Crónicas de un país anormal

La Cuenta Pública de Sebastián Piñera: de los “tiempos mejores” a Chile en marcha

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 47 segundos

Foto: Presidencia de Chile

El Presidente de la República actual es el rey de despertar expectativas en sus ingenuos electores: en la campaña electoral ofrecía, con bombos y platillos, “…tiempos mejores”, y gracias a la promesa de un alto crecimiento y el miedo a “Chilezuela”, logró la más alta votación que un candidato de derecha ha obtenido desde 1925. Durante el período previo a las elecciones Piñera se daba el lujo de culpar a la Presidenta Michelle Bachelet del bajo crecimiento del PIB, y atribuía esta “debacle” a factores nacionales – no internacionales -.

 

Para ganar en cualquier elección los candidatos tienen que ofrecer expectativas, así sean demagógicas, y es evidente que no las va a cumplir, de ahí que el Presidente Piñera haya comenzado con el 50% de apoyo ciudadano, y hoy tiene apenas el 27%.

 

En la Cuenta Pública, efectuada el sábado 1º de junio, se vio obligado a reconocer que Chile sólo crecería entre 3% y 3,5% para 2019, pero los economistas rebajan este pronóstico a menos de un 3%, y tuvo que tragarse sus palabras respecto a sus expresiones respecto a su antecesora, y al igual que ella, termina atribuyendo la baja en la economía a factores internacionales, como el de la guerra económica entre China y Estados Unidos.

 

 Sebastián Piñera desprecia la inteligencia de los ciudadanos y ha ofrecido, en su Cuenta del sábado, obras públicas que concitan la unanimidad de aprobación, como el tren rápido a Valparaíso y San Antonio, una serie de líneas de metro que llegarían incluso a poblaciones muy lejanas, además a Melipilla, (que tiene muy contento al diputado Renato Garín,  al alcalde de esa localidad y a los futuros usuarios. La trampa está en que no dio a conocer ni fechas, ni financiamiento de estas faraónicas obras).




 

Sebastián Piñera, que tanto execra al populismo, no es más que uno de sus representantes más connotados y al referirnos, por ejemplo, a cualquier anuncio de  reducción del número de parlamentarios y de sus reelecciones vitalicias sacan unánimes  aplausos. Es evidente que diputados y senadores son los criticados por la ciudadanía, que los tilda de sinvergüenzas, aprovechadores, corruptos e incluso ladrones.

 

El Presidente pasa por alto que el factor principal de rechazo ciudadano no se debe al número que integra cada Cámara, sino que devengan sueldos ofensivos frente a la pobreza de la mayoría de los ciudadanos.

 

Pretender que los incumbentes se perjudiquen a sí mismos me parece que es desconocer la naturaleza egoísta de los seres humanos. Desde ya, cada uno de los padres conscriptos está en qué lo perjudica esta reducción y así votar en contra del proyecto, propuesto por el Presidente. Apenas se enteraron de la noticia desempolvaron su propio proyecto: un “honorable” recordó la Asamblea Constituyente, otro, la Asamblea única y, por tanto, la disolución del senado; otros diputados del Frente Amplio  resucitaron las ideas matrices de su proyecto al respecto, (baja de sueldos, reducción de reelecciones…).

 

Reducir el número de parlamentarios no resuelve la grave crisis de las instituciones y del analfabetismo político de la ciudadanía, (baste leer el Informe sobre el rechazo a las instituciones, publicado por CERC-Mori, de mayo del año en curso, para constatar que los parlamentarios están tanto o más desprestigiados que los sacerdotes, obispos, militares, carabineros y jueces, y sólo se salvarían profesores y médicos), por consiguiente, una reforma más o menos populista sólo es una gota de agua en la tormenta.

 

Los democratacristianos nunca aprenden: se dieron el lujo de burlarse de las profecías de su gran líder, y volvieron a perder al aliarse, por segunda vez en su historia, con la derecha; de esas caídas debieron haber aprendido la lección. Sebastián Piñera los engañó al entregar el 4% del aporte empresarial a las mismísimas  AFPs, que tan mala fama bien fundada tienen entre los chilenos, no honrando su palabra comprometida ante los dirigentes “entreguistas” de la Democracia Cristiana, (ya es hora de que la gente decente que queda en ese partido de un paso al costado y se unan a la oposición progresista).

 

Las buenas y altruistas palabras, si no van acompañadas de hechos de nada sirven. ¿Quién puede, por ejemplo, rechazar la unidad nacional? Quién osaría a negarse al diálogo? El problema no está ahí, sino en que el gobierno  pida unidad y diálogo mientras le lanza patadas en el trasero. A nadie le gusta el “garrote y la zanahoria”, y sería una torpeza por parte de los partidos de la oposición apoyar reformas como la de las Pensiones, la Tributaria y la de Educación, entre otras, cuyo objetivo era lograr destruir los avances conquistados en el período anterior.

 

En la monarquía presidencial chilena  el Parlamento y la oposición tienen un papel muy desmedrado, por consiguiente, el rey puede hacer lo que quiera, aún teniendo minoría en el Congreso, (como lo es hoy). Piñera tiene mucha suerte, pues la oposición está dividida, sin brújula e inútil en grado heroico.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

02/06/2019                       

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  1. Gino Vallega says:

    El Clarin cambió su estructura que se ve muy bien pero parece que viene contaminada con virus ingleses que dan lecturas confusas e intrigantes a artículos «na que ver».Y al artículo, el entreguismo DC y el borregismo shilensis ya no es noticia, es lo ordinario-país.

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