Porque nuestra tierra puede caer víctima nuevamente del clasismo, el racismo, la intolerancia y, sobre todo, la incompetencia a vista y paciencia de la inmensa mayoría de chilenos y chilenas.
La idea de que se entronice en el poder político la ultraderecha más abyecta de cuantas es posible, es el temor de gentes incluso cercanas a la candidata Jara. Resulta de un candor suicida escuchar a voceros de la candidata decir que quedan diez días para remontar los pronósticos. Y de una ingenuidad exuberante la decisión de ponerse rudos frente a la ultraderecha en
La utilización de la xenofobia y el racismo en la campaña electoral, es un atentado grave a la conciencia moral del país, del cual son cómplices todos quienes apoyan y secundan tales propósitos y acciones.
La tierra latinoamericana está amenazada por una nueva invasión del predador más grande de su indómito suelo, forjado por Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre, Morelos, Hidalgo y centenares de patriotas que sembraron la epifanía de nuestra Patria Grande.
Está claro que, con los crecientes adelantos tecnológicos, actualmente es más fácil detectar fraudes y violaciones a las leyes, lo que se demuestra con las tremendas consecuencias penales y administrativas de la subrepticia grabación que hizo con su aparatito mágico la abogada Villalobos.
Ahora, en tiempos de revoltijo, las siete plagas de Egipto son ocho o quizás, nueve. Urge incluir en ellas a José Antonio Kast, candidato a la presidencia de Chile.
Desde 2006, con la consolidación del ciclo inaugurado por la transición pactada, Chile ha institucionalizado un régimen de alternancia que opera como soporte estructural del orden neoliberal heredado de la dictadura y refinado en democracia.
Cuando la confianza se rompe, no se quiebra solo un vínculo simbólico: se derrumba la estructura entera sobre la que se sostiene la vida en común. Y Chile lleva años erosionando esa base sin querer reconocerlo, aunque la realidad lo muestra todos los días.
Una semana con avances para Kast y resoluciones pendientes para Jara es lo que marca el ecuador de la campaña de segunda vuelta. Mientras, el voto Parisi sigue penando y la reconfiguración del Congreso tiene en el trasfondo otras definiciones: el eventual predominio del eje republicano en la derecha y las opciones del progresismo.
El histórico Partido Demócrata Cristiano que se formó en nuestro país en la década del 50 del siglo pasado (y cuyo antecesor, la Falange Nacional, en los 30) dejó de existir a fines de los 80.