Poder y Política

En torno a una acusación constitucional: el caso del imputado Piñera

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PREÁMBULO

El escándalo de los contratos suscritos por empresas ligadas al presidente Sebastián Piñera, en los llamados ‘paraísos fiscales’, no debe reducirse solamente a la tipificación de los delitos cometidos por el primer mandatario como el aspecto más relevante. Tal tipificación puede ser legal, sin lugar a dudas; mas no legítima. Porque no todo lo que reviste carácter de jurídico es verdad, ni toda verdad ha de buscarse en lo jurídico. En ese sentido, la alegación de tratarse de una ‘cosa juzgada’ tampoco es relevante pues la institución de la ‘cosa juzgada’ requiere del concurso de identidades que el caso no reúne, ni son, por lo demás, relevantes para analizar la conducta del ahora imputado Piñera; por lo demás, la cosa juzgada es otra de las instituciones jurídicas que pretende sustituir a la verdad, presunción de la cual nadie puede estar seguro. Finalmente, tampoco puede alegarse la tan discutida prescripción, institución de la cual decía el ilustre jurista Federico Von Savigny no ser  más que una invención creada por ‘un pueblo de salteadores y ladrones como eran los romanos’. La prescripción da por cierto o verdadero  un hecho que ha sucedido, por el solo transcurso del tiempo.

Sin lugar a dudas, la acción cometida por Sebastián Piñera va más allá de esa simplificación propia de juristas inescrupulosos que, con argumentos bastante febles pretenden justificar lo injustificable o explicar lo inexplicable. Porque los actos cometidos por el primer mandatario van más allá de todo aquello. Para mejor comprensión de lo cual debemos teorizar un poco.´

 

EL DAÑO A OTRO U OTROS




No se necesita formular una completa teoría del daño para comprender que, en ciertos casos, la ejecución de un acto puede provocar perjuicios a terceros, que pueden ser personas naturales o jurídicas.

Del daño a los primeros se preocupa el derecho penal (y/o el civil, en determinadas circunstancias). Pero el daño provocado a entes inmateriales es diferente. Como cuando se ataca a las instituciones. En especial, al Estado, entendido éste como representante del bien común. Porque, cuando ello ocurre, hay un implícito ataque a la comunidad.

Es lo que sucede cuando hay evasión tributaria. Una gran evasión tributaria. No la que protagonizan, a menudo, los pequeños empresarios que evaden el pago de sumas pequeñas, porque sus utilidades les permiten, apenas, reponer sus mercancías. Es la gran evasión la que destruye a la comunidad, y ésta solamente la realizan los grandes empresarios. En Chile —según lo expresara el ex ministro Francisco Vidal en un programa televisivo—, tal evasión alcanzaba hasta, hace poco, 22 mil millones de pesos al año[1].

El tributo o impuesto no es más que el pago de una determinada suma de dinero al cual está obligada a enterar toda persona en arcas fiscales, por el simple hecho de vivir dentro de ese conjunto social. El pago de los impuestos conforma gran parte del ingreso nacional; su no pago y el robo (o malversación, en su caso) de ese erario implica un ataque a la comunidad que, por eso, pasa a convertirse en víctima.

 

PERFIL DEL GRAN EVASOR

El trabajador no puede evadir impuestos. Las diversas legislaciones del orbe establecen que sus pagos han de descontársele del propio salario que recibe. Es una persona ‘obligada’ al pago de los impuestos.

A diferencia suya hay, sin embargo, otros evasores que hacen sus propias declaraciones sobre lo que han percibido, y pagan según lo establecido en esa declaración.

El evasor, por consiguiente y, por regla general, es el empresario que declara sus impuestos a pagar; en algunos casos, se trata de un sujeto particular, de un ciudadano. En otros, puede ser una empresa, una corporación, una persona jurídica. Los evasores, así, pueden ser tremendamente poderosos.  Sin embargo, el evasor no deja de ser, desde este punto de vista, una persona (natural o jurídica) no diferente de las demás. Porque hay otros sujetos más importantes a los que nos referiremos de inmediato.

 

EL EVASOR COMO REPRESENTANTE DE LA PROPIA COMUNIDAD QUE EVADE

Sin embargo, no  todos quienes realizan esas tramoyas son particulares. Porque en el mundo de los evasores nos encontramos con personajes públicos que no solamente practican la evasión, sino lo hacen, igualmente, con la malversación, con la apropiación indebida de dineros, con la estafa, el robo u otras conductas indecorosas, propias del cargo que desempeñan: tráfico de influencias, uso de datos confidenciales (información privilegiada), etc.  En este caso, se trata, fundamentalmente, de personajes investidos de poder, sujetos elegidos para desempeñar determinados cargos públicos y que, sin embargo, son capaces de sacrificar a su propia madre por aumentar sus ansias de tener o poseer.

A diferencia de los individuos particulares, que evaden impuestos o realizan maniobras indecorosas en beneficio propio, y que nada tienen que ver con la cosa pública, estos sujetos, que gozan de un inmerecido respaldo popular, que son personas encargadas de cuidar los intereses de la comunidad, y actúan, en determinadas situaciones, en beneficio propio, dañan, con su acción, el interés colectivo. Son sujetos diferentes. Han engañado a la comunidad para actuar en contra de ella desde los cargos a los que se les ha elevado. Se trata de sujetos que atentan contra su propia comunidad. Individuos que traicionan no sólo a sus electores sino a todo el conjunto nacional. A lo que se conoce como ‘Patria’.

 

LA CONDUCTA DEL JEFE DE ESTADO

Dice un viejo refrán que una golondrina no hace al verano; tampoco una persona hace a una sociedad. Ocurre al revés. Son las sociedades quienes hacen a las personas; especialmente, cuando se organizan verticalmente y en forma autoritaria, estableciendo en su interior estamentos que dominan y otros que son dominados. La forma de vida del estamento superior y su cultura se impone como forma de vida y cultura del inferior. No es casualidad que los sectores dominados busquen líderes o conductores sociales a la manera de los dominantes, y les resulte, a menudo, difícil concebir una sociedad distinta a la cual viven. Lo cual explica que, a menudo, sean los propios habitantes de una nación quienes elijan a sus propios verdugos. Pero ello no ocurre por casualidad: se les ha enseñado que la ‘cosa pública’ es propia de especialistas o personas cultivadas. Y, por supuesto, que el ‘poder popular’ es una falacia.

Ese líder o conductor no opera solo; menos, aun, tratándose de una sociedad construida verticalmente y, a la vez, profundamente presidencialista como es la chilena. Porque, no lo olvidemos, el líder es el factor de unidad del estado/nación. Junto a él deben nuclearse fuerzas sociales que, finalmente, instituyen una estructura de tipo conspirativo, una estructura que, al más puro estilo monárquico, no es aristocrática sino plutocrática, una verdadera corte de tipo feudal fundada en la apropiación constante de bienes materiales y privilegios, a la manera que la explica, en algunos de sus artículos, nuestro buen amigo Rafael Luis Gumucio (‘El Viejo’). Es una organización organizada para aprovechar ventajas, una estructura construida para delinquir, con sujetos elegidos cuidadosamente, expertos en la realización de tales finalidades. Una verdadera mafia de incondicionales, una comunidad de facinerosos, destinada a defraudar al Estado y a la comunidad por la que no sienten apego alguno, y que se reproduce tanto en su propia descendencia (nepotismo) como en la de quienes se comprometen a comportarse como ‘yes men’. Un gobernante no es distinto a sus ministros ni éstos lo son respecto a aquel. Por eso, Piñera no es distinto a Larraín ni Larrain a Piñera; tampoco lo son Delgado, Galli, Cerda, Allamand, en fin. Unos son a otros como otros a los unos. Porque se trata de una cofradía con cultura de dominación. De lo que se deriva que tampoco es casual que, impotentes por representar una minoría, sus miembros estén siempre pensando en recurrir a los institutos armados para aplastar cualquier conducta ajena que consideren subversiva.

 

LA CONDUCTA DEL IMPUTADO PÏÑERA

La acusación constitucional, entablada el día miércoles 13 del presente, en contra del actual mandatario, dedica uno de sus títulos a describir lo que denomina ‘Perfil de Sebastián Piñera’, en donde, junto con establecer un verdadero prontuario del mismo,  toma como referencia una ‘vieja sentencia de Macchiavello, según la cual

 

“Cuando veas al servidor pensar más en sus propios intereses que en los vuestros, y que interiormente busca sus propios beneficios en todas las cosas, ese hombre nunca será un buen sirviente, ni jamás podrás confiar en él”[2].

 

Pero, ¿qué es lo que hizo Pïñera? ¿Cuál es su falta? Para nosotros, una sola: aprovechar su calidad de presidente para atacar a su propio país. Sus actos están resumidos admirablemente en una noticia vinculada al escándalo de los Pandora Papers. El presidente era propietario de una considerable parte de la minera ‘Dominga’. De acuerdo a la información,

 

“Minera Dominga fue vendida al empresario Carlos Alberto Délano, amigo de Piñera, por 152 millones de dólares, en un negocio realizado en las Islas Vírgenes Británicas, un paraíso fiscal”[3].

 

Hasta ahí, el caso sería una simple evasión de impuestos, agravada por la circunstancia que el vendedor era el presidente de Chile Sebastián Piñera. Una conducta inmoral, evasora, traicionera. Sin embargo, para su consumación, el pago debía hacerse en tres cuotas, la última de las cuales estaba sujeta a una cláusula que lo supeditaba a

 

“[…] que no se estableciese un área de protección ambiental sobre la zona de operaciones de la minera, como reclamaban grupos ambientalistas”[4].

 

Firmar un documento de esa naturaleza no era tarea que pudiese realizar solamente un trasgresor de la ley, un ladronzuelo, un pilluelo o un truhán, sino una persona que no vacilara en atentar contra el interés nacional aprovechando su investidura de representante de la nación. Un sujeto dispuesto a subordinar el interés nacional al suyo, un sujeto abiertamente pervertido[5].

 

LA ACCIÓN DE PIÑERA

A nuestro entender, la acción de Piñera no ha sido, simplemente, atentar contra el honor de la Patria, tráfico de divisas, evadir impuestos, cometer cohecho, sobornar o ser sobornado sino todo eso, además de una circunstancia más grave aún y que no se encuentra sancionada sino en el Código de Justicia Militar. Es la traición a la Patria. La gravedad de su accionar ha de considerarse, a no dudarlo, traición al Estado que dirige, a la Patria que representa.

Piñera, sin embargo, no va a ser sancionado por atentar contra los intereses de la nación. El delito de ‘traición a la Patria’ está solamente establecido para los militares, no para los civiles; aunque hayan éstos cometido acciones más reprochables que aquellos. La impunidad es el premio que la forma de acumular vigente otorga a quienes la defienden.

 

EL DINERO COMO OBJETIVO PRIMORDIAL

El dinero parece ser el objetivo primordial de determinados sujetos; entre ellos, el presidente de la República. La acumulación dineraria. La esencia misma del capital, ese ‘valor que se valoriza’, es decir, que se multiplica a sí mismo, que se acrecienta, crece y crece, y encuentra la razón de ser en sí mismo. Más que los deberes hacia la comunidad que lo eligió. Más que la moral judeo/cristiana heredada de sus antecesores.

Piñera, al igual que esos otros individuos, cree que todo tiene precio, que todo puede comprarse.  Su moral no es la distinta a la del sistema que tanto defiende: el lucro. Hace años lo definimos como un niño que no se ha desarrollado lo suficiente, por lo que aún posee carácter anal. No puede ver nada sin querer apoderarse de aquello. Es un poseedor natural. No suelta, siquiera, las heces de su cuerpo por temor a desprenderse de lo que posee. Por él, quisiese vivir en una eterna estitiquez. Sólo así podría calmarse.

 

UN JEFE DE ESTADO QUE COMPLOTA CONTRA SU PROPIO ESTADO

Volvamos a lo anterior, Piñera no es un ciudadano común. Es el presidente de la nación, elegido por gran cantidad de chilenos que creyeron en él. Es la persona encargada de conservar y proteger al Estado. Y, sin embargo, es el que más daño produce al mismo Estado que debe proteger y conservar. Es, por lo mismo, un sujeto peligroso. Extremadamente peligroso. Es un loco consciente del rol que ha de jugar. Un demente perverso. No menos peligroso que quienes están interesados en mantenerlo en el ejercicio del poder estatal, porque, como señalan los suecos, ‘Såna mor, såna döttrar’; en Chile decimos, ‘de tal palo, tal astilla’. Y es natural que así ocurra pues un sujeto orientado a fagocitar de sus facultades, induce a los demás a hacer lo mismo; la repetición es la forma de funcionar de toda una sociedad.

 

UN RECUERDO PERTURBADOR

Reflexionando sobre el caso de Pïñera, se nos vienen, a la memoria, las palabras de ese general mexicano Álvaro Obregón quien, denunciando la enfermiza práctica de otros colegas suyos, aficionados al robo y a la exacción, decía sentenciosamente:

 

“No hay general que resista un cañonazo de 50 mil pesos”[6].

 

No sabemos qué precio cobraría Piñera, en su rol de presidente de la República, por entregar a Chile y a todos sus habitantes al dominio extranjero; tampoco el que hubieren exigido al enemigo los oficiales involucrados en desfalcos y exacciones. Pero esa reflexión es lo primero que se nos viene a la mente cuando cavilamos acerca de tan monstruosos niveles alcanzados por la corrupción.

Urge sacar a Piñera. Urge aprobar su destitución. Urge sacar a todos los que han mostrado un comportamiento similar al suyo. Urge condenar a todos los generales que han ejercido sus cargos en beneficio propio. La corrupción debe ser extirpada como el peor de los vicios que puede afectar a una sociedad como la nuestra. A la brevedad. Antes que sea demasiado tarde. No es posible que nos estemos convirtiendo en un país de facinerosos.

 

Por Manuel Acuña Asenjo

 

Santiago, octubre de 2021

[1] El programe fue ‘Contigo en la mañana’, de ChileVisión, de fecha 12 de octubre de 2021

[2] Tomada de la Acusación Constitucional en contra del presidente de la República, de fecha 13 de octubre de 2021.

[3] Ortíz, Florencia: “El turbulento tiempo final del segundo Gobierno de Sebastián Piñera”, Radio Biobio, 13 de octubre de 2021.

[4] Ortíz, Florencia: Id. (3).

[5] No era la primera vez que Piñera atentaba contra el interés nacional. Mientras se desempeñaba como presidente de Chile, y mientras los tribunales internacionales se pronunciaban sobre el diferendo marítimo con Perú, sus testaferros negociaban su participación en lo que se ha pasado a denominarse ‘Caso Exalmar’.

[6] Balseca, Fernando: “Cañonazo de millones de dólares”, ‘El Universal’ (México),10 de febrero de 2017.



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