro constitucional escrito en cuarto oscuro entre Guzmán/militares/grupos económicos que no llegaría a sentar bases para que Chile vaya superando las condiciones de desigualdad, su clasismo y perfil mercantilista. Real interés por cambiarla no existió. Algunos gestos se hicieron, pero todo era un gatopardo.

En breve tiempo diputados y senadores, cuando aún las calles de Santiago estaban calientes, alcanzaron a entender que necesariamente había que destrabar lo que era una verdad incuestionable. Iniciar un proceso constituyente, el esfuerzo de millones que por años lo sostuvieron como la urgencia a cumplir más importante para el país.

Desubicados, ilusos, no conocen la política chilena, y además son fumadores de opio llegaron a decir. Había que guardar los compromisos firmados con la derecha, nada debe de cambiar. Ricardo Lagos ufano y sonriente ya la había firmado y con eso era suficiente.

Pero más allá que la sucia batalla para que ganara el rechazo, quedó sentado un asunto fundamental, el más importante: LA SOBERANIA RADICA EN EL PUEBLO.

Se debe recordar que siempre y previo a cambios sustantivos y fundamentales la calle tiembla. Es desde allí que nacen las exigencias y una nueva constitución es una larga espera. En ese asunto no hay acuerdos sencillamente porque el país es un Chile dividido desde sus inicios.

Por aquellos días gloriosos de octubre, cuando quedó presente el poder de la movilización social, la derecha asustada vociferaba que: “había que meterse la mano al bolsillo hasta que duela”, decía Alfonso Swett, presidente de la CPC. Más importante que el crecimiento económico son las demandas sociales, afirmaba a reglón seguido.

De aquello han pasado cuatro años.

Sin la calle la derecha volvió a su dibujo de país. La desigualdad instalada, pobreza dura, marginalidad en aumento que no son enojos de los dioses, sencillamente las consecuencias del neoliberalismo que como si de una plaga se tratara maltrata a millones de chilenos.

La derecha, esa que hace cuatro años gritaba para que hubiera paz en las calles, hoy la vemos ufana atrincherada en un proyecto escrito con la mano de la extrema derecha. Los intereses de los grupos económicos son más importantes que el destino de un país con sus habitantes.

Lo complicado en todo este asunto es sin lugar a dudas entregar constitucionalmente escrito un modelo fracasado, que no dio el ancho donde las soluciones están más distantes de políticas públicas justas y ordenadas.

De justicia extrema es un nuevo sistema de pensiones y a escala humana debe ser.

La derecha defiende las AFP sabiendo sin duda alguna que es un proyecto construido a su medida. En ese espacio están los viejos esperando pensiones dignas mientras vemos como las ganancias del sistema de ahorro obligatorio se convierte cifras difíciles de leer por su cantidad.

Entre enero/septiembre 2023 las AFP ganaron un 11,4% más que el 2022. $349 mil millones, algo parecido a 394 millones de dólares. Chile tiene siete supermercados para dinero, la que fueron inventos de Piñera José. Gastados están los pisos del congreso entre el ir y venir para alcanzar acuerdos en pensiones.

No hay duda que la mejor alternativa es consultar al pueblo, a los ahorrantes el modelo que ellos demandan. Volver la soberanía popular al lugar que pertenece.

Ya en la puerta de entrada del EN CONTRA la confusión llega a casi todas las esquinas. Vuelve a quedar pendiente por voluntad presidencial continuar el recorrido de una nueva constitución. Olvidan el extraordinario porcentaje de chilenos que votaron para cambiar la de Guzmán/Pinochet.

Esa voluntad se mantiene intacta e inalterable, intentar darla por superado sencillamente se convierte en traición, abuso y menosprecio. Se recuerda para que suceda las calles se llenaron de muertos, torturados, apaleados y cientos con traumas oculares, luego que se diera la orden desde La Moneda de reprimir sin importar los costos en vida de chilenos.

Defender la soberanía popular es un asunto no menor.

Aquello corresponde al pueblo y es este pueblo quien debe buscar las alternativas más justas para hacer que el país tenga realmente una constitución que manera inalterable cautele derechos consagrados.

 

Pablo Varas.

 

 

 

 

 

 

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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