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La nueva constitución y el fantasma de la Nueva Mayoría

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La coalición gubernamental inició esta semana una campaña por el Apruebo de la Nueva Constitución. El inicio será este miércoles y se extenderá durante los próximos meses a través de asambleas por barrios, pueblos y otros territorios. Una movilización popular para frenar la millonaria propaganda por el rechazo, las fake news en las redes sociales y el sesgo informativo de los medios de comunicación corporativos, todos, o casi todos, alineados con la derecha y los intereses empresariales. Las calles movilizadas deberán reforzar el debate constitucional porque Chile no puede perder esta oportunidad única en cuatro décadas para recuperar parte de los derechos perdidos hace 50 años.

 

Pese al  apoyo ubicuo de los medios de comunicación a la campaña por el rechazo, la derecha no tiene asegurado el rechazo a la nueva constitución. En una escena mediática saturada de ruidos y mentiras solo el regreso a las calles fortalecerá a la ciudadanía. Sin la movilización el país corre el riesgo de ingresar en un terreno de impredecibles consecuencias.

 

Apruebo Dignidad ha difundido una declaración que prepara el terreno.

 

“Chile vive momentos históricos de gran relevancia para su presente y futuro. Estamos en el camino de superación de una profunda crisis moral, social, política e institucional que dejó en evidencia la rebelión social del 18 de octubre del 2019 y los meses siguientes.




“Hoy vivimos un proceso constituyente, producto de la movilización social y del sacrificio de muchas y muchos que vieron violentados sus derechos humanos. Este proceso debemos cuidarlo, defenderlo y transformarlo en un éxito, dando origen a una nueva institucionalidad democrática que nos permita vivir en paz y justicia social.

“Esta Convención, ejemplo para el mundo de proceso democrático en el siglo XXI, ha venido aprobando normas constitucionales por votaciones superiores a los 2/3 de sus convencionales, como expresión de su capacidad de diálogo para llegar a acuerdos. 6.- Por esta misma amplia mayoría, se ha aprobado, que Chile sea un Estado Social Democrático de Derechos, lo que abre el camino para un Estado realmente democrático, que dé paso a un nuevo modelo de desarrollo que supere el Estado subsidiario y neoliberal, estructurado sobre la base de la garantía de múltiples derechos como son la educación, la seguridad social, el cuidado, la vivienda, un medio ambiente libre de contaminación y una naturaleza gestionada para permitirnos el pleno desarrollo del ser humano.

 

Tres párrafos que nos permiten comprender la magnitud de los cambios, los que deben  establecer un punto de despegue para mayores y más profundas transformaciones hoy limitadas por la Constitución neoliberal en vigencia. Chile se juega en septiembre su futuro. De no lograr triunfar el Apruebo el deterioro del Estado y gran parte de sus instituciones políticas y económicas seguirán camino al barranco. Las señales están más que claras desde hace por lo menos un par de décadas.

 

El gobierno, que ha intentado mostrar ante una derecha carnicera una forzada neutralidad ante el plebiscito de salida, corre el riesgo de caer en el síndrome que tuvo el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Aquella renovada moderación conduce al peligroso territorio de los consensos. Y desde allí, ya conocemos el desenlace.

 

El fantasma de la Nueva Mayoría se hace presente. Si durante la llamada transición la ex Concertación fue una útil y funcional plataforma para políticas neoliberales y globalizantes contrabandeadas cual reformismos, los cambios sociales y el malestar popular y sus derivaciones políticas terminaron con esta conveniente plataforma. Lo que surge más tarde bajo el nombre de Nueva Mayoría (NM) fue el desfase, el ajuste de última hora, de los modelos de mercado bajo el peso insoportable de la crisis política, la corrupción generalizada y su repudio social. Un proyecto inconsistente que se desarma antes de cumplir un año para dejar intacto el andamiaje de la Concertación. Realismo sin Renuncia fue el nombre de fantasía de aquel fracaso mayúsculo.

 

La política del siglo XXI da tumbos y se vuelve impredecible. Tanto como lo fue el regreso al gobierno de Sebastián Piñera en 2018. Nuevamente asistimos al derrumbe de aquel espacio político indefinido e inexistente, que es el inefable “centro político” como mecanismo de contención de las tensiones y contradicciones.  La política había quedado fracturada por su endeblez y superficialidad. A partir de entonces, los espacios de lucha política enfrentaron a los verdaderos protagonistas. Un año y medio más tarde el país estalla.

 

El verdadero riesgo del Rechazo y la catástrofe final

 

En el denso cúmulo de variables que incidieron en su regreso de Piñera al gobierno, hay al menos dos que destacan. Un punto de partida es la crisis sistémica del andamiaje político, que opaca y confunde a todos los actores y competidores en la misma nube de sospecha bajo la instalada expresión de “son todos iguales”. Otra variable, aún más consolidada e imbricada con la anterior, es el otrora ciudadano devenido en sujeto neoliberal.

 

La única pertenencia del chileno al sistema social y económico es a través del consumo. Su objetivo de vida, su razón en el mundo, no es otra que su competencia, como unidad y fragmento, en el mercado. Tras décadas de eficiente funcionamiento de la máquina neoliberal, la consecuencia es un sujeto moldeable, un producto de la fábrica de individuos útiles, dóciles en el trabajo, conformistas, dispuestos a todo tipo de consumo. Es la pieza perfecta y predecible, unidad estadística para el crecimiento corporativo.

 

La conciencia del sujeto neoliberal está en el mercado. Bajo este nivel de reflexión, sin duda falso y limitado, podemos observar el accionar del nuevo individuo que reduce su libertad al espacio económico de un mall aun cuando lo comprende como espacio natural de vida. Para este nuevo individuo el neoliberalismo es su forma de vida, el lugar de sus relaciones y comportamiento. El peligro del Rechazo no está solo en la derecha sino en la larga siembra neoliberal.

 

Por Paul Walder

 

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Periodista

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