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La oligarquía chilena aspira a hegemonizar la Constituyente con la trampa de los 2/3

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El Presidente de la República, Sebastián Piñera, con un 7% de apoyo puede sostenerse en el poder, incluso, apelar a una legitimidad obtenida en la elección de 2017: Piñera obtuvo una mayoría del 50% de los electores, ´unos lo votaron por ignorancia, otros por arribismo y un tercer grupo por simple estupidez al creer que sufragar por un millonario los haría también ricos. Pero la realidad es más cruel; el Mandatario actual, con un menguado 7%, tiene una legitimidad bastante discutible.

En las teorías sobre el pacto social, Thomas Hobbes (“el hombre para el hombre siempre es un lobo”), supone que los hombres en estado de naturaleza vivirían en perpetua guerra civil, por consiguiente, deberían ceder parte de su libertad a favor del ´Leviatán´ a fin de lograr la convivencia entre ellos. En esta concepción, el Estado tendría poder ilimitado para imponer el orden y la seguridad, pues los hombres son, naturalmente, egoístas y malos.

Para Rousseau, por el contrario, “los hombres nacen naturalmente buenos, pero la sociedad los corrompe” y, por consiguiente, la soberanía reside esencialmente en el pueblo, y no delega su poder en el representante. Rousseau se mofaba de los ingleses, que se creían libres porque votaban una vez cada cuatro años para la elección de sus representantes. Para Rousseau ´la democracia era un asunto de ángeles o de Dios´.

La democracia representativa, hoy en decadencia en todos los países del mundo, surgió de la teoría del irlandés Edmund Burke, según la cual los ciudadanos, a quienes se supone ´nacen iguales y con la misma dignidad´, no pueden dedicar todo su tiempo a los asuntos de la polis, por lo tanto, se ven forzados a delegar su poder en sus gobernantes y parlamentarios.




En todas las Constituciones de los países llamados democráticos el poder reside en el pueblo, el cual lo delega en autoridades ´legítimamente elegidas´ que, en la mayoría de los casos, durante el período del mandato no rinden cuenta al soberano, único detentor del poder por antonomasia.

Para llevar a cabo la representación en una democracia moderna existen elecciones periódicas, (dicho sea paso, hay más elecciones en Venezuela que en cualquier otro país de América Latina), pero este hecho eleccionario no significa que uno u otro país sea más democrático, y además, lo anuncian con pompa, que son limpias, trasparentes y controladas, (el ejemplo clásico, las  elecciones norteamericanas, muy controladas por cierto, aún no eligen Presidente, y en cuanto a los dos candidatos a la Casa Blanca, ninguno de los dos acepta ser el perdedor).

Para relacionar los escaños con los votos en las elecciones pluripersonales se recurre a los denominados sistemas electorales: 1) mayoritarios, en que cada distrito elige un representante; 2) mayoritario a dos vueltas, mediante el cual se elige a quien gana en la segunda vuelta; 3) el proporcional, es decir, se reparten los escaños según la proporción de votos obtenidos en cada una de las listas. Ninguno de estos sistemas es capaz de representar correctamente, sin distorsionar, la voluntad popular.

Para corregir los defectos de la democracia representativa en algunos países se han agregado elementos de democracia directa: a) el plebiscito revocatorio de mandato, es decir, que el representante, al no cumplir el mandato de la soberanía popular, podría ser removido de su cargo; b) la iniciativa popular de ley y, en algunos casos, el derecho del soberano a vetar una determinada ley aprobada por el Congreso; c) la implementación de referendos y plebiscitos revocatorios de mandato, que serán convocados al cumplirse un número de firmas, previamente establecido.

La Asamblea Constituyente, que será convocada en el mes de abril de 2021, no cumple con la condición fundamental de que el poder constituyente original corresponda a la soberanía popular, pues durante los dos años de debate sobre la nueva Constitución, el Presidente en Chile es casi un dictador, y el Congreso, (con sus dos Cámaras), seguirá teniendo el poder, (se podría producir el absurdo de que, mayoritariamente, se acordara un sistema parlamentario, o aún más radical, la democracia plebiscitaria, y una Cámara – única eliminando el senado – lo cual sería fuente de conflicto de poderes).

El Congreso, que apenas cuenta con el apoyo de no más de un 5% de apoyo de la ciudadanía, se ha dado el lujo de aprobar una ley mediante la cual todos los artículos que se acuerden entre los constituyentes deberán alcanzar los 2/3 de sus componentes, bajo el ridículo argumento de que la nueva Constitución deberá estar marcada por el “acuerdo” de las dos oligarquías, (las dos derechas: la Concertación de Partidos por la Democracia y Chile Vamos), por consiguiente, el poder constituyente secundario aplastaría al poder constituyente originario, es decir, la soberanía popular.

A pesar de la representación paritaria, sumada a una pequeña porción de los pueblos originarios, el sistema de reparto de distritos es el mismo que se aplica para la elección los diputados.

El sistema D´Hondt favorece las listas con votación mayoritaria, y se da el caso de que diputados que ni siquiera obtienen el 1% de los votos sean propietarios de escaños en la Cámara; (en este caso, la manipulación y las maquinarias electorales de los partidos políticos están convirtiendo la Asamblea Constituyente en un parlamento más).

En el fondo, el movimiento popular debiera estar siempre vigilante, pues no es la primera vez que la oligarquía plutocrática engañe al pueblo, (ocurrió hace casi un siglo cuando la Comisión para redactar la Constitución de ese entonces, presidida por don Arturo Alessandri, bajo la amenaza del sable, del inspector del ejército, Mariano Navarrete, se impusiera el plebiscito fraudulento que aprobara la Constitución de 1925, sobre la base votos de colores blanco, azul y rojo, sin respetar, en absoluto, el secreto del voto).

Rafael Gumucio Rivas (El Viejo)

21/12/2020



Historiador y Cronista

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  1. Felipe Portales says:

    Y lo peor de todo es que el diseño de las dos derechas ha sido hecho con un maquiavelismo inigualable: ¡Hacer que la propia gente lo valide cuando se supone que si se lo explica bien no estará dispuesto a hacerlo!…

  2. Además de los 2/3 , está la facilidad con que los partidos pueden inscribir listas de candidatos y la dificultad que los independientes puedan hacerlo , así se aseguran ser ellos los que forman el «parlamento constituyente» y seguir vendiendo la misma vaina de los 30 años.

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