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Escribimos estas líneas en la víspera del segundo plebiscito constitucional. Cualquiera sea su resultado, el Pueblo de Chile sin duda expresará una vez más su justa indignación contra el sistema político en su conjunto. La misma que manifestó en su épica irrupción en el espacio político el 18 de octubre de 2019, el 18-O. 

La misma que ha venido reiterando de modo creciente en las 18 elecciones nacionales celebradas desde entonces. A través de una pandemia sin precedentes que contagió a más de un cuarto de la población y costó la vida a más de sesenta mil compatriotas. La cual logró superar con la misma capacidad de organización, determinación y disciplina, emocionantes, que el Pueblo ha manifestado en cada una de sus masivas irrupciones recientes en política.

Cualquiera sea el resultado de este domingo, seguirá vigente más o menos agudizado el gran desafío que enfrenta Chile: superar la crisis política nacional en que se debate desde el 18-O. Es decir, relegitimar ante el Pueblo la autoridad del régimen democrático. ¿Qué hacer para lograrlo? 

Desde luego no seguir porfiando en buscar consensos con los poderosos intereses que vienen abusando del Pueblo desde el 11 de septiembre de 1973. Ese camino pudo ser aceptable, incluso acertado, durante los años de calma chicha en la actividad política popular masiva que, como naturalmente sucede siempre, se tomó un largo respiro tras batallar heroicamente en todos los terrenos durante una década hasta acabar con la dictadura. 




Pero ese camino resulta profundamente equivocado y estéril en la situación actual de nueva crisis política nacional y extendida indignación popular. Esta se ha generado precisamente por la incapacidad del sistema democrático de intentar siquiera acabar con los grandes abusos. La incapacidad de una autoridad deslegitimada la inhabilita asimismo, inevitablemente, para lidiar con otros abusos cotidianos como la delincuencia común y casi con cualquier cosa. Incluido nada menos que reactivar la economía y proteger el empleo, hoy amenazados seriamente por políticas brutalmente contractivas implementadas por autoridades burocráticas que se mandan solas. 

Porfiar en más de lo mismo sin considerar el ciclo en el estado de ánimo del Pueblo es lo que la ciencia política clásica define como cretinismo político. Sólo agudiza la crisis política y la indignación del Pueblo. Así lo demuestra de modo palmario el proceso que hoy culmina, surgido de un acuerdo parlamentario a espaldas del Pueblo.

 

Confiamos en que ganará el voto En Contra, ojalá por un margen muy amplio. Ello ciertamente facilitará las cosas para abordar el desafío que sigue. Sin embargo, parece probable que el extendido descontento popular se manifieste nuevamente en una fuerte desafección por este proceso. Expresada en una nueva baja en la participación a pesar del voto obligatorio y un elevado número de votos nulos y blancos. Así sucedió en la elección del Consejo Constitucional, donde estos empataron en segundo lugar, al tiempo que ganó lejos el único partido que rechazó el proceso en su conjunto. 

Para resolver la crisis política nacional parece imperioso que las fuerzas políticas democráticas y progresistas consideren extender y profundizar al conjunto de su accionar su acertada decisión de votar En Contra en este plebiscito que ellas mismas contribuyeron a gestar. Este intento de un Parlamento deslegitimado por imponer una constitución a su medida nunca debió iniciarse, Nada bueno podía resultar del mismo, como ha quedado demostrado. El acuerdo de dichas fuerzas de enfrentar unidas las elecciones municipales venideras es asimismo un importante paso en la dirección acertada. 

Gane o pierda el domingo, la coalición política democrática y progresista que se ha reconformado para votar En Contra debe afiatarse y pasar a la ofensiva. Es la coalición democrática más amplia de la historia de Chile. Es la que se forjó el mismo 11 de septiembre de 1973 sobre el trasfondo de La Moneda en llamas. La que resistió desde el primer día y derrotó a la dictadura. Es la coalición que eligió a todos los presidentes progresistas que han gobernado desde entonces. Dicha coalición controla hoy el poder ejecutivo, la mitad del Parlamento y la mayoría de los gobiernos regionales y locales. Es la que está llamada a ponerse de pie y conducir unida la justa indignación del Pueblo para realizar las reformas necesarias o al menos convencerlo de su decisión de realizarlas..

Los grandes abusos que vienen desde el 11 de septiembre de 1973 son bien evidentes, todo el mundo los conoce así como también, con nombre y apellido, a los poderosos intereses que pretenden la demencia de perpetuarlos. 

Siguiendo el orden de magnitud de los recursos usurpados, el mayor abuso es que un puñado de grandes empresas se han apropiado sin pagar un peso de recursos naturales que pertenecen al Pueblo y la Nación y el valor de lo que extraen anualmente sólo en el caso del más importante, el cobre, equivale a la mitad de los ingresos totales del Estado. 

El segundo mayor abuso es la “atípica transferencia forzosa al sector privado” como denomina un reciente informe de la OCDE acerca del sistema tributario chileno, el desvío al sistema financiero privado que los destina principalmente a financiar negocios de grandes empresarios, de contribuciones salariales a la seguridad social en previsión y salud, así como buena parte del presupuesto de educación, que en conjunto equivalen a más de un quinto de los ingresos totales del Estado.

El ejecutivo tiene atribuciones para corregir estos abusos hoy día en forma significativa, o manifestar claramente ante el pueblo su disposición a acabarlos. Por ejemplo, puede recuperar hoy el litio del Salar de Atacama, contratando su explotación en forma exclusiva con CODELCO a partir del vencimiento de los arriendos actuales. Puede retirar su reforma de pensiones, que no aborda el abuso de fondo y aún así está estancada en el Parlamento y reemplazarla por una ley corta que autorice a los afiliados AFP a cambiarse al IPS, trasladando sus cotizaciones pasadas y futuras, y retirando el saldo del fondo AFP. Puede habilitar a FONASA para recibir a todas las personas aún afiliadas a ISAPRE manteniendo iguales cobros y prestaciones. Puede condonar en los hechos el CAE y acabar con este nefasto instrumento por vía presupuestaria. Puede reactivar la economía impulsando políticas monetarias y fiscales expansivas.

Una autoridad que pretenda legitimarse debe enfrentar resueltamente a los poderosos para evitar que abusen del Pueblo. Esa es la base esencial de la legitimidad de El Príncipe, como apuntaba el fundador de la ciencia política moderna. Apoyándose en el Pueblo y utilizando al máximo todas las vastas atribuciones legales a su alcance. Con la determinación del Presidente Salvador Allende.

Para realizar o al menos mostrar claramente al Pueblo que tiene la decisión de realizar las reformas necesarias cuya postergación conduce sin excepción a los Pueblos a la hecatombe. Son las palabras del Presidente Arturo Alessandri Palma en 1925, que no fueron entonces escuchadas.

 

Manuel Riesco

Vicepresidente CENDA

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Economista. Vicepresidente de Cenda

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