
Una fabulación pontificia
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Historia-reconstrucción-memoria
Voy a postular una disonante hipótesis (que no es exactamente distopía) para discurrir sobre ella: si el fallecido Francisco hubiera sido entronizado como Papa en la cátedra petrina de Roma en las décadas de los 70/80 del pasado siglo, seguro que la teología de la liberación estaría completamente eufórica. No sólo por las banderas de la Iglesia Popular al lado de las columnas de Bernini, ni por las mantas y ponchos en las puertas de la basílica, o por los cantos mestizos entonados a lo largo de la Vía de la Conciliación con acentos afro-indo-americanos del Caribe y del Cono Sur. Como en esa época histórica se consolidaban en Brasil las Comunidades Eclesiales de Base, también muchas señales colectivas de ellas estarían representadas en ese Vaticano a raíz de la elección y gobierno de Jorge Mario Bergoglio como Papa. Quizás ciertos miembros de dichas comunidades, con sensibilidad fundamentalista, verían este acontecimiento eclesial como un evento típicamente mesiánico. Entre medio de esta cristiana multitud también celebraban al Sumo Pontífice numerosos creyentes del español Movimiento del Celibato Opcional (Moceop) junto al brío que daban los aplausos de un conjunto de los llamados “curas-obreros” provenientes de Francia y Sudamérica.
El discurso programático de Francisco, en vistas a su papado estaría contenido sin duda de su categórico concepto de “periferia” – recogido de Leonardo Boff a raíz de su libro La fe en la periferia del mundo. El caminar de la Iglesia con los oprimidos, editada en español en 1987 por la editorial Sal Terrae de los jesuitas – cuya lectura en la previa formación clerical de Francisco en Buenos Aires tuvo que interpelar su conciencia pastoral.
En esas acaecidas décadas en relación a nuestro tiempo actual, el entusiasmo de la teología de la liberación por “su” Papa habría insistido en recalcar ante la Curia la necesidad de denunciar lo que se vivía con los regímenes militares inspirados por la Doctrina de la Seguridad Nacional (Chile, Bolivia, Brasil, Argentina), así como dar aliento y apoyo solidario al Frente Sandinista de Liberación Nacional cuyos militantes cristianos (Tomás Borge, Daniel Ortega, Ernesto Cardenal y otros) combatían a Somoza y a la “contra”, financiada por R. Reagan. Sin embargo, al calor del entusiasmo liberador de la teología que acompañaba a Bergoglio, el lenguaje ante sus fieles tendía a ser moderado cuando se refería al comportamiento revolucionario de Camilo Torres – cura colombiano muerto en enfrentamiento armado en 1966 – pensando (simultáneamente) en los asesinatos de sus compañeros jesuitas en El Salvador en 1989, en cuyo grupo se divulgaba la figura de Ignacio Ellacuría, a cargo hasta su muerte de conversaciones con el Frente Armado “Farabundo Marti”. Asimismo, su papado era celebrado ahí, cerca de la Sixtina, por el movimiento “Cristianos por el Socialismo”, cuya praxis y panel programático se fundaban a partir de su nacimiento en Santiago de Chile en 1971, bajo el gobierno de Allende, uno de cuyos integrantes conocía bien la Curia pues Giulio Girardi había sido asesor pontificio en el Concilio Vaticano II de Pablo VI. Seguro que entre medio de la celebración papal estaba Girardi transformado como sujeto político, extraordinario promotor de tal movimiento, cuya extrema cercanía con el marxismo se pagó con la expulsión de su congregación salesiana en 1977.
Aunque este “laboratorio” de progresismo de la época en Roma era sin dudas admirado por el Papa argentino, probablemente en su fuero interno no era completa su reconciliación con la teología de la liberación, pero la admitía en su cúpula jerárquica. Sin embargo, mirando a la derecha de sus cardenales y obispos consideraba que debía ser más prudente hablar de “teología del pueblo” – que aglutinaba religiosidad popular, consenso cultural de una sociedad, eliminación de clases sociales en el análisis político –. Venía efectivamente de Argentina convencido de esa corriente liberadora que sí se distinguía en muchos aspectos de las formulaciones sociológicas, políticas o ideológicas existentes en el discurso del peruano Gustavo Gutiérrez, reconocido fundador de la teología de la liberación, acogido en audiencia privada por Francisco, poco después de ser elegido. La “teología del pueblo”, estudiada con interés por Lucio Gera y Juan C. Scanonne, también este jesuita y director en Buenos Aires de la revista Strómata, resultaba interesante para Bergoglio, y la estimaba suficientemente de “izquierda” para divulgarla durante su mandato papal. Y de ello conversaba con Gutiérrez.
Con todo, las tendencias teológicas emancipadoras que se “apropian” en esas fechas del Vaticano debido a un Papa latinoamericano no se cansan de hacer memoria frente a Francisco de reformar la Iglesia Católica en vistas a “los pobres y la pobreza”, premisas formuladas en las Conferencias Episcopales de Medellín (1969) y en la de Puebla (1979). Jorge Mario Bergoglio se hace cargo de ello en reuniones frente a sus purpurados pues el antecedente y el principio de autoridad magisterial de ese fundamento descansaba en Juan XXIII quien había pronunciado antes del Concilio la fórmula de una “iglesia pobre”.
Pero lo llamativo en este fabulado relato respecto a un papado de irregular diacronía de los 70/80 según contamos, fue ese permanente vocabulario de Bergoglio relativo a la “periferia” y “Casa común”. Pues ambas nociones socioteológicas – deudoras del lenguaje de Boff – resultaban acorde por el sentido de emancipación cristiana que en sí se alojaban en ambas categorías. Lo de “periferia” – escuchaban los fieles venidos de Chiapas según delegaba el Subcomandante Marcos y los obispos disidentes Méndez Arceo y Samuel Ruiz de México – resultaba instructivo oírlo desde la Plaza de San Pedro pues ello implicaba que misionando en el subcontinente se podría revelar la verdadera pureza del Evangelio en los pobres, una vez considerado por Bergoglio “agotada” la fe del cristianismo en espacios y ámbitos eurocéntricos. En este sentido, era lógico que el Papa diera le espalda a discusiones académicas propias de una teología intelectual, como las planteadas por Hans Küng relativas a la infalibilidad papal, por Rudolf Bultmann en relación con la desmitologización del Nuevo Testamento, o por cuestiones derivadas de los “teólogos de la muerte de Dios” (T. Altizer, P. Van Buren). En realidad, su tarea romana, con tantos colectivos populares en el seno de su victoria papal, se demostraba ansiosa por un lenguaje relativo a problemáticas de bases cristianas, insistiendo en mártires y víctimas, como la sangrante muerte del obispo Oscar Romero en Centroamérica, así como los crímenes contra los religiosos argentinos Enrique Angelelli y Carlos Mugica, además de cientos de “desaparecidos”. Si el nuevo Papa llegaba a hablar de teología, a propósito de esto, se concretaba sólo en la lectura, contenido y valores del discurso staurocéntrico (Stauros=Cruz).
Lo de “Casa común” se revestía para Francisco de un lenguaje eco-teológico, haciéndose cargo de un modo neoindigenista cómo hay que mostrar a la “Madre Tierra”, necesitada de cuidado y protección. En todo caso, los pasos iniciales de este papado sí tenía oídos para la teología feminista cuyos elaborados estudios de Ivone Gebara no eran indiferentes para los asesores de Francisco. Como tampoco en ese momento eran irrelevantes las “irreverencias” de Marcela Althaus-Reid respecto a sus estudios cobre el proceso que vive la fe una vez el cuerpo y la persona revelados como “queer” y gay.
Uno de dos primeros síntomas críticos del Colegio Cardenalicio frente a este extraordinario arrebato popular por el nuevo obispo de Roma de los 70/80, tienen que ver con la ausencia de carisma dogmático que sería necesario en Francisco, y por dejarse llevar por lo temporal y mundano transformado en secularidad lo que debe ser trascendencia y espiritualidad.
Una vez fallecido este Sumo Pontífice el Papa elegido sancionó al religioso Leonardo Boff, eliminó el sentido original de la Iglesia Popular, y condenó a la teología de la liberación con dos documentos oficiales de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe.
Mario Boero Vargas
Teólogo por la Universidad Pontificia de Comillas, y miembro activo de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones.
Es autor, junto con José Luis Guzón de: Teologías contextuales. La teología de la liberación versus teología de la prosperidad (Sindéresis) 2022.
jaime norambuena says:
Prolongado articulito sobre el Papa Francisco……’????