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La sorpresa del último ciclo: Jeannette Jara y el temblor del oficialismo centrista

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El sorpresivo ascenso de Jeannette Jara en las primarias oficialistas no solo reordena las cifras, sino también el relato. Una candidatura sin maquillaje que reabre la grieta entre reforma y administración, entre política y simulacro. El 29 de junio, más que nombres, se disputa el sentido.

A veces, la historia se encarga de recordarle a la política lo que quiso olvidar. A dos semanas de las primarias del pacto Unidad por Chile, el bloque oficialista vive un remezón inesperado: la candidata comunista Jeannette Jara, hasta hace poco relegada por el aparato más tradicional de la ex Concertación, ha emergido como la figura con mayor adhesión popular, alcanzando un 40% en la última encuesta de Panel Ciudadano. Es el tipo de giro que los estrategas no pronostican y que los consultores prefieren omitir: el retorno de una voz política que incomoda al consenso.

Jara —ministra, militante del PC y heredera de una larga tradición de institucionalismo crítico— no lidera por carisma mediático ni por las bendiciones de la elite política, sino por el cansancio acumulado de una ciudadanía que ya no compra las fórmulas recicladas del centrismo decorativo. Su ascenso no es solo un dato demoscópico; es un síntoma, una alerta, un temblor estructural que cruza el espinazo del oficialismo.

El contraste con Carolina Tohá, la carta pulida del progresismo de palacio, no podría ser más evidente. Tohá, quien durante semanas encabezó las encuestas con respaldo de socialistas, liberales y radicales devenidos en notarios del statu quo, ha descendido a un segundo lugar con un 34% de las preferencias. No se trata de una simple baja de puntos: es la pérdida del relato. Mientras Jara propone reconstruir lo público desde el desgaste, Tohá continúa administrando el guion aprendido en los salones alfombrados del posibilismo.

En tercer lugar se instala Gonzalo Winter, una figura joven que aún vacila entre el impulso transformador y las concesiones de un Frente Amplio que ha comenzado a perder bordes. Con un 21%, su candidatura cumple una función testimonial, pero aún lejana del conflicto real entre las dos almas del bloque. Y en la periferia de la escena, Jaime Mulet cosecha un 5%, el eco tenue de una alternativa ya diluida.




El próximo 29 de junio, cuando Unidad por Chile defina su carta presidencial, no se elegirá solo una figura para enfrentar a la derecha. Se decidirá si el oficialismo está dispuesto a recomponer su vínculo con la ciudadanía desde el lenguaje de los derechos y no desde el cálculo del pacto.

Porque si Jara sigue creciendo, si el respaldo a su discurso se consolida, estaremos frente a algo más que un cambio de nombres. Estaremos presenciando el intento de un giro histórico: un proyecto de izquierda con posibilidad real de disputar La Moneda sin pedir permiso al centro.

Y eso, para quienes han vivido de administrar los consensos como si fueran verdades, es una amenaza con nombre, apellido y 40% de adhesión.

Félix Montano



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