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Propuesta CPC: Un documento nuevo con ideas viejas

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Los gremios empresariales, encabezados por la Confederación de la Producción y el Comercio, CPC, con la colaboración y el apoyo de todos los organismos empresariales que la conforman, han emitido un documento en el que plantean sus reflexiones y propuestas sobre los problemas de corto y de largo plazo que enfrenta la economía nacional. Que la CPC elabore y haga público un documento doctrinario y propositivo sobre la economía nacional es una buena noticia. Permite que sus planteamientos más íntimos y permanentes se aireen y se hagan más transparentes ante la opinión pública. Lo malo es su contenido, el cual analizaremos parcialmente a lo largo de este artículo, y además, el hecho de que este documento vea la luz después de meses de dialogo con el Ministro Marcel y después que éste hiciera público un extenso conjunto de proposiciones para sacar adelante la economía chilena. Lo más correcto hubiera sido que los gremios empresariales respondieran en concreto a ese planteamiento oficial, que recoge mucho de lo que se ha venido conversando con ellos a lo largo de un año. Salir con un documento paralelo y alternativo se puede legítimamente interpretar como una forma escapista de decir que NO al documento de Marcel, y no como una forma seria de continuar con un dialogo en el cual la pelota estaba en el terreno empresarial, pero no para que la tiraran fuera de la cancha.

En relación a su contenido, el documento mencionado tiene un alma central que lo preside de arriba a abajo: postular que no solo no es conveniente incrementar el impuesto de primera categoría –los impuestos corporativos o empresariales –  sino que hay que disminuirlos, disminuyendo por esa vía los ingresos tributarios que percibe el Estado, y reduciendo consiguientemente su capacidad de gasto. Paralelamente se postula incrementar los ingresos tributarios por la vía de ampliar la base tributaria, poniendo a tributar a los sectores que hoy en día están exentos de ello por lo reducido de su nivel de ingresos. En pocas palabras, reducir la tributación para los sectores más ricos y aumentar la tributación para los sectores de clase media o baja. Con una política de ese tipo, según los gremios empresariales, se aumentaría la inversión y el crecimiento económico y al final del día, cuando ese incremento de la producción y de los ingresos finalmente llegue, se beneficiarían el Estado y la totalidad de la población. En los textos de los estudiantes de primer año de economía toda esa concepción se conoce como la teoría del chorreo. Cuando las tazas de los más ricos se llenen, los mayores ingresos terminarán por rebalsar ese recipiente y chorrear hacia los más débiles. Hay, por lo tanto, que cuidar a los empresarios y a sus ganancias, consentirlos, no hacer nada en contra de sus intereses, sacar de los programas políticos cualquier mención a una mejor distribución del ingreso, no pretender que el Estado tenga responsabilidades en la provisión de servicios y derechos humanos ni en la promoción del crecimiento económico. Todo eso vendrá algún día como consecuencia del mundo feliz que se creará a partir de la alta inversión que lleven adelante los empresarios cuando sus ganancias esperadas sean elevadísimas. Todo ese tipo de planteamiento no es nuevo. Lo postuló inicialmente Adams Smith, padre de liberalismo económico y fue retomado posteriormente por las corrientes neoliberales que tomaron fuerza en las últimas décadas del siglo pasado. Pero parece que nuestro alto empresariado no ha entendido, o se niega a ver, que las políticas neoliberales llevaron a una mayor concentración del ingreso, a la reducción del tamaño del Estado, a la falta de industrialización, a la falta de crecimiento y de desarrollo y a una exasperación de las tensiones sociales y políticas. Y eso sí que atenta contra el crecimiento y el desarrollo económico. No han entendido que el mundo viene de vuelta de esos planteamientos. Quieren jugar a ser los últimos de su especie. No están dispuestos a participar en grandes proyectos nacionales que impliquen una cuota modesta de sacrificio presente en aras de construir una sociedad más justa, más hermosa y más dinámica que la actual, en la cual ellos mismos tendrían más opciones y responsabilidades que en el presente. Definitivamente se quedaron pegados en las ideas que imperaron hace ya más de 50 años atrás. Es increíble.

 

Por Sergio Arancibia

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Economista

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