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La campaña de 1970: Una acción audaz y una comisión parlamentaria desbaratan la segunda campaña del terror

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Durante la campaña electoral de 1970, irrumpe por segunda vez una “campaña del terror” instigada desde fuera de Chile. La primera, perpetrada durante las elecciones de 1964, fue tan virulenta que colocó a la izquierda a la defensiva. Pero en 1970 no consigue el mismo efecto. Una acción audaz de la Juventud Comunista, combinada con los trabajos de una Comisión de la Cámara, consigue poner a la luz operadores y financistas, sin duda intermediarios de “dineros foráneos”.

 

Si en 1938 hubo una campaña contra el Frente Popular que calificaba a los radicales de “tontos útiles” utilizados por los comunistas para instaurar una dictadura, la primera Campaña del Terror moderna arranca durante la campaña presidencial de 1964. Los discursos de Frei acusan a la izquierda de proponer “el camino del marxismo-leninismo: de violencia moral y política; de la omnipotencia del Estado”; llevará a Chile “hacia la órbita del mundo comunista”. Al mismo tiempo aparecen grupos como Foro de la Libertad de Trabajo,[1] Acción Chilena y Comité Nacional Pro-Defensa de la Democracia provistos de “dineros foráneos”. En toneladas de afiches y numerosos programas radiales afirman que Allende obligará a la clase media a compartir sus casas con familias humildes, incendiará iglesias, arrancará los hijos a sus madres para enviarlos a Cuba e instaurará “el paredón”.[2] La campaña influye especialmente al electorado femenino, y coloca la izquierda a la defensiva; esta consagra buena parte de sus mensajes a rebatir las acusaciones.

 

Dos fondos

En 1970, el Comité 40, encargado de dirigir las operaciones ocultas estadounidenses, decide no apoyar ningún candidato en las elecciones de septiembre 1970. Pero sí aprueba “operaciones destructivas” contra la Unidad Popular, influenciado por los informes de Agustín Edwards que describen Allende como una amenaza, cuenta David Rockefeller en sus memorias. El informe Covert Action explica que el Presidente Nixon resuelve “aumentar los subsidios clandestinos a los grupos que se oponían a Allende”, y precisa que “la cia gastó entre U$800 mil y un millón en operaciones encubiertas destinadas a afectar el resultado de la elección presidencial”.

El 25 de marzo, el Comité 40 aprueba U$125 mil solicitados por la cia y por la embajada para lanzar acciones de “propaganda destructiva” destinadas a impedir la victoria de Allende. El segundo fondo es pedido por el embajador Korry, el 18 de junio, para acrecentar la campaña e influir en la votación parlamentaria después de la elección. Obtiene U$300 mil suplementarios.




Por entonces, ya se practica la propaganda negra. En diciembre de 1969, cuando la up debatía sobre el candidato, El Siglo publica un falso afiche Pablo Neruda o ningún otro, firmado Luis Corvalán, destinado a perjudicar la unidad de la izquierda. El 23 de agosto, por televisión, Allende mostrará un falso programa de la up.

Panfleto de la campaña del terror e las elecciones de 1964

La segunda campaña del terror

La ofensiva parte con una falsa encuesta. El 2 de julio, el periodista Rafael Otero difunde un cable de la agencia italiana Ansa afirmando que el Eisy, un organismo vinculado al Mercado Común Europeo, efectuó una encuesta en Chile: Alessandri 40,9%; Allende 34,6% y Tomic 24,5%, “trabajaron en silencio, como técnicos de verdad”. Pero Ansa y el representante del Mercado Común desmienten.[3]

La campaña es un remake de la de 1964. Un aluvión de avisos radiales y de inserciones de prensa alertan contra los sistemas que aplastan la libertad, o que desatan el terror y la violencia, donde todo pertenecerá al Estado. Entre ellos el afiche con tanques soviéticos frente a La Moneda con la frase En Checoslovaquia tampoco pensaban que esto sucedería. Pintan la frase Allende es comunismo, comunismo es hambre/odio. Aviones lanzan 20 millones de volantes con una fotografía de Allende y una frase terrorífica que se lee con lente de aumento; cien mil calendarios con la frase Virgen del Carmen patrona de Chile, sálvanos del comunismo, y distribuyen otras tantas “tarjetas de racionamiento”.[4] Surge un formulario apócrifo de inscripción a una inexistente “reforma urbana” donde se pregunta si está en condiciones de recibir moradores permanentes en su casa, y si no explicar por qué.

Firman grupos desconocidos como Chile Joven, Independientes de Chile, Movimiento de Renovación Nacional y Acción Mujeres de Chile. Ninguna de estas publicaciones lleva el pie de imprenta exigido por la ley, salvo la revista La Palmada en la Frente donde el caricaturista Luis Goyenechea Lugoze describe lo que “sucedería” en Chile si gana Allende.

El diputado dc Luis Maira obtiene la organización de una Comisión investigadora de la Cámara sobre la legalidad de los auspiciadores de la propaganda negra, y sobre la encuesta atribuida a la agencia ansa. Pero los organizadores permanecen ocultos…

 

La empresa Andalién

El pc se entera que la campaña se organiza desde la empresa publicitaria Andalién, situada en Teatinos 251, 8vo piso, dirigida por el ex oficial naval Salvador Fernández Zegers. Había sido la única en aceptar una campaña en favor de la compañía cuprífera Anaconda.

El martes 21 de julio a las 18h10, irrumpen veinte jóvenes comunistas: 15 paralizan los ascensores y vigilan las entradas; cinco entran a las oficinas, pistola en mano. Ponen manos arriba a seis empleados y al gerente, mientras buscan documentación, sin encontrar gran cosa. Hasta que uno de ellos se percata que Fernández Zegers no suelta su maletín. Se lo quitan. Contiene documentos reveladores que serán recibidos por la Comisión parlamentaria el 27 de julio.

Hay presupuestos, comprobantes de pago y listas de financistas. Andalién tiene a cargo ocho equipos que han pegado cerca de un millón de afiches; sólo en junio ha gastado la suma sideral de E°2,2 millones en inserciones en 40 radios y 22 diarios; ha distribuido 100 mil ejemplares de La Palmada en la Frente y nueve números de la revista Idea, orientada hacia las elites. Los temas proyectados son: “burocracia y Estado”, “Libertad de trabajo”, “Justicia (paredón)”, “pornografía en diarios”, “intelectualidad rusa sometida a prisión”, “flota rusa a las puertas de Valparaíso”, y “desfile militar ruso en Santiago”.

Aparecen vinculados Onofre Jarpa, Julio Durán, el dirigente alessandrista Eduardo Boesch, el diputado Patricio Mekis, y la directiva gremialista de la feuc que recibe E°30 mil. Entre los donantes figura el Bank of America, el First National City Bank, la Anaconda, y una impresionante lista de empresas.[5]

Manuel Fuentes, quien será encargado de propaganda de Patria y Libertad, afirma que el “hombre de las platas” es Carlos Urenda Zegers, un abogado que Agustín Edwards había colocado en el directorio de la Universidad Santa María, director de un Instituto privado editor de la revista Ideas.[6] Fuentes cuenta que Urenda lo contrató junto a Juraj Domic Kocevic, el especialista en “comunismo” de El Mercurio. Acuerda pagarlos en tres cuotas. Alquilan un departamento e integran a René Gateño Hasson, Gastón Sarmiento Torres y Juan Carlos Poblete Ilharreborde. Allí diseñan los volantes lanzados por aviones, las falsas tarjetas de racionamiento, y el “santito” con la Virgen anticomunista.[7]

 

¿Quién provee?

La Comisión, presidida por Bernardo Leighton, concluye que, con la “encuesta” de ansa “se ha cometido un fraude publicitario de extrema gravedad […] ha sido factor importante de la maquinación ilícita que ha hecho premeditada y conscientemente una empresa publicitaria, sepa”. Y la empresa Andalién sirve, al parecer, de centro coordinador a una vasta campaña publicitaria que orienta campañas distorsionadoras de la voluntad ciudadana. Identifica varias infracciones a la ley y emite recomendaciones: que la propaganda lleve firma responsable, que sus gastos se manejen con celo contable, y fiscalizar las agencias de publicidad como las sociedades anónimas.[8]

Pero sobre todo instala la pregunta ¿quién provee Andalién? El Mercurio del domingo 16 de agosto publica una inserción con ocho columnas de firmantes –el primero es de Jovino Novoa– quienes dicen haber contribuido al “financiamiento de Chile Joven”, pues hace “una campaña anticomunista de verdad”. Sus recursos “provienen exclusivamente de aportes libres y patrióticos de centenares de personas y sectores privados”.

La verdad es que la campaña del terror fue financiada por la cia y dirigida por Henry Hecksher, su jefe en Chile, aconsejado por Marcos Chamudes, director de la revista pec.[9] El capítulo The 1970 Election: A ‘Spoiling’ Campaign (campaña de ruina) de Covert Action, describe los carteles, folletos, la propaganda radial; el slogan “su paredón” pintado en 2.000 muros, la explotación de la invasión a Checoslovaquia y de la situación de Cuba “avisando que una victoria de Allende significaría el fin de la religión y la vida familiar en Chile”. “Otros agentes, todos empleados de El Mercurio, facilitaron que la Central generara más de una editorial al día guiada por la cia”.

Es probable que las empresas y los firmantes que se declaran financistas de Chile Joven, hayan sido intermediarios. Y tal vez recibieron una comisión por el “servicio”. El arzobispado de Santiago, por su parte, hace leer en las misas una severa condena a la utilización de la imagen de la Virgen.

 

¿Qué impacto tuvo la campaña del terror en 1970? Fue sin duda menor que en 1964. La maniobra era conocida; fue demasiado grotesca; y, esta vez, la izquierda reacciona con firmeza y a tiempo: consigue poner a la luz el origen espurio de la campaña y de su financiación. Esta visión es ampliamente aceptada, incluso por el propio subdirector de El Mercurio Arturo Fontaine quien considera –en 1999– que la campaña del terror fue “todavía más burda y desproporcionada que la que dio el triunfo a Frei”[10], aunque su diario la practica intensamente en 1970.

Pero su efecto no fue nulo. Allende sólo conseguirá un 5% más que los votos los del pc y del ps en las parlamentarias de marzo 1969, cuando el pr obtuvo 13,6%. Lo que significa que casi dos electores radicales sobre tres no votaron por Allende. Aunque se necesitaría un estudio adecuado para establecer una relación entre la campaña del terror y la desafección radical, al menos se puede formular la hipótesis que tal relación es posible, incluso probable.

 

Por Jorge Magasich

 

[1] Lo dirigen Oscar Ruiz Tagle, Javier Echeverría Alessandri, Oscar Rocuant, y Ricardo Claro

[2] Casals Marcelo, 2016, La creación de la amenaza roja. Del surgimiento del anticomunismo en Chile a la ‘campaña del terror’ de 1964, lom 318-321; 336

[3] Ercilla 5/8/1970

[4] Fuentes Manuel, 1999, Memorias secretas de Patria y Libertad, 65-71

[5] El Mercurio, Tierra Amarilla, la Compañía de Inversiones la Chilena Consolidada y la Compañía de Inversiones Amolana, (de Edwards), Sociedad Agrícola San Fernando; Cemento Polpaico; Sofruco; Compañía Chilena de Fósforos; Compañía Chilena de Tabacos; Viña Concha y Toro; Sociedad Ganadera Tierra del Fuego; Sociedad Ganadera Laguna Blanca. Hay contactos con la Papelera, la distribuidora codina (presididas por Alessandri) los bancos de Chile, Español, y Sudamericano, y las empresas de Pedro Ibáñez, Compradora de Maravilla y Compañía de Comercio Montemar

[6] Labarca Eduardo, 1971, Chile al rojo, 310-317; Herrero Víctor, 2014, Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada del dueño del El Mercurio, 283-287

[7] Fuentes, 1999, 65-71

[8] El Mercurio, 23/8/1970

[9] Korry, 1996, conferencia en el CEP, 59

[10] Fontaine Arturo, 1999, Todos querían la Revolución. Chile 1964-1973, 69

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Historiador

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