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Socialdemocracia: exégesis de un concepto y de su práctica política

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“A primera vista, el título de esta obra puede resultar sorprendente: Reforma o revolución. ¿Puede la socialdemocracia estar en contra de las reformas? ¿Puede considerar como opuestos la revolución social, la transformación del orden establecido, su fin último, y las reformas sociales? Por supuesto que no. Para la socialdemocracia,  la lucha cotidiana para conseguir instituciones democráticas y reformas sociales que mejoren, aun dentro del orden existente, la situación de los trabajadores constituye el único camino para orientar la lucha de clases proletaria y para trabajar por el fin último: la conquista del poder político y la abolición del sistema de trabajo asalariado. Para la socialdemocracia, existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio, mientras que la lucha por la revolución social es el fin”.  Rosa Luxemburgo, Prólogo a Reforma o revolución, Berlín, 18 de abril de 1899.

La verdad es que el término socialdemocracia ha adquirido, a través de prácticamente todo el siglo pasado hasta nuestros días, un significado profundamente equívoco desde el punto de vista teórico e histórico, aunque es correcto desde su raíz etimológica: Socio, h. 1440. Tom. del lat. socius  ‘compañero’. Deriv. Sociedad, 1220-50, lat. societas, atis,  íd. propte. ‘compañía’; societario, social, 1817, lat. socialis  y socialista, med. S. XIX, voces que en su sentido actual se forman en las varias lenguas europeas, h. 1830; socializar  1925… (Corominas).

En la práctica se lo usa, en efecto, para designar a los movimientos socialistas que intentan moverse rigurosa y exclusivamente en el ámbito de las instituciones liberal-democráticas y aceptan, dentro de ciertos límites, la función positiva del mercado y de la misma propiedad privada. Este empleo del término traiciona, sin embargo, su origen en el  socialismo revolucionario. El primero y más completo experimento socialdemócrata es el alemán, que nos puede dar las pautas para una correcta definición.

La socialdemocracia alemana, surgida alrededor de 1875, año de la fundación en el Congreso de Gotha del partido de inspiración marxista, estaba destinada a suministrar, en todo el continente, el nombre y el modelo ideológico y organizativo en su lucha, nacional e internacional, en contra, por algunos decenios, del anarquismo. Hay que recordar que este último estaba inspirado por la revuelta total contra la revolución industrial y sus consecuencias, común a todas las corrientes revolucionarias de la primera mitad del siglo XIX. Mientras el anarquismo apelaba a la revuelta espontánea, la socialdemocracia intentaba, en cambio, valerse de todas las posibilidades que le ofrecían las instituciones democráticas, para conseguir  una sólida base de masas que le permitiera instalarse en el interior del bastión enemigo. Así, llegar a constituir, al menos en grandes líneas, una especie de “contra-sociedad”, cuyo crecimiento debería, en general, provocar el derrumbe de las estructuras externas del sistema y constituir el núcleo de la nueva sociedad.




La crítica anarquista, según la cual, actuando de este modo, la socialdemocracia habría terminado por consolidar la estructura de la sociedad capitalista-democrática y, por lo tanto, alejando en el tiempo la regeneración revolucionaria, era tan aguda y profética, según lo demostraron los hechos, como estéril.

Esta lucha, que si por un lado estaba orientada a derrotar al anarquismo, por el otro intentaba absorber y perpetuar el espíritu revolucionario, derivando, sin embargo, en una serie de ambigüedades y de equívocos, hasta en el nombre de socialdemocracia, que desde 1875 hasta 1914, más bien hasta la revolución de octubre indicó, indistintamente, los socialismos de todas las tendencias. Sin embargo, el objetivo que se perseguía, tenía mucho en común; en efecto, estaba determinado en términos de antítesis total a la sociedad existente y, por lo tanto, en rigor, no sólo la propiedad privada y el mercado, cosa sobre la que no había dudas, sino también las instituciones y, si no las instituciones, ciertamente el espíritu de la democracia parlamentaria burguesa. Asimismo, sobre los fines últimos, los socialdemócratas profesaban estar de acuerdo con los anarquistas. Además, declaraban que su estrategia era la única capaz de llevar a una sociedad basada sobre el autogobierno de los productores y en la administración de las cosas, sin autoridad ni coerción de ninguna forma, ni siquiera de la mayoría sobre la minoría.

Pero esta ambivalencia, entre una teoría revolucionaria, basada, sin embargo, más en la esperanza de un madurar inevitable de las cosas por obra de los mecanismos objetivos que sobre la proyección de una intransigente voluntad de lucha y una praxis de hecho más bien reformista, no podía durar indefinidamente.

Cuando Lenin decide cambiar el nombre, imponiendo a su partido la vieja denominación de comunista,  quería con esto, significar que finalmente se daba término al equívoco: por una parte los revolucionarios de palabra, los socialdemócratas, por el otro, los verdaderos revolucionarios, aquellos que habían actuado en todas partes e intensamente como en Rusia, es decir, los comunistas.

El libro Reforma o revolución, cuyo primer párrafo del prólogo inicia esta nota, Rosa Luxemburgo lo dedica, por entero, a responder y desenmascarar  la propuesta teórica de Eduard Bernstein que en el seno del partido socialdemócrata alemán integró  siempre la corriente reformista (revisionista).

Continúa Rosa Luxemburgo en el párrafo siguiente: “Eduard Bernstein fue el primero en contraponer estos dos aspectos del movimiento obrero, en sus artículos Problemas del socialismo en Neue Zeit  (1897-98), y especialmente en su libro  Los problemas del socialismo y las  tareas de la socialdemocracia. Toda su teoría se reduce, en la práctica, al consejo de abandonar la revolución social, el fin último de la socialdemocracia, y convertir las reformas sociales, de medio de la lucha de clases en fin de la misma. El propio Bernstein ha formulado del modo más exacto  e incisivo sus opiniones al escribir: ‘El objetivo último, sea cual sea, no es nada; el movimiento lo es todo’. Y más adelante: “Es preciso que todo el mundo en el partido vea con claridad que el debate con Bernstein y sus partidarios no es sobre una u otra forma de lucha, o sobre una u otra táctica, sino que está en juego la existencia misma del movimiento socialdemócrata”. 

Hacia el final de la década de 1880 existían, al menos en embrión, en varios países europeos partidos socialdemócratas que, en gran parte, habían tomado por modelo el de Alemania, que mantuvo su influencia sobre varios de estos partidos, debido, especialmente, a su organización y disciplina que, a pesar de las contradicciones que se dieron en su seno (marxismo y revisionismo) y su accionar en el conflicto político cruzado por las dos guerras mundiales, mantuvo hasta su derrumbamiento, arrastrando a todo el movimiento socialdemócrata que  fue protagonista entre los años 1875 y 1939.

El sentido de la palabra socialdemócrata que tuvo en ese período, está prácticamente fenecido. En la actualidad, se usa más como sinónimo de reformismo, y alejado totalmente de su raíz marxista. A partir de finales de la década del 30 del siglo pasado, se le asocia más con la descripción del Estado de Bienestar, surgido a partir de la revolución “keynesiana” (John Maynard Keynes 1883-1946), desarrollada luego de la gran depresión de los años 1929-1930. De hecho, se identifica, especialmente a los países del norte de Europa, cuyos regímenes se basan en  un Estado de Bienestar, como gobiernos socialdemócratas que, sin embargo, a partir de la década del ’70 del siglo pasado, han devenido cada vez con mayor asiduidad, en estados neoliberales, conservando, apenas, las características del Estado de Bienestar: expansión progresiva de los servicios públicos como escuela, vivienda, asistencia médica; sistema fiscal basado en el principio de la tasación progresiva; institucionalización de una disciplina del trabajo orgánica dirigida a tutelar los derechos de los obreros y a mitigar su condición de inferioridad frente a los empleadores; redistribución de la riqueza para garantizar a todos los ciudadanos un rédito mínimo; erogación a todos los trabajadores ancianos de una pensión para asegurar un rédito de seguridad aun después de de la cesación de la relación de trabajo; persecución del objetivo del pleno empleo con el fin de garantizar a todos los ciudadanos un trabajo, por lo tanto una fuente de rédito.

Dicho lo anterior, podemos apreciar, aunque ha habido opiniones en contrario, que ninguno de los gobiernos del Chile post dictadura, se puede catalogar como socialdemócrata, mucho menos a los personeros de la casta política, incluso a los que se hacen llamar progresistas o de centro izquierda. Esto no sólo porque la Constitución de Pinochet-Lagos no se los ha permitido, sino porque, y esto es lo patético, en su ADN está profundamente arraigada la cosmovisión neoliberal de mundo. Estados de Bienestar en Chile hubo, por influencia de la Segunda Internacional (1889-1914), durante algunos momentos en el siglo pasado. Tal vez el que más se podría asemejar a esta definición, con la excepción obvia del gobierno de la Unidad Popular, sería el del presidente Pedro Aguirre Cerda, con la creación de la CORFO, y la construcción de miles de escuelas a lo largo de todo el país y la capacitación de miles de maestros para integrar a esas escuelas. La verdad, es que si comparamos los gobiernos post dictadura con las administraciones hasta 1973, todos, hasta el gobierno de los gerentes de Jorge Alessandri, cumplirían con creces, las características de los Estados de Bienestar.

Con fecha 24 de mayo de 2008, lo que fue mi primera colaboración entregada a  Clarín, se publicó un artículo con el título ¿Es la Concertación de centroizquierda? Estimado lector, me permito reproducir algunos párrafos con el objeto de dejar por sentado que, desde aquellos años, no sólo no hemos avanzado nada, sino que vamos de mal en peor:

 ¿Es la Concertación de centroizquierda?                      (24-05-2008)

 

En general se piensa que la Concertación de Partidos por la Democracia que gobierna Chile desde 1990, estaría ubicada, desde el punto de vista ideológico tradicional, en la izquierda del centro político. Esto no sólo se estima en nuestro país, sino también en algunos medios académicos extranjeros.

 

En un reciente artículo publicado en este medio, Immanuel Wallerstein incluye a Chile en el elenco de países que se ubican a la izquierda del centro político en el subcontinente latinoamericano. Sin embargo, si se analiza con detenimiento el papel que han jugado los gobiernos de la Concertación, no queda más que concluir que se han cargado siempre más a la derecha del centro que a su izquierda.

 

Si bien Patricio Aylwin criticó la economía de libre mercado como “capitalismo cruel”, su sucesor, Eduardo Frei. llevó adelante una política con fuerte énfasis en este sentido, a tal punto que  un líder empresarial de la época, manifestó que Aylwin había respetado las leyes del mercado porque no tenía alternativa, pero Frei creía fervientemente en él. Recordemos que Frei Ruiz-Tagle fue mencionado en un editorial del New York Times como un presidente despreocupado de la ecología  al reproducir un párrafo del discurso en Antofagasta: “no voy a detener el desarrollo del país por preocuparme del medio ambiente”.

 

Ricardo Lagos basó su campaña con el lema  “crecimiento con equidad”. Todos sabemos que lo menos que hubo fue equidad en el crecimiento de la economía del país. ¿Es necesario recordar la frase: “nosotros los empresarios amamos a Lagos”? …

…¿Cuál es, entonces, la diferencia de la Concertación con la Alianza por Chile? Se dice que la Concertación es la única fuerza política que le da gobernabilidad al país, debido a que la derecha no tiene proyecto político. ¿Cómo no va a tener proyecto político, si ése es justamente el que ha venido administrando la Concertación desde sus inicios y cada vez con mayor fuerza?

Gobernabilidad a Chile le dio, también, la dictadura militar. Tan es así, que la Concertación se ha sentido como pez en el agua gobernando con la Constitución de Pinochet, la misma en que el ex presidente Lagos estampó su firma en un acto de suma egolatría, pero de mínima dignidad…

…En síntesis, los planteamientos y actuaciones de izquierda o de derecha, se basan en una concepción del mundo que se desea y  o en los adjetivos de los partidos políticos que conforman una coalición, con mayor razón en el Chile actual, en que los partidos políticos no son más que productos transgénicos.

 

Bibliografía:

Bobbio, Norberto y Matteucci, Nicola, Diccionario de política, 3 T., Siglo XXI, México, 1981.

Cole, G.D.H., Historia del pensamiento socialista, 7 T., F.C.E., México, 2ª ed., 1974.

Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 10ª ed., 2012, 528 pp.

Luxemburgo, Rosa, Reforma o revolución, Espartaco, Santiago de Chile, 2015, 64 pp.

Pokrovsky, V. S., et. al., Historia de las ideas políticas, Grijalbo, México, 1966, 622 pp.

 

 

Por Hugo Murialdo

 

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Periodista, máster en Ciencias de la Comunicación y máster en Filosofía Política

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  1. Pensaría usted que el macaco Lavín es socialdemócrata ? Que lo son Ossandon , Carter , Kast , Matthei , el raspador de ollas Moreira ? Blumel , Briones…chile vamos , evópoli ,UDI ,RN ,DC………?? Que se suman a tal movimiento extinto los PC , PS , PPD , PR , FA , ……….otros ?Los primeros neoliberales a concho y los segundos , renovados a neoliberales desde obscuras posiciones pseudo populistas. En resumen : POCO.

  2. Un tremendo «máster» políticofilosófico que deja sin respirar con su «»sabiduría»» libresca
    que es muy «acertada», aguda y «definitiva,»: pues no cabe ninguna duda que él sabe
    leer en español correcto….Ja,ja,ja,ja…!

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