Es legítimo preguntarse si Boric tiene alguna idea del alcance dramáticamente histórico de su gestión que termina con la ultraderecha criminal caminando sobre la alfombra de los honores republicanos.
En Chile no ganó la ultraderecha. No ganó el pinochetismo. No ganó un proyecto autoritario. Según nuestros grandes medios, ganó “la alternancia”, “el orden”, “la democracia funcionando”. Nada grave. Nada excepcional. Nada que pensar demasiado.
Ese es el verdadero escándalo.
Rasgarse las vestiduras y presentar la derrota de Jeannette Jara señalando que llegó la hora de una reflexión profunda y llamar a un zafarrancho de combate en defensa de la democracia es volver a caer en la incongruencia de quienes hace tiempo dejaron de luchar por ella.
La pregunta, entonces, no es qué hará ahora esa generación en la oposición. La pregunta es si será capaz de mirarse sin autoengaño. Porque mientras siga explicando su giro como una imposición externa y no como una renuncia interna, seguirá sin entender por qué perdió.
En cuanto a lo que venga no tengo mayores temores, sospecho que será un especie de Piñera más beato, por lo que el mayor daño estaría en lo cultural y valórico, pero en cuanto a la flotabilidad y capacidad de maniobra del país, bueno, espero que el grupo político con el que gobernará Kast sea mínimamente pragmático
Si algo dejó en evidencia la elección presidencial del 14 de diciembre es que la transición política chilena no solo terminó en el gobierno, sino también en la oposición.
El resultado de la segunda vuelta presidencial, esperable, deja abierto un forado en la centro izquierda que es necesario abordar y problematizar para responder adecuadamente a las exigencias que planteará la nueva coyuntura política que se abrió la noche del domingo pasado.
La derrota del progresismo este domingo no cayó del cielo ni fue un accidente de última hora. Fue preparada durante cuatro años, lentamente, decisión tras decisión, renuncia tras renuncia. El triunfo de José Antonio Kast no puede comprenderse sin mirar de frente la decepción profunda que generó el gobierno de Gabriel Boric.
El pueblo decidió, por amplia mayoría de votos, que José Antonio Kast será el presidente de la República a partir del próximo 11 de marzo de 2026 y en tal sentido él, entre otras medidas anunciadas, respetará la PGU y otros beneficios sociales, privilegiará con medidas antiburocráticas el crecimiento económico, acabará con la inseguridad ciudadana
Es necesaria la autocrítica de los derrotados, así como la templanza de los nuevos mandatarios. Porque en muy claro, también, que tenemos una población profundamente dividida e indignada por las desigualdades sociales, el sectarismo, el caudillismo y el ideologismo insensato. Los que de prolongarse continuarán tensionando gravemente nuestra convivencia.