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La izquierda latinoamericana y el desafío de la gobernabilidad

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La crisis de legitimidad, credibilidad y representatividad incide, fundamentalmente, en los cambios bruscos del mapa político de América Latina. En cada etapa histórica el cuadro de las tendencias políticas latinoamericanas cambian en forma acelerada de marea: en un reducido espacio de tiempo vemos cómo el cuadro de las hegemonías en la mayoría de los países de América Latina ha pasado de una derecha, comandada por Presidentes-empresarios, a una nueva posibilidad de asentamiento de la izquierda que, en diversos países está resucitando la relación entre la profundización de los valores democráticos y la búsqueda de superación del modelo de capitalismo salvaje.

Al parafrasear al escritor y Premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, la izquierda del continente americano tiene una nueva oportunidad: la primera oleada – llamada “el socialismo del siglo XXI” – fue posible gracias a la coyuntura económica del alto precio las materias primas que daba margen para llevar a efecto profundas políticas de cambio social en democracia.

Es así como en Brasil Luiz Inácio Lula da Silva pudo ubicar a su país entre las principales potencias mundiales asociándolo al BRIC, (Brasil, Rusia, India y China) y, a su vez, reducir en forma notable, la pobreza en este país-continente; en Ecuador, el entonces Presidente Rafael Correa logró, mediante una nueva Constitución, sentar los cimientos de una revolución ciudadana;  en Chile, la Presidenta Michelle Bachelet alcanzó una poderosa mayoría que, al contar con su correlato en el Congreso, prometía cambios profundos  tan importantes en áreas como la salud, la educación y la previsión social; en Bolivia, durante la presidencia de Evo Morales, se logró una acertada política económica, además de la integración del antes postergado mundo indígena, al probar que, en el país más pobre de América del Sur era viable que la izquierda fuera capaz de provocar un alto crecimiento y desarrollo; en Argentina, el peronismo de los Kirchner, (los Presidentes Néstor y Cristina), superaron la época más trágica en la historia de ese país que, a la huida del Mandatario Fernando de la Rúa, el país quedara a merced del FMI, y con una colosal deuda que, finalmente, gracias a las políticas de Néstor Kirchner, Argentina quedó sin deuda externa.

El drama del socialismo del siglo XXI es que no fue capaz de superar la matriz mono-productora, rentista y dependiente del  mercado de las commodities. La contradicción entre igualdad y libertad democrática no pudo resolverse en esa etapa de la marea progresista derrumbándose, en algunos casos, por la corrupción y, en otros, por la tentación autoritaria de pretender mantenerse eternamente en el poder mantener – en el caso de Ecuador, por la traición de personeros de sus propias filas -.




La ola derechista empresarial y autoritaria ha tenido corta duración al demostrar la incapacidad de los gobiernos empresariales y ultraderechistas de provocar desarrollo y, sobre todo, el permitir a sus grupos de apoyo corporativo ganar sectores populares y profundizar en una propuesta que hiciera posible el registro del paradigma de una derecha capaz de proporcionar una sólida base democrática, muy distinto a los viejos mitos del ´orden´ autoritario. En el caso de Chile, el Presidente Sebastián Piñera fracasó en su ridículo intento de encabezar una derecha latinoamericana; en Colombia, el Presidente Iván Duque – ´delfín´ del ultraderechista y paramilitar, Álvaro Uribe Vélez – se presenta con una política completamente fracasada; en Argentina, el Presidente Mauricio Macri entregó el poder a los peronistas con un país arruinado, así como una deuda colosal al Fondo Monetario Internacional, (FMI), y una pobreza  que abarca al 50% de los ciudadanos.

Los gobiernos empresariales autoritarios no sólo demostraron su incapacidad para salvaguardar la democracia, sino que también profundizaron la crisis de representatividad, gobernabilidad, credibilidad y legitimidad, dando paso a una derecha extrema y  autoritaria, cuyos deslindes con el fanatismo religioso, y una idolatría por el mercado, prueba que no tiene nada de liberal y sí mucho de un totalitarismo fascistoide.

El progresismo latinoamericano, necesariamente, tiene que profundizar en los factores que han condenado a esta tendencia a una existencia efímera: no se trata de administrar la ola y seguir el camino de las mareas, sino que debe demostrar que el progresismo es capaz de proporcionar gobernabilidad y de duración en el tiempo, así como el acortar la brecha monstruosa entre ricos y pobres, para lo cual se requiere mezclar tradición y novedad, cambio y estabilidad, y dejar de lado la raíz mono productora y dependiente de las materias primas.

El pensador peruano José Carlos Mariátegui escribía, “ni calcos, ni copia, creación heroica”. El progresismo debe enfrentar la nueva experiencia, involucrando al feminismo, a la defensa de los ecosistemas, a la profundización de la democracia mediante la relación entre los equilibrios de poder – propios de la herencia del siglo XVIII – y formas modernas y creativas de participación popular en el poder político, que vengan a reemplazar el cementerio de las oligarquías, es decir, que la relación entre socialismo y democracia es tan radical e inclusiva, que ninguna de estas categorías puede vivir sin la otra.

Este año, 2022, será decisivo, no sólo en el triunfo de gobiernos progresistas, sino también el que estos movimientos sean capaces de demostrar, en situaciones muy adversas, que es posible llevar a cabo el sueño de Salvador Allende, de “abrir la grandes alamedas para que pase el hombre libre…”, esta vez, demostrando que la izquierda no tiene por qué atarse a políticas dictatoriales para mantenerse en el poder, por el contrario, en forma inédita los ciudadanos serán verdaderos protagonistas de la democracia.

El gran filósofo de los “horizontes de la utopía”, Ernst Bloch, escribía que “la esperanza es la parafina que moviliza al pueblo…”, y habría que agregar que a fin de lograr una utopía plena, se hace imprescindible el abandono de cualquier tentación autoritaria, así como del mito de que “la violencia es la partera de la nueva sociedad”, también la visión autoritaria de la dictadura del proletariado o por otro lado, el cuento de la “revolución ininterrumpida…”.

Rafael Luis Gumucio Rivas (EL Viejo)

24/01/2022

 

 



Historiador y cronista

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  1. solamente un viejito de 81 says:

    Caballero viejo, en el nombre, pero muy joven para escribir con autoridad lo que quiere y trata de expresar. Voy a tratar de ser bien breve y aquí voy: Don viejo, ¿por qué usted nunca se hace responsable de lo que escribe, ya que siempre escribe en tercera persona: id est: «Los partidos de izquierda deben hacer esto y lo otro, o. los partidos progresistas no deben hacer esto, etc, etc, ? Cada vez que lo he leído, don viejo, usted siempre, siempre, se ha mantenido en las márgenes.
    Ahora, usted escribió esto: «esta vez, demostrando que la izquierda no tiene por qué atarse a políticas dictatoriales para mantenerse en el poder, por el contrario, en forma inédita los ciudadanos serán verdaderos protagonistas de la democracia.

    El gran filósofo de los “horizontes de la utopía”, Ernst Bloch, escribía que “la esperanza es la parafina que moviliza al pueblo…”, y habría que agregar que a fin de lograr una utopía plena, se hace imprescindible el abandono de cualquier tentación autoritaria, así como del mito de que “la violencia es la partera de la nueva sociedad”, también la visión autoritaria de la dictadura del proletariado o por otro lado, el cuento de la “revolución ininterrumpida…”.====Primero, caballero, ¿Cuáles son la políticas dictatoriales a las cuales la izquierda se ha atado para mantenerse en el poder? En casa, en Chilito, caballero viejo, «nombre una de esas polticales dictatoriales que la izquierda ha usado para mantenerse en el poder». Ahora, si me nombra Bolivia con Evo, bueno caballero, Evo hizo uso de la democracia, muy distinta a una democracias republicana, con un referenndo para continuar con su obra, muy buena por lo demás, para sacar a Bolivia de la pobreza.
    Segundo, leyendo este último párrafo suyo, don viejo, muevo mi cabeza y me pregunto, ¿ releéra este gallo lo que escribe? ¿Sabe usted, don viejo, lo que es una UTOPÍA? Por la cresta, fuera de la parafina de su filósofo que usted cita, su recomendación es que la izquierda debe abandonar cualquier tentación autoritaria, y asi alcanzar la UTOPÍA PLENA, pero no las otras, la que usted cita solamente, ya que la dictadura del proletariado, es realmente una Utopía, de la cual, humildemente, estoy de acuerdo con eso, es una utopía.
    Para terminar, don viejo, LA VIOLENCIA, VENGA DE DONDE VENGA, NO ES PARTERA DE NINGUNA SOCIEDAD, pero lamentablemente esto se contradice totalmente con la forma en que nuestras sociedades se basaron, o si no pregunténle a nuestros Mapuches, o a los indígenes de Latino America y en especial la extrema violencia con que el parto de la sociedad gringa nació, robando, matando millones de indégenas y usando la esclavitud para sus avances económicos. Es decir, don viejo, históricamente, la violencia es el necesario uso de la derecha para la creación de sus sociedades, pero que el diablo nos proteja si la usa la izquierda, ya que los esclavos no pueden, no están permitidos en usar la violencia para liberarse.
    Don viejo, perdéneme que no haya sido lo breve que prometí, pero es que usted me hace hervir la sangre y no me puedo callar, aunque pueda que este equivocado en mucho de lo que escribí, pero es que yo me baso en la historia y no en sentimientos.

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