
Orellana responde con fuerza a Matthei y reabre el debate sobre el legado de la dictadura: «Cuando le tocan al pinochetismo se desequilibra»
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En un giro inesperado pero hábilmente calculado, la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, no solo defendió con fuerza el derecho de las mujeres a decidir, sino que entró de lleno en la arena política con un mensaje claro: la memoria y los derechos humanos no son negociables. Al mismo tiempo, posicionó el proyecto de aborto legal como una jugada estratégica en el tablero electoral, pese al escaso margen que tendría en un Congreso dominado por sectores conservadores.
La joven ministra ha irrumpido con claridad en el debate público. En el marco de la presentación del proyecto de aborto legal —que marca un antes y un después en el discurso progresista del gobierno— Orellana aprovechó la ocasión para responder a las declaraciones de la candidata presidencial Evelyn Matthei, quien había exigido que la vocera de Gobierno, Aisén Etcheverry, “se quedara callada”.
El origen de la polémica: la decisión del Ejecutivo de transformar el penal de Punta Peuco en un centro común. Matthei, en su reacción, anunció que, de llegar a La Moneda, revertiría la medida “porque no costará nada”. Etcheverry replicó con contundencia, acusando a Matthei de ponerse “en el lugar equivocado en materia de Derechos Humanos”. La exalcaldesa y exministra respondió con la frase que desató la tormenta: “Yo le pediría a la vocera que se quede callada alguna vez (…) como vocera pucha que lo ha hecho mal”.
La respuesta de Orellana no tardó. “Yo muchas veces he reconocido muchos atributos de Evelyn Matthei, pero parece que cuando le tocan el pinochetismo se desequilibra”, dijo. Con ello, no solo respaldó a Etcheverry, sino que tocó una fibra sensible del pasado de Matthei, hija de un miembro de la Junta Militar y defensora de su rol durante la dictadura.
Este cruce de declaraciones evidencia algo más profundo: el proyecto de aborto legal, aunque con pocas chances de avanzar en el corto plazo legislativo, ha sido clave para instalar una nueva narrativa política. Una que no teme hablar de derechos, de historia ni de feminismo en un año que marca el inicio de la carrera presidencial.
En ese marco, Orellana emerge como una figura política con voz propia, capaz de confrontar a las candidaturas del orden sin perder el eje del gobierno. Y aunque el aborto legal enfrente muros parlamentarios, el solo hecho de plantearlo vuelve a poner en discusión los derechos postergados y la necesidad de una agenda de justicia con perspectiva de género.
La estrategia, entonces, no está solo en legislar, sino en marcar posición. Y en ese terreno, Orellana ha dado un paso que trasciende lo simbólico.





