
La pandemia de COVID-19 no fue solo una crisis sanitaria: operó como un espejo deformante que amplificó tensiones latentes y reconfiguró el paisaje político, social y cultural de manera irreversible. A tres años de su irrupción, es evidente que su legado no se reduce a protocolos de bioseguridad o teletrabajo. Por el contrario, actuó como un acelerador histórico,













