
La liberación de Osmar Ferrer Ramírez —cuyo verdadero nombre es Carlos Alberto Mejía Hernández—, sicario acusado de asesinar al “Rey del Meiggs”, no es un mero error judicial. Es síntoma de una estructura estatal que evidencia grietas profundas frente a la transnacionalización del crimen. Cuando las instituciones ya no logran sostener la ficción de control, el problema














