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Paliza

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A nuestra selección de fútbol, dirigida por el argentino Ricardo Gareca, la selección argentina, le propinó una histórica derrota. Es decir, varios argentinos de por medio. A ratos, humillante pérdida. Los jugadores chilenos, al concluir el partido, alegaron que la pelota debía estar embrujada. No la veían, y si la veían, su proximidad les producía miedo. Ni siquiera se atrevían a tocarla, menos aún, a cruzar la línea que divide el campo de juego en dos partes iguales. Algunos, fueron más lejos y aseguraron que la cancha estaba desnivelada. Todo este embrollo se explica, desde el día que, en Perú, estalló una bomba. Ricardo Gareca dejaba ser el entrenador o técnico de la selección de fútbol de ese país y llegaba como tal a dirigir nuestra selección.

La rabia se apoderó del Perú y los chamanes y brujos que abundan en esa región andina, le lanzaron maldiciones al pobre Ricardo. ¡Vas a fracasar! ¡Traidor a la causa del pueblo inca! ¿A tanto llegaba el atrevimiento del que fuera entrenador? Acaso ignoraba que ser chamán, a cualquiera lo puede convertir en príncipe, como le sucedió a un modesto ciudadano de África, que conquistó a una bella princesa nórdica, propia de cuentos de hadas y la hizo su esposa. La brujería, como en la Edad Media, ha vuelto a reinar en nuestra sociedad pagana.

La incredulidad o ingenuidad de Ricardo Gareca, lo condujo a pisar el palito. Ni siquiera consultó a esos sanadores y videntes, a modo de salvarse de la oprobiosa maldición; y sin pensarlo demasiado, se vino a servir a Chile. Arribó por estos lares, en una época, donde nuestro equipo de fútbol, comenzaba a vivir días y noches de infortunio, al cabo de años, envueltos en el esplendor. Se esfumaba la huidiza y caprichosa gloria y la selección se marchitaba, cogida por el olvido. Envejecían sus astros y dejaban de brillar, mientras otras selecciones del continente, que a menudo Chile derrotaba, emergían desde la mediocridad hasta alcanzar la celebridad. El otoño había llegado, sin nadie advertirlo.

De súbito, la realidad mostró la cara oculta y la mazorca empezaba a desgranarse. Uno a uno de estos futbolistas que habían tocado la gloria, regresaban a Chile. A sus clubes de donde habían emergido, a vivir la vejez. Reyes, príncipes y astros llegaban doblegados por la realidad. La gloria, siempre efímera golpeaba la puerta del destino y exigía asumir otra existencia.




En tanto, Ricardo Gareca llegaba a Chile, como una especie de sanador o gurú a quien se le exige que resucite a los muertos. Realizar milagros, en un país agobiado por las injusticias sociales. Buscó por aquí y por allá, y al parecer, no encontró lo que deseaba. Entonces, recordó cuanto le habían dicho los chamanes del Perú, sin embargo, no sabía cómo ahora, resolver el mal de ojo. Se desvelaba en las noches. “Váyase a buscar respuestas y consuelo a la isla de Chiloé, donde la brujería es muy activa” le recomendó alguien. Ricardo Gareca desoyó el consejo y continuó creyendo en las bondades de nuestro fútbol, el cual necesitaba solo una manito de gato. Citó a conformar la nueva selección, a ciertos consagrados. Sin embargo, desestimó al Rey Arturo, a un príncipe venido a menos y a un jugador muy aguerrido, más conocido, por su ferocidad canina.

Don Ricardo, armó una selección y fue vapuleada. Otra la siguió y el destino fue el mismo. Quienes lo critican, piden su renuncia. Si de verdad quiere mejorar el rendimiento de la selección, debería asesorarse por chamanes de este país, donde abundan los que aconsejan invertir en las empresas de ellos mismos.

 

Walter Garib

 

 

 



Walter Garib

Escritor

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  1. Renato Alvarado Vidal says:

    Che Gareca necesita materia con la que hacer su trabajo, esta podría ser una cantidad de jugadores chilenos tan destacados que estuviesen actualmente en clubes habituales en la Champions o en la Europa ¿Se da esta condición? Parece que no.
    Otra opción sería que hubiese una cantidad suficiente de jugadores que muestren un talento llamativo en el campeonato nacional ¿Cuales serían?
    Una tercera posibilidad sería que un club chileno estuviese en un gran momento, algo así como haber llegado a semifinales de la Libertadores dos veces en los últimos tres años ¿Hay alguno así? Parece que tampoco.
    Creo que habría que hacerle una rogativa al finado Sulantay para que en Chile haya un nuevo proceso selectivo-formativo como el que él encabezó. La generación dorada no cayó del alto cielo.

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