Crónicas de un país anormal

Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump: del odio al amor

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Para la derecha todo aquel que ose combatir el neoliberalismo es calificado como populista. Este manipulado vocablo da para todas las especulaciones: basta que un ser humano bien nacido rechace el abismo entre ricos y pobres para que sea calificado de populista.

AMLO, que no ha estudiado para ser Dios, puede cometer errores, pero nadie puede negar, hasta ahora, que ha realizado cambios fundamentales en la forma de gobernar: todas las mañanas, por ejemplo, rinde cuenta a la Prensa del quehacer político del gobierno.

A diferencia de los mequetrefes de gobiernos de la mayoría de los países latinoamericanos, el Presidente de México optó por vender el avión presidencial, y en su reciente viaje a Estados Unidos en visita de trabajo, usó un avión comercial, (para más remate, hacía escala en Miami), y desde Palacio, se trasladó al aeropuerto en un auto blanco, común y corriente. (Anteriormente, al inicio de su gobierno, se había rebajado el sueldo, junto a los altos funcionarios de gobierno, ´no en un 10% como lo hace el flamante Presidente chileno´, sino en una cifra altamente significativa).

A partir del final del período del Presidente Lázaro Cárdenas del Río, México ha tenido sólo mandatarios ladrones, corruptos y asesinos. En las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias el Partido Morena, de López Obrador, venció categóricamente a sus rivales, el PRI y al PAN, convirtiéndose en el más popular de los Presidentes mexicanos después de Lázaro Cárdenas, además obtuvo mayoría en el Congreso.




AMLO había escrito un libro colmado de diatribas en contra del Presidente Donald Trump, pero a diferencia de todas las apuestas, ambos gobernantes, que parecían el agua y el aceite, en el último tiempo se estaban entendiendo bien. Para la prensa de los banqueros y millonarios, tanto AMLO como Trump, eran catalogados de populistas, de izquierda y de derecha respectivamente.

El encuentro entre los dos líderes en la Casa Blanca, efectuado recientemente, les convenía a ambos mandatarios: a Trump, que metía un golazo a pocos meses de las elecciones del 4 de noviembre, pues podría anotarse algunos puntos de los llamados “hispanos”, (ridículo término para referirse a los mexicanos y al resto de los latinoamericanos).

40 millones de habitantes son de origen latino y, en su mayoría, son mexicanos. No hay que equivocarse, pues un tercio de ellos votó por Trump y, muchas veces, lo hace por el Partido Republicano, (no faltan los hijos de mexicanos que son partidarios de las políticas anti-inmigrante, llevadas a cabo por Trump).

Trump se ha caracterizado por el pésimo trato dado a los mexicanos, tratándolos poco menos, que de narcotraficantes y delincuentes, y con respecto a la construcción del famoso muro, trata de cobrarles su precio.

Hace pocos meses chantajeó al gobierno mexicano para exigirle una política más dura en contra de los inmigrantes que provenían de Centroamérica, amenazándolo con imponer un arancel de un 30% a los productos mexicanos.

El trato dado por Trump a AMLO fue verdaderamente sorprendente: lo recibió en la entrada de la Casa Blanca, mantuvo un diálogo privado con su colega mexicano y, al final, le ofreció una cena en que asistieron también algunos empresarios norteamericanos y mexicanos, (entre ellos, el millonario Carlos Slim).

El discurso de Trump, en el Patio de las Rosas, estuvo pleno de amabilidad y alabanzas para su invitado, (llegó a calificarlo de amigo); en el discurso AMLO no disimuló las diferencias entre Méjico y Estados Unidos en el transcurso de la historia, sin embargo, destacó la amistad de Abraham Lincoln y de Benito Juárez, y cómo Estados Unidos se había negado a reconocer la invasión francesa a México; también destacó las buenas relaciones entre Franklin Delano Roosevelt y Lázaro Cárdenas. En resumen, le dio una buena lección de historia al ignorante Trump.

Más hábil, el Primer Ministro de Canadá, Justin Troudeau, decidió, esta vez, no viajar a Estados Unidos para reafirmar el Tratado comercial entre los tres países, (México, Estados Unidos y Canadá), entendiendo que no debía inmiscuirse en la política norteamericana.

Trump, que sabemos desde hace un tiempo que no está en sus cabales, es más “coqueto” y cambiante que un adolescente de 16 años, y no sería raro que pase del amor al odio respecto a su colega mexicano.

Hay que pensar que, luego de la pandemia, lo más posible es que pasemos del globalismo neoliberal a una política de grandes bloques que, incluso, terminen con la idolatría de un mercado cruel y salvaje, que fabrica pobres y miserables, a una política más abierta a la ciudadanía, y que acorte la fosa entre ricos y pobres, es decir, de una economía plutocrática a una economía humana.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

12/07/2020

 

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