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Más sobre el embate del gran empresariado: ¿qué hay de los indicadores básicos y de la productividad?

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En el debate sobre el estado de la economía y la sociedad chilena que ha intentado suscitar parte del gran empresariado (“hoy somos más pobres que hace 10 años), hay que distinguir entre plazos cortos y largos e intentar no nublar la mirada con datos parciales y circunstancias del momento. Lo que nunca es recomendable es buscar satisfacer sin consideración con los hechos las visiones a priori, legítimas, que cada cual pueda tener sobre los modelos y políticas que se consideren mejores o peores. Esto no es tan fácil, pues cada cual tiene inevitablemente maneras de situarse en el mundo y no hay tal cosa como la plena “objetividad” en la apreciación de las situaciones políticas, sociales y económicas. Pero hay afirmaciones basadas en alguna evidencia y otras que no lo son en absoluto. En este caso, todos los indicadores, sin excepción, revelan avances en la situación del país en la última década, aunque a cada cual le podrá parecer mucho, parcial o poco. Es la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor.

 

Indicadores económicos y sociales, 2013-2023

 

Variables 2013 2023 Aumento %
Producto Interno Bruto, a precios constantes, miles de millones de pesos 169.864 203.750 19,9
 

Producto Interno Bruto por habitante, en pesos constantes

9.644.835 10.092.728 4,6
 

Ingreso Nacional Bruto Disponible real, a precios constantes, miles de millones de pesos

162.304 201.492 24,1
 

Población ocupada, miles

8.039 9.072 12,8
 

Remuneraciones reales, índice 2013=100

100 114 14,0
 

Pobreza multidimensional, porcentaje de la población

19,9 15,1 (2022) -24,1
 

Índice de desigualdad de Gini Banco Mundial

 

0,515

 

0,430 (2022)

-16,5
Índice de desigualdad de Gini CEPAL 0,476 0,445 (2022) -6,5

Fuentes: Banco Central, INE, Casen, Banco Mundial CEPAL

 

Algunos hemos sostenido que el modelo “híbrido” chileno no es satisfactorio en diversos aspectos, especialmente en su dinamismo y capacidad redistributiva, y que la política macroeconómica en 2022-23 ha producido una desaceleración económica que se podría haber evitado, fruto de un mal diagnóstico técnico sobre las causas y alcances de la inflación. Pero eso no debe impedir tener a la vista las evoluciones positivas de más largo plazo, como las que se consignan en el cuadro.

Procurando considerar datos más estructurales, uno de los indicadores más importantes en materia de progreso económico es el de la producción por hora trabajada. En Chile suele sostenerse que la productividad está estancada, medida por una distinción entre la cantidad adicional de trabajo y de capital que explica los avances en la producción, en contraste con lo que no es explicado por el incremento en el uso de esos factores de producción. Desde los trabajos de Solow y otros esto se denomina «productividad total de los factores», que en realidad es un residuo de significado conceptual discutible («la medida de nuestra ignorancia», según el economista Abramovitz).  Es además de difícil cálculo, en especial cuando se trata de medir el stock de capital y su amortización periódica y de medir el aumento de la calificación del trabajo, aproximada imperfectamente por los años de estudio promedio de quienes trabajan.

Para evaluar la evolución de la productividad, algunos preferimos remitirnos a la  producción por hora trabajada, que resulta de dividir el Producto Interno Bruto por el número de horas trabajadas en un año (dato más preciso que el número de personas que trabajan). Esto resume el aporte del trabajo, del capital y del progreso técnico en el resultado de la producción. Si se produce más por hora de trabajo, se refleja sin ambigüedades que ha aumentado la productividad agregada de la economía.

El cuadro adjunto reseña los datos extraídos de la base de datos de la OCDE para conjuntos de países y algunos países individuales, entre ellos Chile. Se observa que quien lleva la delantera (no hay datos para China) tanto en el período de 2013 a 2019 y luego en la crisis de la pandemia y su salida entre 2020 y 2022, es Corea del Sur, un país con un desempeño económico sobresaliente.

 

PIB por hora trabajada (índice 2013=100)

 

Países y grupos de países 2013 2019 2022
G7 100,0 105,6 108,6
Estados Unidos 100,0 106,1 110,7
Euro área (19) 100,0 104,5 106,6
Japón 100,0 104,4 106,0
Chile 100,0 105,1 112,6
Corea del Sur 100,0 116,3 123,5
Fuente: OCDE.

 

 

En 2013-2019, el desempeño de Chile es más que honorable, similar al del promedio del G7, los siete países más relevantes de más altos ingresos por habitante (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia).  En este promedio (preferimos remitirnos a ese grupo que al promedio OCDE, a estas alturas bastante heterogéneo), incide el mejor desempeño de Estados Unidos. El de Chile resultó ser superior al de Japón y la Zona Euro. La evolución comparada en la crisis y salida de 2020-2022 (último dato disponible) sitúa a Chile en una mejor posición aún. La progresión en la materia, debida en parte a la salida masiva en Chile durante la crisis del empleo por cuenta propia -de menor productividad y frecuentemente informal- y su lenta recuperación posterior, es notoria y superior a la del promedio del G7. Y también, en esta etapa, a la de Estados Unidos.

Esto no quiere decir que el desempeño de Corea y otros países asiáticos no sea mucho más dinámico y que las brechas de productividad media no sigan siendo muy amplias con el G7 (la producción por hora trabajada de Chile representa menos de la mitad que la de ese grupo de países). Recordemos que la chilena es una economía dual de enclaves exportadores de alta productividad, acompañados por servicios modernos, pero combinada con producciones mayoritarias de bienes y servicios de menor productividad.

Pero esa brecha de producción por hora trabajada se ha acortado, y no ampliado, en el período reciente, aunque esto no sea del gusto de los críticos neoliberales y del gran empresariado, embarcados, los unos por razones ideológicas y los otros por la defensa de sus intereses de corto plazo, contra todo lo que implique progreso social y mayores recaudos ambientales, aunque la evidencia no los acompañe.

 

Gonzalo Martner

 

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Gonzalo Martner

Economista, profesor de la Usach, expresidente del PS.

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  1. Patricio Serendero says:

    Interesante sería haber publicado también otras cifras, que no dan un panorama tan florido como el que es presentado aquí. Por ejemplo en datos del FMI (World Outlook, 2024) la inflación a precios constantes no bajó del 8% en los 10 años considerados aquí. (como promedio de precios al consumidor). La deuda externa bruta del gobierno como parte del PIB subió 3 veces. Mírese las consecuencias solo de esas cifras.
    Esto, para ya no hablar de la redistribución del ingreso nacional, que la organización Sol se ha encargado de decirnos que el 50%
    de los trabajadores ganaba menos de $503.000 en 2023.

  2. Felipe Portales says:

    No debemos olvidar que el gran empresariado ha sido el favorecido, tanto por la dictadura como por los gobiernos de las dos derechas que se han sucedido desde 1990. Así, todavía tenemos el mismo modelo neoliberal extremo impuesto por Pinochet, con sus privatizaciones, AFP, Plan Laboral, Isapres, ley minera, sistema tributario y bancario favorable para ellos, universidades privadas con fines de lucro, sindicatos y juntas de vecinos sin ningún poder, etc., etc.
    Incluso, ¡hoy tenemos muchísimo menos libertad de expresión que en dictadura!, ya que los sucesivos gobiernos de la Concertación provocaron solapada y maquiavélicamente la destrucción de todos los medios de centro-izquierda ¡que existían durante la propia dictadura!, discriminándoles el avisaje estatal, bloqueándoles ayudas extranjeras, o comprando algunos de esos medios por personeros concertacionistas para luego cerrarlos: «La Epoca», «Fortín Mapocho», «Hoy», «Análisis», «Apsi», «Página Abierta», «La Bicicleta», etc.
    Además, los gobiernos concertacionistas aumentaron notablemente la inserción solitaria y subordinada de nuestra economía a la globalización neoliberal a través de los TLC; e hicieron efectiva la privatización de más del 70% de la gran minería del cobre, entre muchas otras cosas favorables a los grandes grupos económicos nacionales y transnacionales.

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